Ambiente

9/9/2020

A dos años de la muerte de Fabián Tomasi, víctima del glifosato

La lucha contra los agrotóxicos continúa.

El 7 de septiembre de 2018 murió Fabián Tomasi, en Entre Ríos, luego de luchar incansablemente por su vida y en contra de los agrotóxicos,  por afecciones producidas en su trabajo como peón rural. Le habían diagnosticado “polineuropatía tóxica metabólica severa”, generada por el uso de glifosato y por la negligencia de sus empleadores, que no le brindaron las herramientas correctas para su utilización.

“Nunca pensé que iban a descuidar tanto. Yo tenía que abrir los envases (de agrotóxicos) que dejaban al costado del avión, volcarlo en un tarro de 200 litros para mezclarlo con agua y enviarlo al avión a través de una manguera”, había declarado Fabián.

La principal comercializadora de herbicidas, Monsanto-Bayer, arruinó miles de vidas con el agronegocio, a partir de la toxicidad de sus productos. Al día de hoy cuenta con más de 15.000 demandas en todo el mundo por diferentes afecciones, entre ellas cáncer y malformaciones. No hay control sobre el uso de los agrotóxicos, aun donde existen leyes al respecto. Estos son utilizados a metros de colegios y jardines, contaminando a las poblaciones cercanas, incluso perjudicando a les consumidores.

La lucha de los pueblos fumigados es incesante. El sistema de producción de alimentos actual tiene como prioridad el lucro capitalista, sin importar lo nocivo que sea para las personas y el ambiente. Argentina produce soja y maíz para exportar y así generar divisas en pos del pago de la deuda externa. Las consecuencias las pagan las familias trabajadoras.

Los efectos nocivos del glifosato fueron corroborados por estudios científicos de manera contundente. En el largometraje de Valeria Tucci, “Andrés Carrasco: ciencia disruptiva”, se hace un recorrido por la investigación de este médico argentino especializado en biología embrionaria-molecular, expresidente del Conicet (2001), cuando este herbicida para cultivos modificados genéticamente aumentaba su popularidad.

Carrasco y sus colaboradores encontraron que el glifosato causa defectos craneofaciales y en el tubo neural. Con esta evidencia pudo otorgar un sustento científico a los pueblos fumigados que venían luchando contra Monsanto. El médico apoyó la lucha social contra la multinacional que tuvo lugar en varias ciudades de Córdoba, en las que se toparon con la represión estatal.

“Habría que preguntar ciencia para quién y para qué. ¿Ciencia para Monsanto y para transgénicos y agroquímicos en todo el país? ¿Ciencia para Barrick Gold y perforar toda la Cordillera? ¿Ciencia para fracking y Chevron? Hay un claro vuelco de la ciencia para el sector privado y el Conicet promueve esa lógica. En los ’90 estaba mal visto. Muchos le hicieron la vida imposible al menemismo para que esto no pasara y hoy aplauden de pie que la ciencia argentina sea proveedora de las corporaciones”, afirmaba Carrasco.

Además, el médico agregaba que “es la realidad la que hay que tomar en cuenta y no las pruebas científicas, porque la ciencia puede avanzar hasta cierto punto, también está contaminada, no es neutral ni es absoluta, ni objetiva. A veces trata de ser objetiva, pero nunca es neutral. La pueden diseñar para una cosa, la pueden diseñar para otra, y en este momento la ciencia está diseñada para el mercado, no para la sociedad”, una conclusión profunda.

Las poblaciones afectadas por los agrotóxicos luchan por una mejor calidad de vida, denuncian a las empresas multinacionales como ecocidas y enfrentan la complicidad de los gobiernos de turno. Entre sus consignas se encuentran: “La deuda es con el pueblo, no con el FMI”, “Fuera Monsanto y las empresas contaminantes”, “Abajo el convenio Syngenta-Misiones”, “Si lo esencial es la salud, basta de agrotóxicos”, entre otras.

Esta lucha está más presente que nunca y hoy en día empalma con la movilización por el agua en Mendoza y Chubut, contra los desmontes en Chaco y los incendios en Córdoba y el Delta del Paraná y contra el acuerdo porcino con China. En algunas de ellas se hizo retroceder al Estado, como en el intento de modificar las leyes que frenan la minería (ley 7722 en Mendoza y la 5001 de Chubut), o el retraso de la firma del convenio de producción industrial de cerdos hasta noviembre.

Debemos seguir luchando por todas nuestras reivindicaciones e impulsar un frente único de lucha independiente junto con las organizaciones ambientales. Con ese objetivo, el 10 de septiembre vamos a un plenario nacional.