Ambiente

26/9/2019

La lucha ambiental en Argentina, ayer y hoy

Argentina se prepara para la huelga contra el cambio climático, que va adquiriendo un carácter masivo en decenas de países. Cuenta, en esa perspectiva, con una intensa tradición de luchas ambientales.

 

En los últimos veinte años, como consecuencia de una enorme primarización de la economía, miles de trabajadores han participado de conflictos que combinaron la defensa del medio ambiente con la de las fuentes de trabajo y las condiciones de vida.

 

Es que tanto bajo el gobierno kirchnerista como bajo el macrismo se han profundizado los incentivos a la megaminería, la habilitación del fracking, la expansión de la frontera sojera y el uso de agrotóxicos, el boom de la especulación inmobiliaria, fenómenos que afectaron en gran medida la vida de amplios sectores y forjaron movimientos de lucha. El Partido Obrero intervino en ellos decididamente.

 

 

Muy significativa, y de fuerte impacto político, fue la pelea contra la instalación de la papelera finlandesa Botnia frente a las costas de Gualeguaychú, en el margen oriental del Río Uruguay. Es que la contaminación no solo ponía en riesgo la salud de la población sino que hacía peligrar la pesca y el turismo. Se desató una verdadera rebelión del pueblo entrerriano, con los cortes a los puentes internacionales hacia Uruguay durante semanas, a pesar de los intentos del kirchnerismo de levantar el conflicto. El propio Néstor Kirchner recibió a la Asamblea Ambiental Gualeguaychú en un intento de mediación para garantizar la instalación de la planta, que al día de hoy sigue funcionando. Pero nuevas luchas habrían de desarrollarse.

 

Puebladas contra la megaminería

 

Es el caso de las puebladas contra la megaminería contaminante, generalizada de norte a sur del país. Paradigmáticos han sido los levantamientos de Famatina y de Esquel, que lograron frenar la instalación minera en la región riojana y en toda la provincia de Chubut, respectivamente. Para eso han debido quebrar la presión de los partidos patronales, que actúan como agentes del lobby de los pulpos mineros. Así se ha evidenciado en una Andalgalá también sacudida por tenaces puebladas, cuyo intendente, Alejandro Páez, ganó las elecciones con la lista de Proyecto Sur y su posicionamiento contra la megaminería, para luego dedicarse a una tarea de cooptación y desarme del movimiento, garantizando (en sintonía con la justicia y los gobiernos nacional y catamarqueño) la continuidad de Bajo La Alumbrera a pesar de haber sido demostrada su contaminación, además de evasión de impuestos y contrabando.

 

Lo mismo se evidencia en Veladero, explotada por la canadiense Barrick Gold, donde luego de varios derrames de millones de litros de agua cianurada y materiales contaminantes sobre el Río Jáchal, la justicia sanjuanina levantó la cautelar que suspendía la explotación a cambio de una multa irrisoria de 10 millones de dólares. La población de Jáchal se ha movilizado incesantemente contra este envenenamiento.

 

La megaminería es defendida por los gobernadores y por los burócratas sindicales argumentando que deja un gran beneficio económico para las provincias. Pero, sin ir muy lejos, el Acuerdo Federal Minero firmado por los mandatarios peronistas con Macri redujo el cobro de regalías a un ínfimo 3% sobre las ganancias declaradas y delegó a los estados provinciales el control del impacto ambiental. Este modelo ha sido reivindicado por Alberto Fernández en una reunión con varias mineras multinacionales. Esos pulpos practican la megaminería en países coloniales como Argentina, porque está prohibida en los países imperialistas.

 

Del mismo modo, la explotación no convencional de hidrocarburos utilizando el fracking también ha recibido el apoyo y los elogios de todos los partidos del régimen. Hoy, Macri y Fernández coinciden en asignar a Vaca Muerta un rol estratégico, tanto que el primero la blindó con la Gendarmería y el segundo busca blindar con una ley las ganancias de Chevron y compañía. El fracking, altamente destructivo del medio ambiente, es complementado con la flexibilización del convenio colectivo de trabajo, que se pactó con el líder del sindicato petrolero, Guillermo Pereyra. A pesar de que su consecuencia fue que ocho trabajadores fallecieran en menos de dos años, este es el modelo de reforma laboral que plantea Alberto Fernández.

 

 

Fuera Monsanto

 

La explotación agrícola en manos de los pooles de siembra, también impulsada por kirchneristas y macristas, basado en el monocultivo sojero, los transgénicos y los agrotóxicos, demostró tener consecuencias fatales sobre la salud de los trabajadores y la población fumigada: malformaciones, enfermedades respiratorias, abortos espontáneos, cáncer. También erosiona la productividad del suelo y culmina en la desertificación. El correlato de este avance son los ataques a los campesinos y a las comunidades originarias para desplazarlos de sus tierras.

 

Muy extendidas han sido las movilizaciones y asambleas de las poblaciones afectadas, en particular en el interior bonaerense y Santa Fe. Pero la más emblemática probablemente haya sido la feroz pelea contra la instalación de una planta de acondicionamiento de semillas transgénicas de Monsanto, en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas. El pueblo frenó la instalación tras una larga lucha con cortes de ruta, movilizaciones y audiencias públicas. El gobierno de De La Sota se desquitó con persecución política a los asambleístas y el intento (concertado con la UCR) de votar una sanción contra Cintia Frencia, legisladora del FIT, por actuar como vocera de esta pelea dentro de la Legislatura y participar de las movilizaciones.

 

Ciudades bajo el agua y la mugre

 

Además de la impermeabilización del suelo por el monocultivo, la entrega del suelo urbano a la especulación inmobiliaria decantó en las terribles inundaciones en Santa Fe y, más acá en el tiempo, en La Plata y el norte de la Provincia de Buenos Aires. Numerosas asambleas populares se pusieron en pie no solo para organizar las ayuda a las familias y exigir resarcimiento económico a los damnificados, sino también para denunciar la responsabilidad del poder político, tanto por los mega emprendimientos en lugares que funcionaban zonas de escurrimiento como por la expulsión de las trabajadoras a zonas periféricas inundables y a los márgenes de los arroyos. Nuestro partido intervino enérgicamente en estos movimientos, y ha llevado sus reclamos a la Legislatura bonaerense.

 

Al mismo tiempo, son constantes las pequeñas luchas que se desarrollan en las ciudades, contra los basurales a cielo abierto y el Ceamse, contra la contaminación de los cursos de agua como el Riachuelo. Tomando el ejemplo de la Ciudad de Buenos Aires, nuestra organización participa de las peleas en defensa de los espacios verdes en barrios como La Paternal, Agronomía, Saavedra, Caballito o en todo el corredor sur, así como apoyó a los trabajadores del ex Zoológico por su reconversión en eco parque.

 

Una lucha contra el Estado y los capitalistas

 

La huelga internacional por el clima de desarrolla justo mientras Alberto Fernández asegura que juntará los dólares para pagar la deuda externa en base a estimular la exportación de estos mismos pulpos contaminantes. Su acompañamiento por los referentes de la centroizquierda que posaba de defensora del medio ambiente, como Pino Solanas, es una muestra más de la incapacidad de estas fuerzas de sostener un programa consecuente contra la depredación ambiental.

 

El Partido Obrero se coloca del lado de los movimientos de lucha por sus reivindicaciones, con la comprensión de que solo pueden prosperar como una lucha contra el Estado y los capitalistas, en particular las multinacionales que lucran con el hundimiento del país. En definitiva, para desarrollar producción sobre bases no predatorias, es necesario derribar este régimen social de explotación. Será una tarea de la clase obrera y el socialismo.

 

Por eso, el viernes 27 llamamos a ganar la calle masivamente contra las multinacionales contaminantes y los partidos del régimen que garantizan su beneficio a costa de la salud y el ambiente. Que la crisis climática, también, la paguen los capitalistas.