Aniversarios

14/6/2007|996

Disparen contra los bolcheviques

EL PRIMER CONGRESO DE LOS SOVIETS


Cuando se reunió el I Congreso de los Soviets, el gobierno de coalición venía desarrollando un plan de reorganización del Ejército articulando con el viejo mando zarista la ofensiva que relanzarían las tropas rusas. Era una exigencia además del bloque imperialista enfrentado a Alemania (Estados Unidos, Francia, Inglaterra).


Por otro lado, venía de reunirse en mayo también un Congreso de Soviets campesinos en cuya dirección predominaban los representantes de las camadas más ricas y conservadoras. La constitución de un comité conjunto en la cúpula entre el Soviet de diputados obreros y soldados y el nuevo de los campesinos había reforzado todavía más a la derecha de los soviets. Aunque el caos económico creciente había replanteado las luchas, el estallido de huelgas y la organización de los comités de fábrica (de lo que dimos cuenta en la entrega anterior de esta serie). En una de sus primeras resoluciones, el Congreso aprobó el gobierno de coalición con la burguesía por 443 votos contra 126 y 52 abstenciones.


Fue, por lo tanto, en un clima hostil que Lenin replicó al discurso del líder menchevique Tseretelli (ver recuadro) que pasó a la historia; pero su intervención posterior fue recibida con risas y expresiones de desaprobación. Los dirigentes del soviet pretendían rematar su tarea imprimiendo al congreso un clima de fervor patriótico y con votaciones igualmente contundentes a favor de la guerra.


Prohíben manifestar a los bolcheviques…


Detrás del escenario el panorama era, sin embargo, muy distinto. La mentada “ofensiva” en el plano militar sublevaba a los soldados. Mientras el Congreso de los Soviets desarrollaba sus primeras sesiones, “la organización militar creada por los bolcheviques, y que se mantenía en contacto estrecho con los cuarteles, fue informada por dirigentes de los comités de regimiento que los hombres estaban agotados, listos para levantarse en armas y ganar la calle para calmar su indignación. Era imprescindible entonces tomar la dirección de este movimiento con el propósito de orientarlo como una manifestación pacífica. De otro modo, la Militar (así fue bautizada por los soldados la creación bolchevique) perdería toda autoridad ante las tropas” 2 . Con este objetivo la dirección del partido bolchevique decide organizar una manifestación. En la tarde del 9 de junio, afiches firmados por el Comité Central bolchevique y el Buró Central de los comités de fábrica llaman a manifestar al día siguiente pacíficamente “usando el derecho acordado a todos los ciudadanos contra la política contrarrevolucionaria del ministerio de la coalición.


La noticia estalló inmediatamente como una bomba 3 . Los mencheviques buscaron aprovechar lo que consideraban su oportunidad. Uno de sus jefes —Tcheidze— proclama: “si el Congreso no reacciona, la jornada de mañana puede ser fatal para la revolución”. Hacen aprobar una proclama a los obreros y soldados de la capital de Rusia: “Los que los llaman a manifestar contra el gobierno cuyo sostenimiento acaba de ser reconocido como necesario por el Congreso de los Soviets, saben que la manifestación va a provocar graves desórdenes. De ello quieren aprovecharse los contrarrevolucionarios que aguardan el momento en que la discordia que se fomenta en el seno de la democracia revolucionaria les dé los medios para aplastar la revolución”. En función de tan gran circunstancia se anuncia que toda especie de manifestación en la vía pública queda prohibida para los próximos tres días. No es todo: el Congreso de los Soviets es declarado en sesión permanente y sus delegados son organizados para recorrer la noche entera la ciudad explicando la resolución adoptada a los trabajadores.


En la noche del mismo día 9 de junio el Comité Central de los bolcheviques es convocado de urgencia. Lenin plantea que se trata de una provocación y que es necesario batirse en retirada. Lo cierto es que “en Petrogrado se estaba operando un cambio evidente de opinión a favor de los bolcheviques; pero en las provincias, este proceso se desarrollaba más lentamente; además, el frente necesitaba de la lección de la ofensiva para vencer su recelo contra los bolcheviques. Por eso Lenin se mantenía firme en su posición de abril: explicar pacientemente (…) Las masas se sometieron a la resolución de los bolcheviques, pero no sin protestas y manifestaciones de indignación. En algunas fábricas se votaron resoluciones censurando al Comité Central. En los barrios obreros los miembros más fogosos del partido rompieron sus carnets. Era un aviso serio” 4 .


…y pretenden desarmarlos


El ala derecha de los soviets se envalentonó y con el levantamiento de la manifestación bolchevique, quiso redoblar la apuesta: “Asistimos a un complot —vuelve a la carga Tseretelli en el Congreso— …Se dice que la contrarrevolución levanta la cabeza. No es cierto… la contrarrevolución puede ingresar hoy solamente por una sola puerta: la de los bolcheviques. Lo que hacen ahora los bolcheviques ya no es propaganda ideológica, es una conjura donde la crítica dejó su lugar a las armas. Discúlpennos, pero vamos a pasar ahora a otros métodos de lucha. A los revolucionarios que no saben usar las armas con dignidad, es necesario sacárselas. Hay que desarmar a los bolcheviques. No toleraremos complots” 5 El “desarme” de la revolución, sin embargo, era imposible: como dice un cronista de la época, “las armas no estaban en manos de los bolcheviques sino de los soldados y obreros que en su mayoría seguían a los bolcheviques. Por lo tanto desarmar a los bolcheviques no podía significar más que desarmar al proletariado, y no bastaría siquiera esto, pues habría que desarmar también a las tropas” 6 .


En los locales bolcheviques mientras tanto el clima era de efervescencia. Integrantes de los comités bolcheviques de Petrogrado acusan a Lenin de haberse dejado intimidar por los conciliadores al plantear el levantamiento de la manifestación del 10 de junio. Lenin vuelve entonces a la sede del partido bolchevique y explica: “Hasta en una guerra ordinaria uno puede verse obligado, por razones estratégicas, a renunciar a una ofensiva establecida de antemano. Con más razón todavía se puede plantear algo similar en una guerra de clases… La contraorden (a la manifestación) era absolutamente necesaria. Lo que siguió lo ha demostrado perfectamente”. Recuerda el discurso histórico e histérico que acababa de pronunciar Tseretelli y agrega solemnemente: “Hoy la revolución entró en una nueva fase. Los obreros deben percibir, con toda sangre fría, que ya no es cuestión de ahora en adelante apenas de manifestaciones pacíficas”. Sin embargo, el proletariado debe responder a la nueva situación con “un máximo de prudencia, de reserva, de organización”. “No debemos dar pretextos para el ataque”…


…La asamblea bolchevique se declara de acuerdo con Lenin. 7


“Se acerca el momento clásico de la revolución…


(…) ese momento en que la democracia burguesa, acosada por la reacción, pretende desarmar a los obreros que han asegurado el triunfo de una causa revolucionaria. Los señores demócratas, entre los cuales había gentes leídas, ponían invariablemente sus simpatías en los desarmados, nunca en los que desarmaban, cuando en los libros leían estas cosas, pero cuando el problema se planteaba ante ellos en la realidad tangible, las cosas cambiaban. El hecho de que fuera Tsereteli, un revolucionario que se había pasado varios años en presidio, que todavía ayer era un zimmerwaldiano, quien emprendiera el desarme de los obreros, no era cosa fácil de comprender. La sala, al oírlo, se quedó estupefacta. A pesar de todo, los delegados de provincias parecían darse cuenta de que les estaban empujando al abismo. Uno de los oficiales tuvo un ataque histérico. No menos pálido que Tsereteli, Kámenev se puso en pie y exclamó, con un tono de dignidad cuya fuerza impresionó al auditorio: “Señor ministro, si no lanza usted sus palabras al viento, no tiene derecho a limitarse a amenazar. ¡Deténgame usted y sométame a proceso por conspirar contra la revolución!” Los bolcheviques abandonaron la sala en señal de protesta, negándose a tomar parte en el escarnio de que se hacía objeto a su partido. La tensión en la sala se hace insoportable.” 8


Los partidos conciliadores pretendían rematar el operativo y enseñorearse de la situación. Una vez logrado el objetivo de paralizar la acción de los bolcheviques deciden organizar una nueva manifestación en apoyo al Congreso de los Soviets y a las políticas que ellos comandaban. A su modo, temían que la propia burguesía aprovechara la ola contra los bolcheviques para barrer con los propios soviets y sus dirigentes. Era necesario mantener el equilibrio. La manifestación será convocada y para el 18 de junio y entonces, el escenario volverá a cambiar; esta vez con una impresionante demostración de los bolcheviques. Es el comienzo de la próxima entrega…


1. Gerald Walter, en Lenin y en alusión a las asambleas excepcionales que en la Francia monárquica se reunían con representantes de todas las clases para abordar las grandes crisis, entonces bajo el control de la nobleza y el clero, y cuya convocatoria en 1789 se identifica con el principio de la revolución.


2. Idem.


3, 4. Trotsky en Historia de la Revolución Rusa.


5. Gerard Walter, ídem.


6. Sujanov, “Memorias”.


7. Citado por Gerald Walter.


8. Trotsky; Historia de la Revolución Rusa.