Ambiente

16/3/2006|937

Viva la firmeza de los asambleístas de Gualeguaychú


​Los asambleístas entrerrianos han dado un ejemplo de firmeza extraordinaria. Es que más de 35 días de corte, que hicieron fracasar todas las presiones sobre la lucha, no podían ser bastardeados por el pusilánime pseudoacuerdo que Kirchner y Tabaré dijeron haber alcanzado en Chile. Los asambleístas plantean correctamente que primero deberán suspenderse las obras, incluida la prohibición del paso de materiales e insumos para las plantas por cualquier vía, terrestre o fluvial.


 


“Reiteraron que se oponen a cualquier planteo de cambio de tecnología y rechazaron que se hable de cualquier tipo de control y monitoreo puesto que el objetivo es el No a la instalación de las plantas” (La Nación, 12/3).


 


En la otra orilla


 


El “compromiso” de Tabaré fue criticado con dureza por los blanqui-colorados de Uruguay. Le reprochan que hubiera colocado en un mismo plano a una obra industrial ‘legal’ y los piquetes, por supuesto que totalmente ‘ilegales’, y que para colmo habrían provocado “más de 200 millones de dólares en pérdidas económicas” (Clarín, 12/3). Las empresas reclaman que se les financie cualquier tregua que se acuerde, o sea que el Estado les pague el “lucro cesante” que ocasionaría.


 


La movilización de Colón-Gualeguaychú es un duro golpe a las multinacionales que cuentan con los “aportes crediticios” del Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional. El ejemplo de Entre Ríos podría extenderse, afectando la lucratividad de “sus” inversiones, condicionando los préstamos de los organismos internacionales. La burocracia del sindicato de la construcción de Uruguay, cuyas traiciones descomunales son la causa de la superexplotación y los bajos salarios de sus afiliados, ha salido a defender a los pulpos y al gobierno que está negociando con Bush el ingreso al Alca, esgrimiendo la defensa de las fuentes de trabajo. Se escuda en un enfoque de sindicalismo corporativista estrecho, porque nunca se ha visto que la defensa del derecho al trabajo pase por la defensa de los expoliadores capitalistas. El mejor interés de los obreros uruguayos pasa por reclamar la nacionalización de los pulpos contaminadores y la reconversión de las plantas a una producción que satisfaga las necesidades de trabajo, salud y condiciones de vida de los trabajadores.


 


El estudio del impacto ambiental que acordaron ambos gobiernos no debe hacerse interrumpiendo el piquete, porque sería aprovechado por los pulpos, ni debería estar confinado a los ‘técnicos’, que nunca son neutrales cuando están en juego los intereses de las clases dominantes de las cuales esos ‘técnicos’ dependen: es preciso que una comisión de asambleístas de ambos países controle el estudio de impacto ambiental. Que valore sus resultados y establezca resoluciones al respecto. Es necesario que, en ese caso, los Estados de Uruguay y de Argentina se comprometan a garantizar los salarios de los trabajadores y que el uruguayo no pague ninguna clase de lucro cesante.


 


Hay que unificar las acciones de ambos pueblos. Esto va más allá de las papeleras, porque el destino del proletariado de ambas márgenes del Plata depende de su unidad clasista frente al Estado capitalista.