Ambiente

8/2/2007|980

El milagro de Ledesma


(desde Libertador General San Martín, Jujuy)


 


2 de febrero de 2007


 


El pesado calor del día sufre su derrota al caer la tarde. El cielo se embota y amenaza con sus nubes-sombras, engordar el río San Lorenzo y hacerlo reventar. Los orilleros de Libertador sufrirán la otra derrota del día. La cotidiana desde que son borde del pueblo y borde del río.


 


Todos los días nacen a su milagro.


 


Como al San Lorenzo, el ingenio los devora. Los usa, y los expulsa con menos vida y más contaminación.


 


A kilómetros se aprecian las chimeneas que se hunden en el cielo y le imitan las nubes. Grandes ubres invertidas escupen al cielo su leche en polvo preñando el aire de un viscoso olor agrio de bagazo. Porque, cuando no es la azúcar, es el papel. Y siempre el ingenio Ledesma. El mismo que endulza al municipio de Libertador "donando" tierras para la construcción de viviendas populares. Tierras son anegables, claro. El mismo ingenio que endulzó la vida política de Videla y su pandilla, donando en 1976, kilómetros de yunga virgen para que el gobierno militar decrete zona de Parques Nacionales, decorando su gobierno ilegítimo, pero escondiendo el trato de fondo: cuidar la fuente de agua que el ingenio azucarero más grande de Latinoamérica necesita en la producción de azúcar y de papel. Ese mismo río que echa familias precarias de un lado, y da de comer sus pescados podridos a comunidades wichi y mocobí, cuando el San Lorenzo, previa amputación de toneladas de agua y contaminación con cloro y otros químicos, cobra el nombre de Bermejo.


 


El mismo ingenio, sí, que mientras "donaba" un Parque Nacional, imprimía en sus propias hojas los nombres de los trescientos militantes populares que debían guardar en sus secuestros, el susto de hablar; ese susto hoy que todavía se intenta. Así, los militares golpistas ganaron treinta desaparecidos para exhibir en su vitrina de genocidas, mientras que el ingenio ganó algunos años de tranquilidad para su negocio espurio.


 


Pero hay algo más debajo de este negocio. Si no fuera por los constantes subsidios dados por el Estado Nacional a la industria azucarera, desde la presidencia de Avellaneda y hasta el día de hoy, esta industria hubiera derrapado financieramente junto a sus métodos feudales y esclavistas.


 


Ahora bien, esta intervención del Estado, claramente favorable a los industriales azucareros, no siempre fue bien agradecida por éstos. En el año 2004, quien supo ser director y gerente general del ingenio Ledesma, para luego ser vicepresidente y presidente después, iba a deplorar al Estado superpoblado. Carlos Pedro Blaquier, dice en su libro "El milagro griego" que, el mencionado milagro de la civilización griega, se sostuvo en la "conveniencia de limitar la cantidad de ciudadanos del Estado".


 


El milagro que don Blaquier admira, estaba protegido en algo que él mismo describe con gran pedagogía: "los esclavos del Estado cumplían funciones de vigilancia y de policía". Bien. El Estado argentino, siempre ha sido marioneta de los empresarios azucareros. Prueba de ello, es la impunidad centenaria de la que goza el ingenio Ledesma para seguir echando su leche agria sobre la población.


 


Pero ante el Estado silencioso, la voz del pueblo. El milagro de la palabra.


 


Fue la odontóloga Olga Márquez de Aredes, viuda del médico Luis Aredes, detenido-desaparecido en el mismo año de la donación del Parque Nacional, quien empezó a surcar la ruta que va desde Calilegua hasta Libertador, denunciando al ingenio entregador; homenajeando a los entregados.


 


El matrimonio Aredes, es el ejemplo cabal de la muerte que propone Ledesma. Veintinueve años después de desaparecido Luis, y mientras don Blaquier editaba su libro de milagros griegos, Olga moría con los pulmones aturdidos de bagazocis. Derivado en un cáncer fulminante, la bagazocis es producto de las montañas de desechos de caña puestos a los calores húmedos y dejados a la combustión que éstos mismos generan.


 



 


Y la voz continúa. Ahora son los retoños de lucha que Olga supo dejar arraigados en esa ruta surcada por sus pies. Mujeres y hombres se congregan en aquel consultorio donde la doctora supo curar las bocas de los derrotados. Entonces, otra vez la policía en actitud de sierva. Entre fines de diciembre de 2006 y los primeros días de 2007, estos "esclavos del Estado" protagonizaron dos detenciones arbitrarias acompañadas por sus respectivas golpizas. Además del apañamiento del robo sufrido en la casa que fuera del matrimonio Aredes, y que hoy funciona como espacio para la defensa de los derechos humanos.


 


Blaquier y los suyos siguen fingiendo su éxito empresarial en sus papeles teñidos de represión, subsidio y contaminación. Olga y sus derrotados se aferran al suelo que los nace a diario. Unos admirando una civilización que logró su milagro a fuerza de policías esclavos. Otros, admirando la vida; cortando con palabras filosas la caña y la impunidad que los esclaviza para dejar de ser el borde; dejar atrás la derrota.


 


Ledesma humea su leche embroncada de que las bocas curadas de Olga hagan el milagro diario de decir su palabra.