Ambiente

24/5/2020

Bahía Blanca: el impacto de la bajante del río Paraná llega hasta el sur bonaerense

La bajante histórica que está sufriendo el río Paraná, y que esta semana llegó al mínimo de 8 centímetros en la zona del puerto de Rosario, ha abierto un escenario por demás complejo, cuya onda expansiva está llegando hasta la ciudad de Bahía Blanca.


Las consecuencias de la bajante no se agotan en las alarmantes imágenes del cauce prácticamente vacío y su impacto sobre los peces y el plancton que habitan la cuenca. Sus efectos negativos alcanzan a la generación de energía eléctrica, el abastecimiento de la red domiciliaria de agua potable, la pesca artesanal y la comercialización de granos para la exportación.


Este último punto es el que comienza a afectar particularmente a Bahía Blanca. Con la bajante del Paraná, la operatividad del principal puerto nacional para la exportación de cereales y oleaginosas, como es el de Rosario, ha quedado seriamente dañada. En tiempos normales, y dada la profundidad de sus aguas, los buques salen de la Hidrovía con su carga incompleta, para luego dirigirse a otros puertos con el objetivo de llenar sus depósitos y salir completos hacia los destinos de exportación. Este fenómeno, que se viene acentuando como consecuencia de la bajante, significa que hoy en día cada buque debe completar entre 7 y 8 mil toneladas más de lo habitual.


Bahía Blanca cumple un rol importante como puerto de completamiento, gracias al mayor calado de sus aguas y a la protección que ofrece su geografía a los buques en espera. De esta manera, transformada en el principal destino para los buques cerealeros provenientes de Rosario, debe estar en condiciones de abastecerlos con los granos necesarios para el completamiento. Y aquí se encuentra el nudo del conflicto.


La multiplicidad de intereses particulares alrededor del comercio de cereales y su logística se traduce en una lucha sorda entre capitalistas, en la que cualquier demora en el transporte y en la carga tiene su correlato en mayores costos y caídas de las ganancias. La cantidad de camiones que vienen a descargar sus granos se está incrementando a tal punto que el pasado miércoles fue el récord de ingresos en un solo día (1.900 camiones), para una ciudad cuya infraestructura no está preparada para semejante flujo de grandes cargas. Los problemas que surgen son evidentes: riesgos mortales para el tránsito (reducidos por el momento debido a la cuarentena), largas jornadas de espera para los trabajadores camioneros, violaciones de protocolos de seguridad e higiene ante el coronavirus, entre otros.


Tal como el Covid-19 puso de manifiesto, entre otras cosas, las falencias del sistema de salud y la necesidad histórica de su centralización y nacionalización bajo el control de los trabajadores, la bajante del Paraná deja en evidencia el descalabro de un comercio agrícola librado a la suerte de la anarquía capitalista y, por ende, contrario a los intereses la mayoría trabajadora. La puja entre los dueños de las terminales, las empresas cerealeras, transportistas y demás capitales involucrados es incapaz de ofrecer una salida racional a los problemas planteados. La necesidad de una nacionalización del comercio exterior bajo control de los trabajadores se impone con la fuerza de la realidad. Por comités obreros electos y revocables de seguridad e higiene, que paren toda la actividad cuando no se cumplan las medidas de prevención adecuadas, en resguardo de la vida de los trabajadores y la población toda.