El 1º de Mayo y la depresión capitalista de 1873/95

-Exclusivo de internet

“La depresión crónica en todas las ramas decisivas de la industria continua aquí, en Francia y en Norteamérica”.

Es el 28 de octubre de 1885 y Engels le anuncia a Augusto Bebel, dirigente del Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, el inicio de la llamada Gran Depresión que se prolongaría hasta 1895, y pasó a ser considerada “una divisoria de aguas entre dos estadios del capitalismo: aquel inicial y vigoroso, próspero y lleno de optimismo aventurero, y el posterior, avergonzado, indeciso y, dirían algunos, mostrando ya las marcas de la senilidad y decadencia”(1).

“Revolución obrera” en los Estados Unidos En 1877, una serie de huelgas generales dirigidas por los ferroviarios conmovieron las principales ciudades de Estados Unidos en respuesta a una rebaja de salarios. El movimiento buscó rápidamente una cabeza política, el Working Men’s Party (WMP). En Chicago, el papel del WMP, dirigido por Albert Parsons -uno de los futuros “mártires de Chicago”- fue decisivo. En un escenario dominado por las “fraternidades” de oficio, escindidas unas de otras -maquinistas, guardas, foguistas- la rebelión alumbró el primer intento de organización colectiva de los trabajadores del riel. Más importante aún, por primera vez hicieron irrupción los obreros no calificados: los explotados de la gran industria, totalmente desorganizados, hicieron causa común con los ferroviarios. Los Knights of Labor (Caballeros del Trabajo) se convirtieron en un movimiento de masas, años más tarde. La crisis capitalista fue forjando un cambio en la conciencia del movimiento de lucha de la época. En 1874, en los albores de la crisis, los Knights llamaron a “la reducción gradual de las horas de trabajo a ocho horas por día, a fin de gozar… de los beneficios de la adopción de máquinas”. En 1881, la flamante Federación de Sindicatos, que se constituirá en poco tiempo en la Federación Americana del Trabajo (AFL), pidió una ley nacional de ocho horas para los empleados del gobierno, pero en 1884, cuando la crisis se descargó con fuerza, con quiebras y despidos, se produjo un cambio de frente. El IV Congreso de la AFL se pronunció por las ocho horas en los lugares de trabajo a través de la acción directa. La agudización de la crisis, en 1883/85, fue determinante en esta radicalización. El Congreso votó un llamado a las organizaciones obreras para imponer la jornada de ocho horas a partir del 1º de mayo de 1886. El llamado se hizo en noviembre de 1884, un año y medio antes, para permitir una campaña de vastos alcances. Los Caballeros del Trabajo fueron convocados a esta campaña por la AFL, luego de ser protagonistas de la huelga ferroviaria de 1884, que derrotó un nuevo intento de reducción de salarios y otra serie de luchas. “El éxito de la mayoría de estos movimientos originó un verdadero vuelco en masa de los obreros no calificados hacia los Caballeros del Trabajo… Unos 700.000 trabajadores, la mayoría no calificados, se unieron a los Knights…”(2).

¿Por qué los delegados a la convención obrera de Chicago adoptaron el 1º de mayo como punto de partida del régimen de ocho horas o de la suspensión del trabajo allí donde éstos no se sometieran? En ese tiempo existía en Nueva York y otros estados la tradición del “Moving-day”, el día en que formalmente concluían -y debían renovarse- los arrendamientos, alquileres y contratos. Un movimiento internacional La Gran Depresión provocó una ruptura en el proletariado inglés. Se produjo una crisis entre el “nuevo” sindicalismo militante y el “viejo sindicalismo” conservador de los artesanos. “La potente revuelta de este sector de trabajadores bajo la dirección de los militantes socialistas y la formación de ‘nuevos’ sindicatos después de 1885 señalan el comienzo de una nueva era en la historia del movimiento obrero”(3).

Aún en Francia, donde el proletariado francés sufre aún la derrota de la Comuna (1871), el congreso de la Federación Centro del Partido Obrero plantea (1880), como primer reclamo, la jornada de ocho horas. En 1887, el congreso nacional del Partido Obrero -luego de la masacre de Chicago- fundamenta el reclamo de las ocho horas en la necesidad de un programa frente a la crisis capitalista: “es de la mayor importancia combatir la desocupación ocasionada por las crisis comerciales”. ¡A partir de hoy, no más de ocho horas! En los días previos al 1º de Mayo de 1886, en Estados Unidos estallaron varias huelgas y un número de empresas no esperó la fecha límite para establecer la jornada de ocho horas. El día esperado hubo no menos de 5.000 huelgas y alrededor de 340.000 huelguistas. Miles y miles de obreros conquistaron una nueva jornada, todavía para una minoría de la clase. En Chicago, el centro de la agitación obrera en esa época, hubo una provocación: una bomba cayó sobre las fuerzas policiales y mató a ocho de los efectivos. Seis dirigentes del movimiento de lucha fueron condenados a la horca -uno de ellos se suicidó antes del calvario- y su actitud frente a la muerte es, hasta el día de hoy, un acto que enaltece a la clase obrera mundial. Siete años después, el flamante gobernador de Illinois realizó una exhaustiva investigación que probó que el veredicto había sido dictado “cumpliendo órdenes”. Uno de los jurados del tribunal lo había adelantado: “los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios”(4).

Para Paul Lafargue, los Estados Unidos fueron, “por su inmensa huelga por la jornada de ocho horas”, los que inauguraron “la serie de las manifestaciones del 1º de Mayo”. El Congreso Socialista Internacional de 1889, reconocido como de los “marxistas” enfrentados a los “posibilistas”, llamó a marchar el 1º de Mayo de 1890, apoyándose en una decisión similar tomada por la AFL en su congreso de 1888.

 

(1) Dobb, Maurice: “La evolución del capitalismo”, Río de Janeiro, Zahar, 1976.

(2) Guérin, Daniel: “Estados Unidos 1880-1950”, Centro Editor de América Latina, 1972.

(3) Morton y Tate: “Historia del movimiento obrero inglés”, Fundamentos, 1971.

(4) Dommanget, Maurice: “Historia del Primero de Mayo”, Americalee, 1956.