Bicentenario y deuda externa

El Bicentenario se conmemora con un gobierno “nacional y popular” dispuesto a pagar “contra viento y marea” la deuda fraudulenta y usuraria. El asunto tiene su costado pedagógico porque traduce la conducta histórica de la clase dominante de Argentina.

La voluntad de “honrar la deuda” aun con el “hambre de los argentinos” ha sido la consigna histórica de la oligarquía y la burguesía argentinas.

Una larga historia continental

Muy tempranamente, en 1825, cuando inauguraba el flamante cargo presidencial, Bernardino Rivadavia hizo una operación leonina con la Banca Baring Brothers por un millón de libras, de las que sólo llegaron poco más de la mitad. Su pago multiplicó varias veces el monto “recibido” y recién pudo saldarse en el siglo siguiente, en 1904. La deuda y el vaciamiento financiero son un dato congénito de nuestra historia. Brasil es otro caso, aunque no el único: al consagrarse como nación independiente asumió como propio el pago de un préstamo de 1,4 millón de libras contraído en Inglaterra por el gobierno portugués para combatir el movimiento independentista.

El cobro de la deuda de México provocó, en 1861, la llamada Convención de Londres, donde Inglaterra, Francia y España acordaron una acción militar común para ejecutar sus créditos impagos. La invasión conjunta comenzó con el desembarco de tropas en el puerto de Veracruz y, más tarde, quebrado el acuerdo original de las potencias europeas, se transformó en la ocupación de México por las tropas francesas y en la instalación en el poder de Maximiliano, archiduque de Austria. Los invasores serían derrotados por las fuerzas nacionales, bajo el comando de Benito Juárez, cuatro años más tarde.

A comienzos de este siglo se produce, por idénticas razones, la segunda gran operación bélica contra un país «deudor», esta vez contra Venezuela. Fue emprendida en forma conjunta por los gobiernos de Inglaterra, Alemania e Italia. La exigencia era el cobro de la deuda por un monto casi ocho veces superior al estimado por las autoridades venezolanas, como resultado de la acumulación exponencial de intereses. A través del bloqueo y el bombardeo de puertos venezolanos, los acreedores impusieron sus puntos de vista en los Protocolos de Washington, firmados en 1903.

Estados Unidos y las “colonias” caribeñas

Fue con el mismo pretexto del endeudamiento que los países del Caribe, en este caso, quedaron tempranamente colocados bajo el dominio de los Estados Unidos. En 1901, el Senado norteamericano votó la llamada Enmienda Platt (el senador que elaboró el proyecto), por la cual el gobierno local consentía que los Estados Unidos pudieran ejercer el «derecho de intervención» y fiscalizar el manejo de la deuda pública. Esta enmienda fue incorporada a la Constitución de Cuba. 

Por otro “acuerdo” de características similares, el gobierno estadounidense se hizo cargo, desde febrero de 1905, de los ingresos aduaneros de la República Dominicana, cuyos fondos eran girados en un 50% a un banco de Nueva York para cubrir las deudas de la nación caribeña con sus prestamistas. Por supuesto, el endeudamiento estaba totalmente “inflado”: la deuda externa dominicana alcanzó en aquella época una dimensión superior a 20 veces los ingresos anuales totales del Estado. Los “desórdenes” financieros justificaron luego la invasión directa de los Estados Unidos, que administraron el país hasta 1930.

No es muy distinto el caso de Haití, que fue obligado a colocar sus aduanas, su ordenamiento presupuestario y también su principal institución financiera estatal bajo el control del gobierno norteamericano y del National City Bank of New York. Los «marines» ocuparon el país directamente en 1915 para garantizar el cobro de la deuda.

Un itinerario casi idéntico siguieron los acontecimientos en Nicaragua, cuando en los primeros años del siglo pasado un funcionario de la United Fruit asumió la presidencia, lo que no impidió, años más tarde, la intervención militar directa, que tuvo como respuesta la guerra civil y la resistencia liderada por César Augusto Sandino. Cuando éste fue asesinado, se inauguró la era de los Somoza.

Deuda e imperialismo

La deuda externa, por lo tanto, constituyó desde el siglo pasado un instrumento privilegiado del proceso expropiatorio que domina toda la historia latinoamericana. En este sentido, no ha perdido actualidad la definición formulada por Lenin: “El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores”. Es parte de la historia que sigue hasta nuestros días(1).