A 40 años del Cordobazo

¿”Una expresión reformista, no revolucionaria”?


Lucio Garzón Maceda, quien fuera asesor de la CGT y del Smata Córdoba durante el período 1957-70 y protagonista de la CGT que convocó al “paro activo” del 29 de mayo del ‘69, trazó una definición de aquella jornada, cuarenta años después: “El Cordobazo es la culminación de un proceso de contrapoder sindical reformista (desenvuelto) desde 19571. Yo siempre digo que si en la cabeza de Torres, de López o de Tosco2 hubiera estado la idea de dar un signo revolucionario, ese día en lugar de ir a la plaza Vélez Sársfield hubiésemos ido a la Casa de Gobierno porque estaba regalada para las 10.000 personas que andaban por la ciudad… fue un planteo de reivindicación política, democrática y reformista” (Clarín, 29/5).


Garzón Maceda acierta cuando plantea que en la cabeza de los dirigentes que suscribieron el llamado al paro con movilización del 29 de mayo no había un propósito revolucionario. La CGT Córdoba y el conjunto de la burocracia sindical vandorista y ongarista entraron enseguida en una impasse. La CGT Azopardo quedó inmovilizada. La CGT de los Argentinos (Paseo Colón) demoró la convocatoria a un Comité Central Confederal para el… 11 de junio, casi dos semanas después de la rebelión popular, y una huelga general recién para el 1º de julio, esto con quince obreros y jóvenes caídos bajo las balas de la dictadura y decenas de presos y condenados por los consejos de guerra.


El Cordobazo esgrimió reivindicaciones mínimas y democráticas, pero se movilizó por ellas con métodos revolucionarios: la huelga política. El proletariado se puso a la cabeza de una movilización política del conjunto de la población explotada, derrotó a la policía en las calles y ocupó la ciudad. Además, irrumpió una nueva generación de luchadores, que no estaban animados solamente por el “sábado inglés”. La rebelión popular del 29 de mayo del 69 superó en los hechos sus objetivos inmediatos y planteó, en perspectiva, la disyuntiva de quién debía gobernar.


Torres, López y Tosco convocaron a un paro activo por los reclamos inmediatos y las libertades democráticas, pero sólo bajo la presión implacable de los delegados y activistas del Smata, la UOM y la UTA, pero jamás concibieron lo que se convirtió en los hechos en una huelga política de masas. La rebelión de mayo del ‘69 no fue ‘espontánea’, desde el momento que desde hacía dos años, por lo menos, la clase obrera de Córdoba y la juventud discutían la necesidad de una movilización de conjunto contra la dictadura. El Cordobazo planteó el derrocamiento de la dictadura por medio de la acción directa, en oposición a la burguesía, que no iba más allá de un recambio en el gobierno militar, o la eventual convocatoria a elecciones. A partir del Cordobazo, los opositores patronales se vieron obligados a realizar todo tipo de maniobras, como el Gran Acuerdo Nacional y el retorno de Perón, en un delicado equilibrio entre la ‘radicalización’ de las masas, de un lado y, del otro, evitar un derrumbe de la dictadura.


Período revolucionario


Garzón Maceda advierte que “la conducción sindical nacional del peronismo no asume como un hecho propio (al Cordobazo) pese a haber sido mayoritariamente peronista… y no lo hace porque no entraba dentro de lo que era la estrategia del sindicalismo” (ídem anterior). “La idea (de Perón), agrega, era procurar que el sindicalismo se mantuviera organizadamente dentro de sus planes… y en este caso el Cordobazo no era lo que más se ajustaba (a ellos)” (ídem). Esto refuta el alcance “reformista” del Cordobazo. 


El Cordobazo abre un período revolucionario que va a extenderse a lo largo de siete años, hasta el golpe militar del ‘76, con alzas y con bajas. El choque de las ilusiones de las masas respecto del peronismo en el poder se expresó, desde el 73 al 75, en dos grandes movimientos: la movilización de la juventud hasta mediados de 1974 y las huelgas obreras contra el “pacto social”. Estos movimientos llevaron a la crisis de la Juventud Peronista con Perón y al crecimiento de las direcciones sindicales de carácter independiente. El momento culminante de este proceso fueron las huelgas generales de junio y julio del 75, que barrieron al gobierno de la camarilla peronista empeñado en un proceso de fascistización junto a la burocracia sindical y las fuerzas armadas. A diferencia del Cordobazo, estas huelgas tuvieron como sector protagónico al proletariado del Gran Buenos Aires, y se opusieron, no a una dictadura militar, sino a una democracia en descomposición.


Vigencia


Felipe Pigna, que también explica la rebelión popular por la existencia de una dictadura, plantea como uno de sus motores “el reclamo permanente de los peronistas por la convocatoria a elecciones limpias y el regreso de su líder”, una consigna que no estuvo en las calles de Córdoba y sí en el recambio de emergencia que pusieron en marcha el imperialismo y la burguesía nativa a partir del año ‘70, cuando era clara la radicalización de las masas en todo el país y el carácter irreversible de la descomposición del régimen militar.

El Cordobazo marcó el inicio de la desintegración de la CGT(A). Como corriente, no como organización, estuvo entre las cabezas. La CGTA habría nacido de una disputa burocrática y se extinguió cuando la burocracia se reagrupó en torno, nuevamente, de Perón.


l. La CGT Córdoba fue la primera central del interior “normalizada” bajo dirección peronista (Atilio López, julio 1957) y protagonista de la “resistencia obrera” a la Libertadora.

2. Elpidio Torres, secretario general del Smata; Atilio López, de la UTA; Agustín Tosco, de Luz y Fuerza.