Aniversarios

7/11/2016

A 35 años de la primera movilización de la CGT contra la dictadura

El 7 de noviembre de 1981, tuvo lugar una movilización convocada por la burocracia sindical de la CGT y por la Iglesia, que buscaron limitarla tanto en su convocatoria (no la organizaron dentro del movimiento obrero) como en sus objetivos (de carácter religioso y sin una clara perspectiva antidictatorial). La marcha, sin embargo, superó los objetivos de contención de los convocantes, convirtiéndose en una gran acción de más de 10.000 personas contra la dictadura militar.
 
 A continuación reproducimos la crónica y análisis de Política Obrera (antecedente de Prensa Obrera) del 9 de noviembre, dos días después de la movilización: “7 de noviembre: se convirtió en una gran movilización antidictatorial”


Lo que ocurrió el 7 de noviembre permitió apreciar las tendencias profundas que se están desarrollando en la situación nacional.


Los 10.000 manifestantes que con sus consignas, sus volantes y sus carteles desafiaron a la policía en Liniers mostraron que estamos asistiendo al debut de una nueva fase de la resistencia de masas a la dictadura.


Los obreros, empleados, estudiantes y familiares de desaparecidos y presos que corearon mayoritariamente “libertad”, “los desaparecidos… que digan donde están” y “se va a acabar la dictadura militar” hablaron por toda la población oprimida.


La combatividad manifestada en San Cayetano debe ser debidamente valorada. El operativo represivo que se desplegó tiene pocos precedentes: miles de policías de uniforme y de civil, carros de asalto, perros, etc. montaron un dispositivo que prácticamente “entubó” la manifestación. (Hay que tener en cuenta que una cantidad apreciable de personas se retiró ante la vista de ese despliegue). Por su parte, la burocracia cegetista y seminaristas de la iglesia hicieron lo imposible por encuadrar y regimentar e impedir que la manifestación tomara un carácter abiertamente político y antidictatorial.


A pesar de todo esto, la furia antidictatorial se abrió camino y se expresó. Una muestra aún en pequeño de los gigantescos combates que se están gestando y del papel que está llamado a jugar cada sector.


 


Dos caminos


La burocracia cegetista hizo un balance “eufórico” de la marcha. Pero lo que no ha confesado es que lo que se vio en ella está en total contradicción con su política. Para la CGT se trataba de realizar una acción limitada -que le permitiera salir del inmovilismo y el desprestigio en que está metida frente a las bases obreras y como parte de la lucha de fracciones que se está dando dentro del partido justicialista- pero con el menor costo posible para su política de “convergencia” con la burguesía “opositora” y con la propia dictadura. Por eso llamaron a una marcha de carácter religioso, en día sábado y por eso no movieron un dedo en ninguna parte para organizar una concurrencia masiva de los trabajadores. Los obispos que tratan de forjarse una imagen de “sensibilidad social” también evitaron abrir un canal para que participaran en número importante trabajadores de sus zonas. A pesar de que era manifiesta la voluntad burocrática de realizar una acción diluida y minoritaria, cuando se conoció la convocatoria a través de una gacetilla perdida en los diarios, se comenzó a notar gran nerviosismo en las filas de la dictadura y de la burguesía en su conjunto. (Es que en este país todo el mundo es conciente que la explosividad social pugna por abrirse camino por una u otra vía). Y se produjo entonces un hecho altamente educativo que debe ser remarcado ante la vanguardia obrera y popular. Junto a las amenazas del gobierno, la “multipartidaria” salió a la palestra negándole apoyo a la marcha. Una rotunda desmentida al palabrerío de burócratas y stalinistas acerca de que el movimiento obrero tendría en la burguesía opositora su aliado “natural”.


La multipartidaria es hostil a toda movilización por restringida que sea porque su perspectiva no es la desestabilización del “proceso”, quieren que éste se reforme parcialmente pero por sobre todo impedir la intervención de las masas frente a la descomposición de la dictadura.


Pero así como la burguesía vio una amenaza en una manifestación convocada bajo el manto de la iglesia y en día sábado, un sector del activismo obrero, estudiantil y democrático vio una oportunidad para intervenir. (Ojo no hay que dejar de considerar que muchos sectores de vanguardia se abstuvieron de concurrir reflejando desconfianza y repudio frente a la metodología burocrática y “chupacirios” de la CGT). Y es así que el acto se convirtió un valioso muestrario, no sólo de la combatividad sino de la tendencia en que se orienta el activismo.


 


Lecciones de la marcha


El esfuerzo de regimentación desplegado por la burocracia y la iglesia, insistimos, fue colosal. La crónica de lo ocurrido permite ver con claridad el eco que logró.


Desde el momento que se constituyó la columna se notaron esfuerzos de los activistas por imponer consignas marcadamente antidictatoriales: “pan, trabajo, la dictadura abajo”, “libertad”, etc. Esto trataba de ser contrarrestado por gente de la iglesia que con altoparlantes se esforzaba por imponer cánticos religiosos y por la burocracia con el grito “CGT”.


A medida que la manifestación se afirmaba y cobraba seguridad, seminaristas y burócratas se veían más en figurillas. Una vez adentro del gran patio donde se realizó la misa la situación se fue definiendo aún más. El cura que ofició la misa lanzó un discurso provocativo: arremetió contra la lucha de clases innumerables veces en nombre de la “reconciliación nacional” y llegó al extremo de pedir que “oremos por nuestros gobernantes” (!). El silencio sepulcral que expresaba el repudio mayoritario comenzó a ser mechado por consignas antidictatoriales. Una parte de los numerosos miembros de los movimientos de “Familiares” logró reagruparse y desde la entrada del patio (en momentos en que Liendo pasaba raudamente por la iglesia rodeado de matones), se escuchó el grito de “dónde está mi hijo”, “donde está mi hermano” y luego se fue extendiendo la consigna de “¡¡que aparezcan!!” Desde el altar el cura se desgañitaba reclamando silencio y desde abajo matones de la CGT, colaboraban agrediendo a los familiares, tratando de arrancarles —sin éxito— sus brazaletes y carteles y de hacerlos callar. Apenas un puñado rezaba.


La tensión fue creciendo. Apenas terminó la misa comenzó una “guerra” de consignas. Frente a las consignas contra la dictadura, por las libertades, por los presos y desaparecidos, la burocracia trataba de imponer consignas provocativas como “ni yanquis ni marxistas, peronistas”, además de tratar que se cantara la marchita peronista, cosa que empezaron varias veces sin llegar a terminarla. Seminaristas de la iglesia se esforzaban por tapar todo, cantando sin interrupción y con altavoces a todo volumen salmos religiosos.


Finalmente, cuando se abrió el portón que da a la General Paz, cerca de 1.000 compañeros se reagruparon en la barranca y el puente que cruza Rivadavia, y esto en el marco de un estudiado operativo de dispersión y fragmentación de la policía. Allí, durante media hora, se corearon consignas políticas y se fue desplazando cada vez más a los grupos burocráticos que no lograban imponerse. Un nutrido grupo de “Familiares” sorteando los controles policiales desplegó dos grandes carteles con las consignas de “aparición con vida de los 'desaparecidos” y “libertad a los presos” y se vio a aguerridos compañeros de ese movimiento pujar con la policía que se los arrancó. El objetivo policial era impedir, que so encolumnaran los presentes en manifestación. Finalmente, grupos dispersos por la presión policial siguieron conmocionando la zona.


Conclusión


En síntesis el 7 de noviembre se contrapusieron dos caminos, dos tendencias.


La burocracia subordinada a una política de “convergencia” con la burguesía esforzándose por asfixiar y desviar el impulso combativo de la gente. Del otro, un nutrido activismo que luchó a brazo partido por explotar la mezquina brecha abierta por la CGT para hacer una manifestación política contra la dictadura.


La fuerza de esta tendencia se hizo sentir a pesar del fenomenal bloqueo. Aunque no se logró una gran presencia del movimiento obrero organizado, sí estuvieron importantes sectores de la vanguardia que en fábricas y gremios clave constituyen o están forjando la auténtica dirección independiente de clase del movimiento sindical. Esta vanguardia que fue a San Cayetano llena de recelo salió fortalecida y reafirmada en su perspectiva independiente.


La masiva presencia del activo estudiantil, testimonió el proceso de ascenso que se está produciendo en el movimiento estudiantil expresado en la reconstrucción acelerada de los centros y en las movilizaciones últimas.


El movimiento de los “Familiares” jugó una vez más el gran papel de catalizador, de impulsor de la movilización.


Se vieron así representadas las tres grandes vertientes a través de las cuales se va configurando el combate de masas contra la dictadura.


El 7 de noviembre fue una muestra de cómo es posible enfrentar la ofensiva antiobrera de la dictadura. Se demostró que las negociaciones entre bambalinas con la dictadura, que las gestiones con la burguesía “opositora” de la multipartidaria, que el declaracionismo vacío que paraliza al movimiento obrero, están más desprestigiados que nunca. Se demostró que es la hora de las grandes manifestaciones de masas, de impulsar todos y cada uno de los movimientos reivindicativos de la clase obrera, de los estudiantes, de los “familiares”, que se multiplican constantemente y de centralizarlos.


Al dispersarse la movilización muchos activistas le gritaban a la policía: “volveremos”.


Se abre la lucha para centralizar todos los combates contra la dictadura en un plan de lucha nacional, en un gran paro nacional.