A 49 años, la vigencia indiscutible del Cordobazo

El Cordobazo abrió una situación revolucionaria en el país

El Cordobazo fue el punto culminante de una cadena de rebeliones obreras y populares que sacudieron al país desde principios de aquel año 1969. Dio inicio a un ascenso revolucionario que se prolongó hasta la huelga general de junio y julio de 1975 y que, finalmente, sería ahogado a sangre y fuego por la dictadura genocida de Videla, Massera y Agosti.


Antecedentes



Entre enero y abril de 1969 se produjo el Ocampazo: una pueblada y una huelga obrera contra el cierre del Ingenio Arno en Villa Ocampo, Santa Fe. El 15 de mayo de ese año estalló el Correntinazo: el asesinato del estudiante Juan José Cabral en el marco de una represión contra una movilización de estudiantes correntinos y chaqueños, que protestaban por la privatización del comedor de la Universidad del Nordeste, produjo una verdadera rebelión popular y una batalla campal contra la policía en la ciudad de Corrientes. Al día siguiente, comienza a gestarse el Rosariazo con una protesta estudiantil. En la represión asesinan al estudiante Adolfo Bello y el 21 se produce una verdadera batalla campal cuando una masiva movilización se enfrenta a las fuerzas de represión y las obligan a replegarse. La situación llevó a que un grupo de 38 sindicatos declare un masivo paro industrial. Entre el 21 y el 25 de mayo se produjo el Salteñazo, que se inició con una huelga de estudiantes secundarios. La decisión de la dictadura de Onganía de cerrar once ingenios llevó al estallido del Tucumanazo el 27 de mayo.



Todas estas rebeliones fueron la respuesta a la debacle de la política de la dictadura de Onganía, que en 1966 desplazó al radical Arturo Illia de la presidencia, cerró el Congreso e intervino todos los poderes provinciales.


El gobierno de Onganía



Onganía asumió con el apoyo de la Sociedad Rural y las Confederaciones Rurales Argentinas, pero también con el de la Unión Industrial Argentina y la Confederación General Económica -es decir de la burguesía “nac and pop”, con un compañero de ruta del Partido Comunista, José Gelbard, a la cabeza. También recibió el aval de las principales cámaras empresariales del imperialismo. En la ceremonia de asunción, en primera plana estaban los dirigentes de la CGT, es decir la burocracia sindical peronista. Por su parte, Perón, desde su exilio en Madrid, declaraba que “el gobierno militar surgido del golpe… ha expresado propósitos muy acordes con los que nosotros venimos propugnando desde hace más de veinte años” y llamaba a “desensillar hasta que aclare”. Mientras las “62 de Pie” saludaban a la llamada Revolución Argentina, el peronismo revolucionario referenciado en Las 62 hacía un significativo silencio.

Nuestro partido, Política Obrera, caracterizó el golpe como “una síntesis reaccionaria del peronismo y la Libertadora”. Del primero, adopta la política de estatizar y controlar al movimiento sindical, para integrar al peronismo por la vía de la cooptación de sus dirigentes sindicales. De la Libertadora, retoma la política de eliminar la base sindical en las fábricas y remover toda legislación que impidiera la flexibilización laboral. Onganía revela sus propósitos reaccionarios muy rápidamente, con la feroz represión a los estudiantes de la UBA y luego a los de la Universidad de Córdoba (donde cae asesinado Santiago Pampillón). Introduce el arbitraje obligatorio (lo que de hecho liquida el derecho a huelga), impone despidos masivos de ferroviarios y portuarios y el cierre de ingenios azucareros en Tucumán. A fines de 1966 designa a Adalbert Krieger Vasena como ministro de Economía, un liberal que arranca su gestión derogando la ley de Salario mínimo; suspende los convenios colectivos de trabajo y las paritarias, congelando los salarios por dos años; eleva a 60 años la edad para jubilarse, sanciona una ley para permitir la participación de las empresas privadas en el negocio del petróleo y una ley de Alquileres que facilita los desalojos.



En síntesis, desarrolla un plan de guerra contra los trabajadores.



La situación argentina empalmaba con una crisis económica capitalista de alcances internacionales y que comenzaba a gestar grandes movimientos de masas.


Cordobazo



En el marco de una crisis económica generalizada, las movilizaciones recorrían el país y bajo la presión de éstas, las CGT de Vandor y la de Ongaro (CGT de los Argentinos) convocaron a un paro general para el 30 de mayo. Su función era descomprimir, ya que no estaba atado a ningún plan de lucha y no preveía movilizaciones. Es decir que no tenía el carácter de un paro activo. Pero en Córdoba el alza obrera, bajo el impulso de un creciente activismo independiente -no controlado por las direcciones gremiales-, llevó a la CGT local a decretar un paro a partir de las 10 de la mañana del 29 de mayo con abandono de fábrica.



A la cabeza de esta decisión estaba el joven proletariado de la industria metalmecánica, afectado por los despidos, los aumentos de los ritmos de producción y un deterioro general de las condiciones de trabajo. La gota que colmó el vaso fue la decisión del gobierno de derogar el “sábado inglés”, que estaba en vigor en Córdoba, Mendoza, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán. Una asamblea general de los mecánicos, realizada el 14 de mayo en el Córdoba Sporting Club, fue disuelta violentamente por la policía, pero reveló que la decisión de ir a una lucha frontal contra el régimen estaba tomada por las bases obreras. El estudiantado secundario, una semana después, ganaba las calles y también era reprimido. A su vez, en la empresa de energía -donde la representación de los trabajadores recaía en el sindicato de Luz y Fuerza de Agustín Tosco- se vivían suspensiones y la pretensión de imponer un plan de “racionalización” y privatizarla. Para completarla, Carlos José Caballero, el interventor de Onganía, aumentó los impuestos a la propiedad.



En todo el período previo, los ataques que Onganía venía perpetrando contra los trabajadores no tenían respuesta por parte de la dirigencia sindical. El 1º de marzo de 1967, la CGT convocó a un simulacro de paro general y un “plan de acción”. Miles de trabajadores salieron al paro en medio del más profundo sabotaje de su dirección, absolutamente desmoralizada y entregada, y abrió un período de derrota del movimiento obrero. Las jornadas perdidas por huelga alcanzaron, entre los años 1967-1968, el nivel más bajo en toda la historia.



La burocracia sindical era parte del acompañamiento que el peronismo venía dando al gobierno de Onganía. Todo esto provocó un proceso de deliberación en el seno de las organizaciones obreras. En las fábricas del Smata crecían las agrupaciones de lucha y antiburocráticas, ligadas a la izquierda, que luego llevaría a la clasista Lista Marrón a la dirección del gremio, derrotando al burócrata Elpidio Torres. En las plantas de Fiat (Concord y Materfer), los trabajadores desplazan de la dirección de los sindicatos Sitrac y Sitram a la conducción amarilla que había puesto la misma patronal.


La cuestión del poder



Todos estos elementos dieron al Cordobazo una característica distintiva respecto de los anteriores “azos”. Lo colocaron como el responsable directo de la caída de Krieger Vasena y de haber herido de muerte a la dictadura de Onganía, abriendo una situación revolucionaria en el país. En la burguesía se operó un cambio de frente para atender a la grave crisis económica y al alza de las masas ante el peligro de quiebra del Estado. Por lo tanto, estaba planteada una cuestión clave: la cuestión del poder, y esto no sólo para las distintas fracciones de la burguesía y el imperialismo, sino también para la clase obrera.



Los trabajadores cordobeses, a la cabeza de un levantamiento popular que incluía a estudiantes y sectores medios, habían ocupado las calles de Córdoba al grito de “Luche, luche, luche y no deje de luchar / por un gobierno obrero y popular”. Es decir que las masas tenían frente a la crisis un planteo de poder propio.



El Cordobazo fue una acción al margen, y hasta en oposición, a la burocracia sindical peronista que se había asociado a la dictadura, de lo cual no zafaba Perón. Política Obrera (Nº 61, 29/11/69) caracterizaba que “por el nefasto rol del peronismo en la oposición, la masa obrera ha dejado de tener como preocupación central su retorno al poder bajo una forma de gobierno peronista”. Pero para Política Obrera, al “no estar clarificado entre los obreros de vanguardia la naturaleza del programa que se identifica con el gobierno obrero como forma estatal de dominación política del proletariado… especulan las variantes izquierdistas del peronismo y de los grupos pequeños burgueses que todos los días dedican una parte de su tiempo a ‘peronizarse’. Es sobre esta carencia, también, sobre la que especula el Partido Comunista”.



Esta caracterización de Política Obrera se vio confirmada. El proceso de “peronización” para transformar el “luche por un gobierno obrero” en “luche y vuelve” tuvo su principal empuje con el secuestro del general de la “Fusiladora”, Pedro Eugenio Aramburu, en manos de un grupo ligado al nacionalismo católico que daría lugar al nacimiento de Montoneros.



La peronización buscaba involucrar a Perón, incluido su retorno, para llevar adelante el principal operativo: cerrar la crisis mortal del Estado. Esto implicaba terminar con la iniciativa de los trabajadores y con los sindicatos, comisiones internas y delegados antiburocráticos. En definitiva, implicaba doblegar al movimiento obrero para imponerle un feroz retroceso de sus condiciones de vida y laborales.



Y esto es lo que va a iniciar el gobierno de Perón-Perón, de la mano de la Triple A, y luego continuará la dictadura genocida.


49 años no es nada



La lectura de la crónica nos lleva a la actualidad. La crisis capitalista ha pegado un salto enorme en relación con la de aquel momento. Las necesidades de la clase capitalista de producir un ataque sustancial a las condiciones de vida de los trabajadores, a sus ingresos, al régimen laboral, están potenciadas. Los trabajadores enfrentan el plan de guerra oficial.



El crecimiento del clasismo en el terreno del movimiento obrero y la autoridad conquistada por la izquierda revolucionaria se sostienen, en contraposición a la pérdida de autoridad del peronismo y de su burocracia sindical. Las condiciones para llevar el Cordobazo y sus premisas históricas a un triunfo definitivo están planteadas. Nuestro planteo de paro activo nacional frente al ajuste de Macri y los gobernadores y al pacto con el FMI es, en definitiva, el de un Cordobazo nacional para derrotar el ajuste y abrir paso a una perspectiva política y de poder de la clase obrera.