Ambiente

18/6/2021

Film

“El punto de no retorno” y la mejora del capitalismo

El reciente documental de Sergio Federovisky muestra los efectos devastadores del modo de producción sobre el ambiente, pero no concibe su superación.

“El punto de no retorno no es el fin del mundo, sino el fin del mundo tal cual lo conocemos”. Esta es la idea que desarrolla en su documental Sergio Federovisky. Con entrevistas en Argentina y Estados Unidos, muestra los efectos devastadores del calentamiento global. Lo interesante y paradójico del film, recientemente estrenado, es que sostiene que el modo de producción capitalista es el responsable de los altos niveles de destrucción del equilibrio de la Tierra, pero se limita a postular la búsqueda por mejorarlo, a través de políticas ambientales que se esfuercen en modificar normas de producción para que dejen de ser dañinas.

“Los científicos señalan que existirá un momento, una instancia, en la que nada volverá a ser como era. Esa bisagra, situada de acuerdo con la ciencia en el momento en el que la temperatura promedio del planeta se haya elevado 1,5 grados centígrados [respecto de la era preindustrial], significará que independientemente de lo que se haga, aun cuando las emisiones de gases de efecto invernadero cesen por completo, el clima habrá cambiado y no será posible regresar al equilibrio anterior”, plantea el director.

Expertos del Conicet y hasta de la Nasa son entrevistados, explicando los efectos devastadores de este modo de producción. Incluso aparecen dueños de viñedos y una granjera de ovejas brindando testimonio de los daños que ya perciben en sus especialidades: desde cómo cambia la acidez, la cantidad y variedad de las uvas y cómo esto repercute en los vinos, hasta como las ovejas “se esquilan solas” porque el calor se está tornando sofocante.

La gravedad del pronóstico no se condice sin embargo con la salida que propone. Para entender la paradoja comencemos por explicar que Sergio Federovisky, reconocido periodista especializado en cuestiones ambientales que además de dirigir el documental realiza las entrevistas, es en la actualidad el viceministro de Ambiente de la Nación. Su rol como funcionario del gobierno es claramente un limitante a la hora de profundizar en los temas que plantea.

A lo largo de la hora y media que dura el film se explica muy bien como la megaminería a cielo abierto es la principal responsable del derretimiento de los glaciares, que son parte de la reserva de agua potable más importante del planeta, elemento vital para el desarrollo de toda la biodiversidad. También da cuenta de los terribles incendios que arrasan hectáreas de montes, selvas y bosques nativos, y cómo estas verdaderas tragedias ambientales son la alfombra sobre la que se desarrollan, por ejemplo, negociados inmobiliarios; incluso en este punto agrega que millones de familias en todo el mundo viven en zonas costeras habitando suelos más económicos debido a las altas chances de inundaciones.

Pero Federovisky no menciona a ninguna empresa como responsable de esos efectos devastadores sobre el ambiente, ni en Argentina ni en el mundo. Habla de la depredación, la describe, pero no realiza denuncia alguna. El por qué no lo hace es muy claro. Si quisiera ir más allá se toparía con los desastres ocasionados por la Barrick Gold, que el gobierno de Alberto Fernández elevó a modelo de explotación minera. Debería hablar de la resistencia que oponen los pueblos afectados, la lucha en Catamarca contra la instalación de Agua Rica donde los vecinos son reprimidos y hasta encarcelados, en Mendoza donde una rebelión derrotó el intento de barrer la Ley 7722 que protege el agua y el suelo del uso de sustancias venenosas como cianuro, o de las enormes movilizaciones en Chubut contra el intento del gobernador Arcioni (con aval del gobierno nacional) de avanzar con la zonificación minera.

Tampoco habla sobre los procesos de sojización que destruyeron los bosques del norte argentino, o de cómo Monsanto contamina suelos y aires con sus agrotóxicos enfermando a poblaciones enteras. No hace referencia a los métodos nocivos en la ganadería y menos al acuerdo con China para la instalación de megagranjas industriales de cerdos. Son cuestiones que han sido motivo de importantes manifestaciones en nuestro país, pero el documental omite completamente las luchas ambientales de Argentina. Para hablar de la juventud que se levanta contra el calentamiento global, se limita a identificarla en la figura de Gretta Thunberg.

La lucha es por cambiar el sistema, no “mejorarlo”

Como se ve, si Federovisky intentara dar cuenta de quienes son los responsables de la depredación ambiental, se encontraría en problemas, en tanto que el mensaje que su documental pretende ser la necesidad de desarrollar “políticas ambientales”. Aquí recurre a entrevistar a Alexandria Ocasio-Cortez, miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por el Partido Demócrata, e impulsora del Green New Deal. Su propuesta es un intento por afrontar la crisis ambiental producida por el calentamiento global de un modo rentable que resuelva a su vez la actual crisis económica.

El término se remonta a los programas sociales y económicos que se desarrollaron tras el crack de Wall Street en 1929, de la mano del entonces presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, asemejables a los paquetes de estímulo que hoy aplica Joe Biden. El acuerdo verde que propone Ocasio-Cortez es otro intento de salvataje del capitalismo, reconciliándolo con el ambiente a base de incentivos fiscales. Sin embargo, Federovisky debe admitir que “desde que los Estados se comprometieron a luchar contra el cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero crecieron más que nunca”, reconociendo que todos los acuerdos a los que han arribado los gobiernos capitalistas en materia ambiental no han sido más que papel mojado.

La idea de otro capitalismo, uno “más justo”, es una bandera que levanta en estos lares Alberto Fernández, quien hace unos días no más sentenció que “es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados”. Lo dice mientras busca a como dé lugar cerrar un acuerdo de repago de la deuda al FMI. Es justamente por esa orientación, que requiere recaudar dólares exportando materias primas, que promueve todas las actividades contaminantes. Vale preguntar al director del documental, ¿qué políticas ambientales puede implementar un gobierno que subsidia el fracking, respalda a la Barrick Gold, fomenta a Monsanto y los pulpos sojeros, o busca la instalación de las megagranjas de cerdos?

En la medida que lo que se intenta es sostener al capitalismo, no habrá salida ni para la economía, ni para el ambiente, ni para la vida. Es este sistema el que nos condujo a esta situación de “punto de no retorno”, es responsabilidad del modo de producción y un régimen de los países oprimidos por el imperialismo (que hoy se viste de verde). El único camino sustentable, amigable con el ambiente y el ecosistema, que sea positivo para el desarrollo de la biodiversidad y la humanidad, es cambiar el sistema que lo destruye, para planificar la producción en función de las necesidades sociales y no de la ganancia.