Aniversarios

20/5/1999|627

1969 – 1999: El Cordobazo

El Cordobazo fue una huelga política de masas, la más importante de la historia argentina. En el Cordobazo, la clase obrera se opuso de un modo activo, como clase, a la burguesía en su conjunto, es decir al Estado que la unifica para el ejercicio de su dominación política y su explotación económica. A través de esta acción histórica, la clase obrera puso de manifiesto su propia tendencia a la toma del poder.


En un momento determinado, la huelga política se transformó en una semi-insurrección, cuando los obreros, que abandonaron las fábricas para salir en manifestación, junto a los estudiantes, derrotaron a la policía en un enfrentamiento directo y ocuparon el centro de la ciudad. Hacia la tarde del 29 de mayo, 150 manzanas de la ciudad estaban en manos de los manifestantes (1). El aparato del Estado fue parcialmente desarticulado: para apagar los incendios, los bomberos debían contar con la aprobación (y el control) de los manifestantes (2).


La consigna del día entró en la historia: "luche, luche, luche, y no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular". Como hacía notar inmediatamente después de los hechos el periódico Política Obrera (antecesor de Prensa Obrera), "lo que todos los militantes deben retener como dato fundamental es que el 60% de las consignas de poder que se vivaron en las calles se concentraron en ‘gobierno obrero y popular’; un 30% en "gobierno popular"; pero casi ninguna de ellas hizo referencia a Perón" (3).


El Cordobazo marcó un completo viraje político. Hirió de muerte a la dictadura de Onganía. Dio un golpe al monopolio de la burocracia sobre los sindicatos. Abrió una etapa de ascenso de las luchas obreras y juveniles. Una amplia tendencia clasista irrumpió en todo el país, con epicentro en el Smata-Córdoba y, luego, en los sindicatos clasistas de Fiat, el Sitrac-Sitram. "La huelga política de las masas cordobesas ha puesto a la luz el fenómeno fundamental de todo el proceso político y social futuro del país: el surgimiento de una vanguardia revolucionaria obrera" (4). Esto le planteó a la burguesía y al imperialismo, por primera vez, la necesidad de traer de vuelta a Perón para quebrar el ascenso obrero iniciado por el Cordobazo. El fracaso del peronismo en esta tarea —expresado en la propia huelga política de masas de junio y julio de 1975, contra el gobierno de Isabel y López Rega— llevó a la burguesía y al imperialismo a montar el golpe más sanguinario de la historia argentina, cuyo principal‘blanco’ fueron las decenas de miles de delegados combativos y antiburocráticos que se habían formado en la Argentina al calor del Cordobazo.


El onganiato


El Cordobazo fue una gigantesca rebelión popular, acaudillada por la clase obrera cordobesa, que dejó en estado de agonía al régimen más antiobrero y proimperialista del ciclo gorila abierto en 1955.


En junio de 1966, Onganía derrocó al gobierno minoritario de Illia con el objetivo de cerrar el ciclo de alternancia de gobiernos seudo-constitucionales y golpes mediante una dictadura que pusiera fin al régimen representativo constitucional. Onganía recibió el apoyo de la Iglesia, de la burguesía nacional y del imperialismo y contó con la colaboración de la burocracia sindical peronista. Desde Madrid, Perón declaró que recibía el golpe con una"esperanzada expectativa" y los principales burócratas sindicales de la época (Augusto Vandor, de la UOM; Juan José Taccone, de Luz y Fuerza; José Alonso, del Vestido) concurrieron al acto de asunción del dictador.


Como hace notar Brennan, el apoyo de la burocracia sindical al nuevo régimen incluía a sus fracciones más izquierdistas. "Luego del golpe, (Agustín) Tosco regresó brevemente a Córdoba (era representante de Luz y Fuerza de Córdoba en la Federación Nacional) (…) en una reunión imprevista, Tosco urgió a actuar con cautela y pidió un período de gracia para ver qué tipo de políticas iba a seguir realmente Onganía" (5).


La política de Onganía no tardó en verse: proscribió a los partidos, conculcó las libertades públicas, intervino las universidades, desató una brutal persecución contra la izquierda y atacó sistemáticamente las condiciones de vida y trabajo de los explotados. Reprimió duramente las primeras manifestaciones de resistencia obrera: las huelgas de los ferroviarios, de la Fotia tucumana y de los portuarios de fines de 1966.


Apoyándose en estas derrotas y en la traición a la huelga general del 1° de marzo de 1967, Onganía acentuó la represión: intervino sindicatos, suspendió la personería de otros (entre ellos, la UOM) y lanzó un durísimo ‘paquetazo’fondomonetarista: devaluación, congelamiento salarial, cesantías masivas, impuestazo. Los hombres de la banca extranjera coparon los principales cargos: Krieger Vasena en Economía y Alvaro Alsogaray la embajada en los Estados Unidos.


La dictadura había alentado la formación de un bloque sindical propio, los llamados ‘participacionistas’, con los cuales pretendió montar un ‘Congreso normalizador de la CGT’ a fines de marzo de 1968. Pero, para esa fecha, las divergencias entre la burguesía y en el propio ejército habían modificado parcialmente el panorama inicial: ante la evidencia de que serían minoría, los ‘participacionistas’ no concurrieron al Congreso y la conducción fue asumida por un bloque democratizante que respondía al cambio de la política de Perón frente a la dictadura, con Raimundo Ongaro, del gremio gráfico, como secretario general. La CGT surgida de este Congreso pasó a denominarse ‘CGT de los Argentinos’ y contaba con el apoyo de Perón, del radicalismo, del PC y de la naciente izquierda foquista. Los vandoristas, en minoría en el Congreso, se retiraron para formar la ‘CGT de Azopardo’, junto con los‘participacionistas’.


La descomposición de la dictadura: la crisis por arriba


A fines de 1968, eran evidentes los signos de agotamiento de la dictadura.


Sin inversiones de significación (que se dirigieron principalmente a Brasil), la penetración imperialista se apropió de las industrias ya instaladas y se acentuó la centralización de los capitales. La devaluación de 1967 había agotado sus efectos reactivadores, en especial en el campo. La recesión hacía intolerable el peso de una deuda externa creciente. Todo esto llevó a un sector de la burguesía a oponerse a la política económica de la dictadura: aparecieron pronunciamientos de Frondizi, de la UIA, de Frigerio y de las asociaciones rurales. Hacia fines de agosto, Onganía relevó anticipadamente a la cúpula de las tres FF.AA. y comenzaron a escucharse críticas de la Iglesia y de hombres como Isaac Rojas. A fines de octubre, Alsogaray rompió públicamente con el gobierno.


Otra expresión de la crisis de la dictadura fue el giro de Perón (el apoyo a la CGT de los Argentinos) y, poco después, el realineamiento de la burocracia vandorista con Perón. Vandor y Perón se reunieron en Madrid en octubre de 1968 y éste dio la orden de "reconstituir las 62". La consecuencia de este acuerdo fue la incesante sangría de sindicatos de la CGT-A: decenas de gremios la abandonaron entre fines de 1968 y principios de 1969. Se alejan incluso las dos seccionales antivandoristas de la UOM, La Matanza y Córdoba.


A principios de 1969, es decir en vísperas del Cordobazo, la central ongarista había quedado reducida a un puñado de sindicatos. La CGT-A, que luego y sin que nada lo justifique, fue presentada como uno de los ‘motores’ del Cordobazo, se desinflaba de la misma manera en que había nacido: como parte de una maniobra de Perón y de la oposición burguesa.


La crisis de la dictadura se orientaba hacia un recambio ministerial y hacia una ‘salida política’. Analizando la situación, Política Obrera caracterizaba que "estos hechos (las críticas de la burguesía y los choques dentro del gobierno y las FF.AA.) significan que la burguesía está comprendiendo que la política actual está llegando a sus límites (…) y que quizás convenga un recambio para preservar lo alcanzado (…) En una palabra, que es urgente un plan de institucionalización que permita el recambio pacífico del poder conservando todas las‘conquistas’ obtenidas por Onganía. Aquí aparecen los ataques al participacionismo, los planteos de‘reformar’ la constitución y, luego, un llamado a elecciones. Todo este programa es de inspiración burguesa proimperialista y su jefatura se la disputan Lanusse y Onganía" (6).


Las críticas de la burguesía a la dictadura y las pretensiones de sus distintas fracciones —incluidas las fracciones de la burocracia sindical— por primar en el recambio constitucional tenían un carácter enteramente palaciego. Fue la necesidad de enfrentar el ascenso obrero desatado por el Cordobazo lo que puso a la ‘institucionalización’ en el primer plano de la política de la burguesía y el imperialismo.


El proletariado entra en acción


El verdadero motor de la crisis de la dictadura fue el reanimamiento obrero que comienza a mediados de 1968.


En septiembre, se declararon en huelga contra los despidos los petroleros de Ensenada y la flota de YPF. La huelga duró dos meses y se convirtió en una causa nacional. Luego, en seguidilla, estallaron las huelgas de Good Year, Citroen y, a principios de 1969, la larga huelga de la gráfica Fabril Financiera.


La burocracia boicoteó descaradamente estas huelgas, que se sostuvieron por la lucha tenaz de un nuevo activismo de base. Aunque los petroleros de Ensenada estaban enrolados en la CGT-A y la regional platense de la CGT se encontraba bajo su liderazgo, el ongarismo no tomó ninguna medida práctica para llevar la lucha a la victoria. Lo mismo sucedió con la huelga de Fabril Financiera, en el gremio del propio Ongaro: la huelga duró dos meses, durante los cuales, en contra de toda la tradición combativa del gremio gráfico, las publicaciones de Fabril fueron impresas en otros talleres.


Desde el punto de vista reivindicativo, todas estas huelgas terminaron en derrotas, pero fueron dejando mojones de la recuperación combativa de la clase obrera y de la aparición de un nuevo activismo de base. Fueron, por sobre todo, un punto de apoyo para la maduración política de su vanguardia en la idea de la necesidad de un enfrentamiento general contra la dictadura. "Salir todos juntos y al mismo tiempo" fue la conclusión que se fue abriendo paso en la vanguardia obrera a la luz de estas luchas.


(continúa en el próximo número)