Aniversarios

1/9/2020

A 40 años del levantamiento obrero en Polonia: el desarrollo de Solidaridad entre la revolución y la contrarrevolución

Un primer artículo desarrolló los antecedentes de este proceso.

En el transcurso de 1980, Polonia debía pagar un vencimiento de 7.000 millones de dólares al FMI. El Estado polaco había admitido la presencia de una inspección de ese organismo financiero internacional (tal como estaba ocurriendo en Yugoslavia y Rumania) con motivo de que había gestionado un crédito de 500 millones de dólares. El ahogo económico de Polonia, como fruto de las ataduras de la burocracia a los organismos financieros internacionales llevó a un aumento sideral del precio de la carne: 60%. El 14 de julio de 1980, en pleno verano polaco, miles de trabajadores de Gdansk salen a la huelga, ocupan 3.000 empresas, eligen setecientos delegados, y funcionan permanentemente en asambleas que también renuevan su representación al calor de la experiencia que le brindan los acontecimientos. Los debates de las asambleas son seguidos por el pueblo a través de los altavoces que deliberadamente han conectado.Los trabajadores de Gdansk, conscientes de la necesidad de unificar el movimiento huelguístico y de darle una dirección que responda a esa necesidad, elegían un comité de huelga.

Las reivindicaciones votadas constituyen un cuestionamiento de fondo al régimen burocrático del estado obrero, aunque limitado:

-Sindicatos libres e independientes del partido y de la empresa sobre la base de la convención nº 87 de la OIT (que establece la libertad de asociación y sindicalización y prohíbe a las autoridades públicas intervenir o llevar a cabo acciones que lo obstaculicen).

-Derecho de huelga y a la seguridad de los huelguistas.

-Libertad de expresión y publicación, garantizadas por la constitución.

-Libertad para los presos políticos y restablecimiento de los derechos de los represaliados en el 70 y 76.

-Información pública sobre la situación socioeconómica del país con el objeto de plantear una reforma económica.

-Pagar a los huelguistas con los fondos del consejo central de los sindicatos (sindicatos oficialistas).

-Aumento de salarios.

-Aprovisionar de alimentos el mercado interior y exportar solo excedentes. Incluir las libretas de racionamiento para el reparto de carne.

– Elección de cuadros por cualificación y no por su pertenencia al partido.

– Supresión de los privilegios de la policía y miembros del aparato del partido, igualando los subsidios familiares.

-Aumento de las jubilaciones y pensiones.

-Mejora de los servicios de salud y asistencia médica.

-Guarderías para los hijos de las mujeres que trabajan.

– Alargar el permiso de maternidad pagado a tres años.

-Sábado no laborable, y compensación con otro día libre en caso de trabajarse.

Maniobras, trampas y obstáculos de la huelga

Mientras se sostenía la huelga, la Iglesia intentó debilitarla con mensajes cuyo contenido pretendía dividir a los trabajadores. El cardenal primado de Polonia, Wiszinsky declaraba sin ambages: “Aunque a veces, si no queda más remedio, la persona tiene derecho a hacer valer su punto de vista no acudiendo a trabajar, nosotros sabemos realmente que ese argumento cuesta muy caro.Los costos de este argumento llegan a miles de millones, son una carga para toda la economía nacional y se vuelven como un búmeran contra la vida de toda la nación, de las familias y de cada persona”. La iglesia va a ser un factor esencial en la dislocación y desmoralización del movimiento huelguístico. Una burocracia golpeada, lograría luego reponerse y contragolpear derrotando a una insurgencia obrera cuya perspectiva era derrotar a la burocracia, realizar la revolución política e imponer un gobierno de la clase obrera.

El 31 de agosto la burocracia  emprendió un recule táctico, dando satisfacción en los papeles a las veintiún demandas votadas en Gdansk. Por fuera de ese protocolo hubo otros acuerdos firmados que los dejaban sin efecto, planteando el acatamiento a la constitución polaca, que reconocía el liderazgo del POUP (Partido Comunista Polaco stalinista) y estableciendo que hasta que no se sancione una nueva ley sindical, se mantenía la vigencia de la que reconocía a los sindicatos oficiales polacos dirigidos por la burocracia sindical del partido. Los nuevos sindicatos debían registrarse en la única central sindical existente reconocida legalmente, cuyos dirigentes formaban parte de la burocracia del POUP. Se agregaba también el reconocimiento del área de acción sindical solo al ámbito de la empresa, desconociendo al comité interempresarial de huelga.

Los acontecimientos posteriores van a demostrar que los condicionantes colocados en estos acuerdos iban a sepultar la perspectiva de una victoria de la clase obrera polaca. Algo fundamental en este derrotero fue el reconocimiento por parte de la dirección de la huelga del liderazgo político del POUP. Ningún triunfo podía venir de reconocer el liderazgo de los verdugos contra quienes se luchaba.

Como resultado de la gran huelga la burocracia del Estado polaco relevaba a Gierek como secretario general del POUP, el 6 de septiembre por Stanislaw Kania, que se presentaba como más contemporizador. Tenía la finalidad de disipar el movimiento de lucha sobre la base de maniobras, para cuya consumación iba a contar con un sector colaboracionista dentro del Comité interempresarial de Huelga, que tiempo después se convertiría en Solidaridad.

El movimiento de lucha parecía consolidarse en un sentido progresivo. El dinamismo y la combatividad del movimiento de lucha contra la opresión stalinista establecieron una puja entre dos tendencias: una que se expresaba en el proletariado más avanzado y la otra que era el frente único entre la burocracia del estado polaco y la iglesia. En este cuadro, el 22 de septiembre de 1980 treinta y cinco comités de huelga fundaron el sindicato Solidaridad (con diez millones de afiliados sobre 12 millones de trabajadores), que desde el inicio encontró objeciones por parte de la conferencia episcopal polaca, que entendía su surgimiento como peligroso, y una competencia al status quo entre la iglesia y la nomenklatura del POUP. La Iglesia va a intervenir al interior de Solidaridad como un tumor que iría devorando su progresividad.

Desde la firma del acuerdo, 31 de agosto de 1980, la burocracia del Estado polaco intentó violar sistemáticamente los acuerdos, y la clase obrera polaca luchó por imponerlos. El 3 de octubre de 1980 Solidaridad lanzó un huelga nacional de dos horas reclamando el cumplimento del aumento salarial acordado, acceso a los medios de información y libertad para la creación de sindicatos. El cardenal primado Wyszcinsky hizo conocer su oposición. Un mes después los coordinadores de Solidaridad  aceptaron la descentralización de las discusiones salariales, lo cual provocó un creciente descontento en la base del mismo. A esto se añadía la postergación indefinida de la concreción de las cuarenta horas semanales y el cumplimiento parcial de los sábados libres (solo una vez por mes), que en mayo de 1981 el gobierno va a violar definitivamente. La profunda tendencia a la insurgencia obrera se expresaba en huelgas salvajes que enfrentaban el conservadurismo de la mayoría dirigente de Solidaridad. La respuesta de la Conferencia episcopal polaca era drástica: “No se pueden llevar a cabo actos que dejen a nuestra patria sometida a amenazas para la libertad y la entidad estatal”. La fracción católica liderada por Lech Walesa (en 1970 líder del comité ilegal de huelga de los astilleros de Gdansk y del comité interempresarial de huelga surgido en 1980, cooptado por la Iglesia e influenciado por el Vaticano) en la dirección de Solidaridad actuaba en esa perspectiva.  Las fisuras al interior de Solidaridad no tardaron en manifestarse. Andrzej Giwazda y Anna Walentinowicz, dos líderes reconocidos de Solidaridad, y víctimas de la represión de la burocracia, van a romper con Walesa como resultado de estas circunstancias. Cabe señalar que un sondeo de opinión sobre el estado de ánimo de la base de Solidaridad daba cuenta de un descontento del 54% de la base obrera con respecto a Lech Walesa. Este descontento se va a poner de manifiesto en enero de 1981 con la ruptura de la tregua que se expresa en la ocupación violenta de los sindicatos oficiales. Al mismo tiempo comienzan a agudizarse las protestas obreras locales.

Las manifestaciones explosivas y aisladas contra la burocracia del partido gobernante expresaban el repudio profundo al mismo, y al mismo tiempo una tendencia de sectores de las masas a la revolución política. En enero de 1981 en las localidades de Bielsko Biale y Jelema Bora se producen huelgas y manifestaciones demandando la renuncia de los miembros del POUP que dieron la orden de disparar en el Báltico durante la rebelión obrera de 1970.Como se puede observar la profundidad de la insurgencia obrera y popular iba más allá de las meras reivindicaciones económicas. Otra vez Walesa y el cardenal primado Wyscinsky llamaban a apaciguar y a levantar las huelgas.

Los acontecimientos de Bydgozcz

El 14 de marzo de 1981 los agricultores de Bydgozcz ocuparon el local de la Unión Campesina Polaca (organización sindical dirigida por la burocracia del POUP), para luego dirigirse ante el Consejo Provincial en reclamo de sus reivindicaciones. La policía intervino reprimiendo violentamente a los manifestantes. La demanda de los trabajadores rurales era el reconocimiento de Solidaridad campesina (con dos millones de afiliados). Frente a la represión, Solidaridad resuelve una huelga, que dilata por las presiones de la Conferencia episcopal polaca. La huelga se concreta tardíamente superando las presiones y en mayo fue reconocido el sindicato Solidaridad Rural.

En abril de 1981 Walesa, logra sostener la dirección de Solidaridad ganando las elecciones del sindicato con un 55% de los votos, expresión de su pérdida de prestigio, cuya mayor manifestación se encontraba en los sectores más avanzados del movimiento obrero pero que aún no se traducían en una organización independiente y clasista que lograra superarlo. La iglesia había metido sus garras. Y Walesa no va a perder el tiempo: va modificar los estatutos, quitándole peso a las grandes empresas en las decisiones del sindicato, mediante la supresión de las comisiones de empresa (excepto en Ursus, Gdansk y Varsovia). Los órganos regionales de Solidaridad no consultaban a los trabajadores. A la postre, esto va a producir la desmoralización de los trabajadores polacos.

Desde julio a octubre de 1981 la burocracia stalinista descargaba la creciente crisis económica sobre las espaldas de la clase obrera: caía la producción y aumentaba el caos con el desabastecimiento, que provocaba el descenso drástico del consumo. El precio de la carne aumentaba un 20%, lo cual provocaba su racionamiento. Varsovia, Zyrardow, Lodz y otras ciudades eran el escenario de manifestaciones de mujeres que exclamaban “tenemos hambre”. El 25 de septiembre tiene lugar una huelga general de dos horas. El 6 de octubre, ante la inflexibilidad del gobierno, estallan paros en las zonas industriales, pero sin la centralización de la dirección de Solidaridad, cuya mayoría dirigente católica encabezada por Walesa se rehusaba a destronar a la burocracia stalinista.

La burocracia del POUP decidió dar un golpe de timón, desalojando a Kania de la secretaría general del partido y, en consecuencia del timón del Estado, designando al general Wojciech Jaruzelski en su lugar. Su nombramiento tenía un claro propósito: la preparación de una ofensiva contra la clase obrera implantando el estado de excepción en Polonia. En medio de la hambruna, el desabastecimiento y la escasez, el Estado polaco aumentó su dureza contra los reclamos obreros. Su política fue enviar al ejército a los barrios obreros a repartir comida. La función de esta decisión era preparar la intervención represiva del ejército, que meses después iba a producirse. A principios de diciembre, Jaruzelski, el ejército polaco y el POUP ya habían tomado la decisión de dar un autogolpe.

Actuaban con dureza frente a los reclamos de Solidaridad. La política conciliadora de esta transformaba los reclamos en una formalidad. El congreso de Solidaridad de octubre de 1981 propondría un pacto histórico entre la Iglesia, el POUP y Solidaridad para crear un “ Comité de Salvación Nacional”. El fracaso de esa política negociadora lo llevó en diciembre, a destiempo, y con una clase obrera desmovilizada por esta orientación derrotista, a declarar “una huelga general indefinida” sin fecha y la “posibilidad de un referéndum para establecer un gobierno propio”. La dirección de Solidaridad y Walesa sabían que se trataba de un saludo a la bandera. Jaruzelski también, y lo tomó como excusa para decretar la ley marcial, la prohibición de Solidaridad, de las reuniones públicas, del derecho de huelga y encarcelar a Walesa y a buena parte de la dirección de Solidaridad. Las tropas se habían apoderado de las esquinas de las principales ciudades y sembraban el terror.

Nuestro partido (entonces denominado Política Obrera) realizó bajo la dictadura militar en Argentina manifestaciones callejeras en repudio al golpe de Jaruzelski y un festival acto en el club Malcolm de Villa Crespo, cuyo orador fue Christian Rath. El proceso fue seguido en detalle en las páginas de Política Obrera e Internacionalismo. Se trataba de la posibilidad de que la clase obrera de los Estados obreros burocratizados abriera curso a la revolución política quebrando el avanzado proceso de restauración capitalista. Un problema vital para la clase obrera de todo el mundo, que necesitaba ser agitado y discutido incluso bajo condiciones de clandestinidad y enfrentando los peligros de la represión.

Las publicaciones de Política Obrera y la TCI siguieron en tiempo real el desarrollo y la derrota de la revolución en Polonia y son una importante fuente disponible para su estudio.

Jaruzelski y Walesa encaminan la restauración capitalista

Walesa y Solidaridad fueron víctimas de su política de conciliación con la burocracia stalinista. Luego, verdugos y víctimas serían los artífices de la restauración capitalista, frustrando uno de los principales levantamientos obreros de Polonia y del mundo. Las características soviéticas de Solidaridad (la unidad de la clase obrera por encima de sus barreras gremiales y la imposición de un poder dual durante su existencia) fueron destruidas por Walesa y sus acólitos. Ese era el propósito del Vaticano y del imperialismo. En 1982 el régimen de Jaruzelski liberó a Walesa, luego de un acuerdo entre el cardenal Glemp, la burocracia y el propio Walesa, que actuó al margen de la dirección clandestina de Solidaridad, en el sentido de retroceder en la naturaleza política de Solidaridad a un carácter meramente sindical, y atomizado empresa por empresa. El Washington Post saludaba este acuerdo. El imperialismo comprendía el debilitamiento de la burocracia y la posibilidad de liquidar la propiedad estatal y dar pasos hacia la restauración capitalista. En posteriores acuerdos entre Walesa y el régimen de Jaruzelski, durante la década del 80, Polonia dio pasos hacia una economía de mercado.

En 1990 Walesa fue elegido presidente, encabezando la restauración capitalista. Su política fue la devaluación monetaria, las rebajas salariales y los despidos masivos. Cuarenta años después del gran alzamiento obrero polaco resulta obligatorio extraer conclusiones fundamentales sobre el rol anti obrero y contrarrevolucionario de la Iglesia Católica y sobre la necesidad de la construcción de un partido obrero revolucionario. La revolución política en Polonia, planteada objetivamente por el alzamiento obrero de 1980, abría la posibilidad de desalojar a la burocracia stalinista del poder, quebrando la degeneración del Estado obrero y la restauración capitalista. La capacidad del imperialismo de intervenir sobre los levantamientos de las masas por sus reclamos contra la burocracia deja enseñanzas profundas. En nuestros días en Hong Kong las movilizaciones contra el régimen represivo del Partido Comunista Chino son objeto de toda una política de penetración del capital imperialista. Ese camino desnaturalizará sus reclamos, y frustrará los objetivos populares, como lo muestra toda la historia del avance restauracionista en el este europeo y la ex Unión Soviética.

Hoy, en medio de la depresión mundial y de la catástrofe capitalista, con pandemia incluida, las masas polacas son víctimas de ataques a sus vitales condiciones de existencia, mediante la acción de un gobierno derechista y clerical. La gran huelga docente de junio de este año y la lucha de las mujeres por el aborto legal, son los gérmenes de futuros alzamientos, para los cuales la existencia de ese partido será vital.