¿Cuándo y por qué Lenin escribió “El Estado y la Revolución”?

Una de las obras fundamentales del Marxismo

Luego de Marx y Engels, la cuestión de las formas políticas de un Estado obrero fue retomada con relación a la experiencia de la primera revolución rusa de 1905. Hacia 1912 esta discusión cobró formas más definidas a partir de los planteos del holandés Antón Pannekoek1, quien criticó la inclinación de la socialdemocracia alemana por la participación parlamentaria y concluyó con el siguiente planteamiento: el “objetivo de eliminar todo dominio de clase, es solamente posible a través de la construcción lenta e imperturbable de un poder popular permanente hasta el punto que éste, con su propia fuerza, aplaste simplemente al poder estatal de la burguesía hasta disolverlo por completo”2.

La postura de Pannekoek fue considerada por Karl Kautsky, el líder del partido socialdemócrata alemán, como propia del anarquismo. Según Kautsky, la experiencia rusa y sus novedosos soviets hacían ver que en Rusia aún no estaban dadas las condiciones para la revolución proletaria. “El objetivo de nuestra lucha política –concluía– sigue siendo el mismo: conquistar el poder estatal ganando una mayoría parlamentaria y convertir al Parlamento en el centro del gobierno. Y no destruir el poder estatal”3.


Bujarin


El primer bolchevique en cuestionar directamente estos planteos kautskianos fue Nikolai Bujarin. Este se había incorporado muy joven al bolchevismo y, luego de varios años de militancia en Rusia, partió al exilio en 1911. Tenía 23 años. Se instaló unos años en Viena, donde trabajó junto con Lenin. Luego, en Suecia, a donde había sido enviado por la organización a mediados de 1915, Bujarin se dedicó a analizar el fenómeno del imperialismo y el Estado. En su trabajo “La economía mundial y el imperialismo” (completado en el otoño de 1915), Bujarin se había visto obligado a reflexionar sobre el rol del Estado en la era imperialista, llegando a conclusiones que cuestionaban las posiciones kautskianas hasta entonces predominantes, y se acercaban a las críticas expresadas por Pannekoek y la izquierda alemana.


Para Bujarin, el rápido avance de los monopolios y los trusts, rasgos fundamentales de la etapa imperialista, hacía que el Estado se transformase en un directo organizador de la economía, regulando la producción al interior de la nación y entrando en directa competencia con los Estados imperialistas rivales. Esto daba lugar a una creciente militarización del aparato estatal y a una modificación de su estructura, por su estrecha relación con las grandes corporaciones capitalistas. Desarrolló este último punto en un artículo titulado “Hacia una Teoría del Estado Imperialista”, en el cual concluía destacando la necesidad insoslayable de “destruir la organización estatal de la burguesía”.


La crítica de Lenin


Cuando Lenin recibió el artículo “Hacia una Teoría…”, en 1916, le respondió a Bujarin que “lamentablemente no podrían publicarlo”. Si bien Lenin consideraba que la parte económica era “correcta y útil”, entendía que la parte que se refería al problema del Estado y la actitud de los marxistas hacia él, en cambio, era “decididamente incorrecta”.


Lenin se oponía especialmente a la conclusión que había sacado Bujarin en ese artículo: que la diferencia entre los marxistas y los anarquistas no se refería a que los primeros fuesen “estatistas” y los segundos “antiestatistas”, sino que se reducía a la cuestión de la necesidad de la centralización de la economía. Para Lenin esta diferenciación estaba “definida de manera absolutamente incorrecta”. La idea de que los socialdemócratas debían “enfatizar fuertemente su hostilidad a la idea de poder estatal” era, según Lenin, “o bien extremadamente inexacta, o directamente incorrecta”. Según Lenin, Bujarin había sacado de contexto las citas de Engels. Su recomendación era que dejase “madurar” sus ideas.


Bujarin, sin embargo, decidió publicar su artículo en Jugend Internationale y en Arbeiterpolitik, periódicos de la izquierda socialdemócrata alemana. Durante septiembre y octubre encontramos un agrio intercambio de cartas entre Bujarin y Lenin. Apoyado por Zinoviev, Lenin continuó criticando duramente las posturas de Bujarin. Finalmente, Lenin escribió una respuesta pública al artículo de Bujarin: “Los socialistas están a favor de utilizar el presente Estado y sus instituciones en la lucha por la emancipación de la clase obrera, sosteniendo además que el Estado debe ser usado para una específica forma de transición del capitalismo al socialismo. Esta forma transicional es la dictadura del proletariado, que también es un Estado… Los anarquistas quieren ‘abolir’ el Estado, como el camarada Nota-Bene [Bujarin] expresa en un pasaje, atribuyendo erróneamente esta visión a los socialistas. Los socialistas –desafortunadamente el autor cita frases relevantes de Engels de manera incompleta– sostienen que el Estado se ‘extinguirá’, luego de que la burguesía sea expropiada”4.


Lenin concluía señalando que “esperaba volver a estos importantes asuntos en un artículo separado”. Y efectivamente, el mes siguiente lo dedicaría intensivamente a elaborar una posición sobre la cuestión del Estado. Pronto su posición cambiaría radicalmente.


El “cuaderno azul”


Durante los meses siguientes, Lenin se dedicó a elaborar este postergado trabajo. Lo hizo en la Biblioteca de Zurich, entre enero y febrero de 1917, hasta que la revolución de febrero interrumpió su trabajo y lo llevó de nuevo a Rusia.


Sus escritos de esos meses han quedado registrados en el famoso “cuaderno azul”, que llevaba como título “El marxismo y el Estado” y como subtítulo “Más precisamente: Las tareas de la revolución proletaria con relación al Estado”. En la Biblioteca de Zurich, Lenin se dedicó a revisar los textos fundamentales de Marx y Engels con referencia al problema del Estado, tomando notas y citando extensamente. De ese modo fue definiendo sus posiciones en referencia a las polémicas que mantenía con sus adversarios políticos. A medida que repasaba los textos clásicos del marxismo, Lenin iba poniendo cada vez más énfasis en los pasajes en los cuales tanto Marx como Engels subrayaban la necesidad del proletariado revolucionario de “destruir” el Estado capitalista y sustituirlo por el suyo propio. Al mismo tiempo aumentaban las críticas a Kautsky o Plejanov, que habían soslayado este aspecto fundamental de la teoría marxista.


En las notas del “cuaderno azul” podemos observar cómo Lenin vio con agudeza la importancia de esta cuestión, comprendiendo de este modo el rol fundamentalmente oportunista que había en el hecho de que Kautsky “pasase por alto” estas reflexiones de Marx: “La ‘máquina estatal’ es una máquina burocrática-militar en la mayoría de los Estados capitalistas (hoy en 1917 es posible decir que en todos). En Francia es posible ver con ‘particular’, ‘clásica’ pureza las líneas generales del proceso universal capitalista –por un lado la creación de esta máquina… por el otro la ‘pura expresión de él’… y el más cercano intento de luchar por su ‘demolición’ [subrayado dos veces por Lenin]. ¡Y es justamente la cuestión de esta ‘demolición’, ‘destrucción’, lo que los oportunistas y los kautskistas ignoran!”5. A lo largo del “cuaderno…”, Lenin continuaba citando largos extractos de pasajes de Marx y Engels sobre la cuestión del Estado. En todos los casos observaba cómo, después de una primera aproximación general y abstracta al problema antes de las revoluciones europeas de 1848, éstos habían precisado su concepción de las tareas revolucionarias, en el sentido de la necesidad de destruir el Estado capitalista.


De esta manera, mientras Lenin se delimitaba cada vez más de las posiciones de Kautsky, sus referencias a Bujarin eran mucho menos críticas. Lenin recordaba que si bien no había “dejado madurar” sus ideas, tal como le había pedido, “en lo esencial Bujarin está más cerca de la verdad que Kautsky”. Lo fundamental, sin embargo, es que Lenin, al mismo tiempo que reconocía lo correcto de los planteos de Bujarin en varios aspectos, y encontraba la debilidad fundamental de los reformistas kautskianos en su abordaje del problema del Estado, iba más allá y sentaba las bases de sus aportes fundamentales sobre esta cuestión.


Según Marian Sawer, “Lenin estaba yendo más allá de lo que tanto Bujarin como la izquierda alemana habían ofrecido hasta el momento. Ya en esas notas de enero y febrero Lenin comenzó a identificar a los soviets creados en la revolución de 1905 con la nueva forma de Estado que el proletariado debería introducir. En un salto Lenin había llegado a comprender las reflexiones de Marx y Engels acerca de la destrucción de las existentes y opresivas estructuras de poder y su identificación de la Comuna de París como un intento de aplastar esas estructuras, y había identificado a los soviets como estructuralmente afines a la Comuna”6.


Lenin no había intervenido en el debate de 1912, citado al comienza de esta entrega. Al revisarlo, a la luz de sus propios debates y estudios, coincidió con las posiciones avanzadas por la izquierda de la socialdemocracia alemana y Anton Pannekoek, que veían en las organizaciones de masas creadas en la primera revolución rusa un germen de la estructura estatal que debería crear el proletariado después de aplastar a la maquinaria burocrática y parasitaria de la burguesía. En una carta a Inessa Armand, de fines de febrero de 1917, Lenin escribía: “He leído la discusión de Pannekoek con Kautsky en Neue Zeit (1912). Kautsky es un hombre despreciable, y Pannekoek, a pesar de ciertas imprecisiones y pequeños errores, está casi en lo cierto. Kautsky es el abecé del oportunismo”.7


De vuelta a Rusia, comienza la revolución


Pocos días después, las noticias del estallido de la revolución llegaban a Zurich y Lenin se aprestaba para regresar a Rusia.


En este período de elaboración que dio como resultado el “cuaderno azul” –enero y febrero de 1917–, es decir antes del estallido de la Revolución de Febrero, Lenin había llegado a las conclusiones fundamentales de lo que sería El Estado y la Revolución. Lenin decía, entonces, en las conclusiones del “cuaderno azul”: “Uno podría quizás expresar todo de una manera drásticamente abreviada como sigue: reemplazar la vieja máquina estatal y los parlamentos por soviets de diputados obreros y sus delegados. ¡Esta es la esencia del asunto!”.


Lenin volvió a Petrogrado armado con estos planteos revolucionarios. La historia de El Estado y la Revolución se une desde aquí, aún más, de manera indisoluble a la historia de la Revolución Rusa.