Aniversarios

27/11/2008|1065

Cincuenta años de la Revolución Cubana (IV)

El asalto al cuartel Moncada

Equipo Aniversarios

Los partidos y sindicatos establecidos – auténticos, ortodoxos, stalinistas– quedaron paralizados ante el golpe de Estado de Fulgencio Batista del 10 de marzo de 1952. La resistencia comenzó en la juventud; su epicentro fue la Universidad de La Habana.

Desde el mismo 10 de marzo, Fidel Castro -dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y frustrado candidato ortodoxo a diputado por La Habana- comenzó una vasta tarea de agitación. Se presentó ante los tribunales para exigir que Batista fuera condenado por violar la constitución; su presentación fue rechazada.

Poco después, a mediados de 1952, en una concentración en La Habana, Castro planteó que “la respuesta a la violencia del dictador debería ser dada por las armas”.1 Fue ovacionado por una concurrencia mayoritariamente juvenil.

Poco menos de un año después, el 26 de julio de 1953 comandaba el asalto al cuartel Moncada.

Preparación

Cuando Castro dio su discurso en La Habana, los preparativos para la acción armada ya habían comenzado. Con el respaldo de algunos de sus compañeros de la FEU y de la juventud del “partido ortodoxo”, Castro comenzó a crear decenas de células, especialmente en La Habana. Las integraban estudiantes, empleados estatales, artesanos y algunos obreros del azúcar.
El grupo tuvo un rápido desarrollo; según Fidel Castro, a mediados de 1953 ya organizaban unos 1.200 militantes.2 La organización se diferenciaba de las existentes por su organización celular, especialmente concebida para combatir a una dictadura sanguinaria. Era independiente de los partidos opositores: “No había dirigentes oficiales de ese partido (ortodoxo) en la organización nuestra (…) Era una organización al margen de los partidos políticos”, recordaría Castro.3

El grupo comenzó a resolver problemas prácticos. Para no despertar las sospechas de los servicios de inteligencia, se compraron exclusivamente armas de caza. “Las adquirimos legalmente (…) fue tan eficiente el trabajo, que conseguimos que las armerías nos dieran crédito; las últimas armas las compramos a crédito casi todas”.4

Castro pensaba que la toma de un gran cuartel encendería la llama de la rebelión popular contra la dictadura; su plan político se reducía a realizar una acción resonante para despertar la conciencia popular. Según el propio Fidel Castro, “nosotros pensábamos ocupar las armas del campamento; pensábamos hacer un llamamiento a la huelga general de todo el pueblo”.5 El llamamiento que pensaban difundir era el último discurso de Eduardo Chibás, fundador del Partido Ortodoxo, antes de su suicidio en 1951.6

El blanco elegido fue la segunda mayor instalación militar de la isla, el cuartel de Moncada en Santiago de Cuba. Aunque el objetivo del ataque era desatar una sublevación popular, ninguno de los integrantes del grupo -con la excepción del propio Castro y de otro militante- tenía relación con el movimiento de masas de Santiago; la mayoría ni siquiera conocía la ciudad. Por razones conspirativas, según explicó el propio Castro, “había un compañero del Movimiento que vivía en Santiago de Cuba; era el único (…) no queríamos reclutar personal de Santiago para disminuir los riesgos de que pudiera haber una indiscreción”.7

Ataque

El plan de ataque previó varios blancos. Al Moncada se dirigirían los dos grupos mayores, encabezados por el propio Fidel Castro. Los objetivos secundarios eran el cuartel Bamayo, el tribunal provincial y el hospital civil. Se resolvió atacar en la víspera del carnaval, una época en que la guardia estaría reducida. En total, 134 militantes participaron de las acciones.

Después de duros tiroteos, el grupo encabezado por Raúl Castro tomó el tribunal; el de Abel Santamaría ocupó el hospital. Pero la toma del Moncada fue un rotundo fracaso. Después de tres horas de combate, el grupo atacante comenzó a replegarse.

Diez atacantes murieron en combate. Más de 70 se rindieron; fueron asesinados luego de ser horriblemente torturados. En las horas posteriores al ataque, la policía asesinó a decenas de opositores en Santiago.

Fidel Castro logró huir; fue capturado varios días más tarde. Salvó la vida por casualidad. El oficial que comandaba la cuadrilla que lo capturó había sido su compañero en la universidad; le advirtió que no diera su nombre porque sería asesinado en el acto. Luego, entregó a Castro a la policía; no a los militares.

Juicio

El 21 de septiembre comenzó el juicio contra los sobrevivientes del ataque. Como abogado, a Castro se le permitió ejercer su propia defensa.

Fidel Castro convirtió su defensa en una violenta denuncia de la tortura y el asesinato de los militantes que se habían rendido, de la sistemática violación de los derechos de juicio y, por sobre todo, en una sistemática y pormenorizada denuncia del régimen de Batista, de las privaciones de las masas empobrecidas y de la opresión nacional y social en Cuba.

Castro logró poner en el banquillo al régimen de Batista. Su alegato comenzaba a tener tal repercusión que el gobierno intentó impedir que su voz llegara al público. Se lo declaró oficialmente “enfermo” para impedirle concurrir a las sesiones. Castro protestó. Recién el 16 de octubre pudo volver a estar presente en las sesiones, que ya no se desarrollaron en el tribunal sino en una sala de enfermeras del hospital civil.

En su alegato, Castro formuló los objetivos políticos de su movimiento: “El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación, el problema de la salud del pueblo; he ahí concretados los seis puntos a cuya resolución se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos, junto con la conquista de las libertades públicas y la democracia política”.8

El “programa del gobierno revolucionario” incluía medidas como el asentamiento de cien mil campesinos arrendatarios, la expropiación del latifundio, la recuperación de las tierras usurpadas al Estado, la rebaja de los alquileres, la nacionalización de las compañías de electricidad y teléfono; la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas. Del programa inicial de los “ortodoxos” -la crítica a la corrupción gubernamental-  Castro había comenzado a evolucionar hacia una plataforma antiimperialista.

El alegato de Castro, que entró en la historia por su frase final -“La historia me absolverá”- fue editado clandestinamente; ya en 1954 circulaban miles de copias. Desde la cárcel, Fidel seguía celosamente la distribución del “programa” y su efecto en las nuevas capas de militantes; era un síntoma de que la evolución política de las masas comenzaba a entrar entre sus preocupaciones fundamentales.

Fue condenado a 15 años de prisión, que debería cumplir en la isla de Los Pinos.

De vuelta a la lucha

El fiscal trató de probar que los dirigentes opositores exiliados habían dado dinero y apoyo a los rebeldes. Castro lo negó con vehemencia. También negó que algún miembro del PSP (stalinista) hubiera participado en el ataque.

No se trataba de argucias judiciales. La dirigencia política opositora, sin excepciones, repudió a Fidel Castro. Los “auténticos” y las distintas fracciones “ortodoxas” en el exilio se planteaban negociar un acuerdo con Batista. El stalinismo, que había participado con varios ministros en anteriores gobiernos de Batista, repudió el ataque porque “perturbaba la constitución de un frente nacional” con los “auténticos” y “ortodoxos”. No criticaba sus limitaciones; lo atacaba desde la derecha. Pasados tres años, el PSP seguía caracterizando que el asalto al Moncada había sido “peligroso y estéril”.9

El aislamiento de Fidel Castro respecto de los aparatos políticos contrastaba con su enorme (y creciente) popularidad entre la juventud.

A fines de 1954, Batista convocó a elecciones; los auténticos, los ortodoxos y los stalinistas anunciaron su participación. Aunque a último momento se retiraron, sirvieron al éxito de la maniobra. El 15 de mayo de 1955, Fidel Castro y sus compañeros fueron amnistiados y salieron en libertad.

Como habían prometido durante el juicio, volvieron inmediatamente a la lucha.


Notas

1. Tutino, Saverio: “L’Octobre cubain”; citado por Alonso Junior, Odir; “O Proceso Revolucionário: 1953/59”, en Coggiola Osvaldo (editor), Revolución Cubana: Historia y problemas actuales, Xama, San Pablo, 1998.
2. “La estrategia del Moncada”, reportaje a Fidel Castro; publicado en Casa de las Américas, julio/agosto de 1978; reproducido en Moncada: La acción, Editora Política, La Habana, 1981.
3. Idem anterior.
4. Idem anterior.
5. Idem anterior.
6. Draper, Theodore: Castrismo. Teoría y práctica, Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1965.
7. “La estrategia del Moncada”, reportaje a Fidel Castro, op. cit.
8. Huberman, Leo y Sweezy, Paul: Cuba: Anatomía de una revolución, Editorial Palestra, Buenos Aires-Montevideo, 1961.
9. “Carta semanal”, 10 de octubre de 1956. Citado por Draper, T. op. cit.