El Cordobazo

El pasado 29 de mayo se cumplió el 25º aniversario del Cordobazo. ¿Qué fue, en esencia, este acontecimiento? Una huelga política de masas, la más importante de la historia argentina. Esto quiere decir que la clase obrera se opuso de un modo activo, como clase, a la burguesía en su conjunto, es decir, al Estado que la unifica para el ejercicio su dominación política y explotación económica. A través de esta acción, la clase obrera puso de manifiesto su propia tendencia política, o lo que es lo mismo, a tomar el poder. En determinado momento, la huelga política se transformó en una semi-insurrección, cuando los obreros, que abandonaron las fábricas para salir en manifestación, y los estudiantes, derrotaron a la policía en un enfrentamiento directo, y ocuparon el casco urbano; el aparato del Estado fue parcialmente desarticulado. La consigna del día, no por casualidad, fue: “luche…, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”.


El Cordobazo marcó un completo viraje político, pues hirió de muerte a la dictadura de Onganía. Con el Cordobazo se inició un poderoso ascenso de las masas explotadas y planteó a la burguesía y al imperialismo, por primera vez, la necesidad de traer de vuelta a Perón para impedir una revolución proletaria.


El Onganiato


El Cordobazo fue una fenomenal huelga política de masas en la que el proletariado cordobés salió a la calle como clase —pasando por encima de sus divisiones profesionales y gremiales— para enfrentar a la burguesía como clase, es decir a su Estado representado por el Onganiato; fue una gigantesca rebelión popular acaudillada por la clase obrera, que dejó en estado de agonía al régimen más antiobrero y proimperialista del ciclo gorila abierto en 1955.


En junio de 1966, Onganía derrocó al gobierno minoritario de Illia con el objetivo de cerrar el ciclo de alternancia de gobiernos seudo-constitucionales y golpes mediante una dictadura de diez años que pusiera fin al régimen representativo constitucional. Onganía contó para ello con el apoyo de la Iglesia, la burguesía nacional y el imperialismo y con la colaboración de la burocracia sindical peronista. El propio Perón declaró que recibía el golpe con una “expectativa esperanzada” y los principales burócratas sindicales —Augusto Vandor, de la UOM, Juan José Taccone, de Luz y Fuerza, José Alonso, del Vestido, entre otros— concurrieron al acto de asunción del dictador.


Onganía proscribió a los partidos patronales, conculcó las libertades públicas, intervino las Universidades, desató una brutal persecusión contra la izquierda y atacó sistemáticamente las condiciones de vida y de trabajo de las masas. Reprimió duramente las primeras manifestaciones de resistencia obrera: las huelgas de los ferroviarios, de la Fotia tucumana y la de los portuarios de fines de 1966, que terminaron en derrotas.


Apoyándose en estas derrotas y en la traición a la huelga general del 1º de marzo de 1967, el Onganiato acentuó su dispositivo represivo, intervino sindicatos, suspendió la personería de otros (entre ellos la UOM) y lanzó un durísimo “plan de ajuste” fondomonetarista: congelamiento salarial, devaluación, cesantías masivas, en particular de ferroviarios, impuestazos. Los hombres de la banca extranjera pasaron a copar los principales cargos: Krieger Vasena en Economía, Alvaro Alsogaray en la embajada en los Estados Unidos y el presidente del Banco de Italia, Luis María Gotelli, encargado de renegociar los contratos petroleros anulados por Illia .


La dictadura alentó la formación de un bloque sindical adicto, los llamados “participacionistas”, con los cuales pretendió montar un Congreso normalizador de la CGT para fines de marzo de 1968. Pero para esta fecha las divergencias dentro de la burguesía y dentro del ejército habían modificado en parte el panorama inicial: ante la evidencia de que serían minoría, los “participacionistas” no concurrieron y la conducción fue asumida por un bloque democratizante que respondía a un cambio de política de Perón, con Raimundo Ongaro como secretario general. Los vandoristas, en minoría, se retiraron y formaron la “CGT de Azopardo” junto con los “participacionistas”. La CGT surgida del Congreso Normalizador fue denominada “de los Argentinos” y contaba, además del apoyo de Perón, con el radicalismo, el PC y la naciente izquierda foquista.


La descomposiciónde la dictadura


A fines de 1968 ya eran evidentes los signos del agotamiento de la dictadura.


Sin inversiones de significación (que fueron principalmente a Brasil), la penetración imperialista se apropió de las industrias ya instaladas y se acentuó la concentración de capitales. Al mismo tiempo, la devaluación de principios de 1967 había agotado sus efectos reactivadores, en especial en el campo. Todo esto llevó a críticas y pronunciamientos contra la política económica por parte de Frondizi, Frigerio, la UIA y asociaciones rurales. Hacia fines de agosto Onganía relevó anticipadamente a los jefes de las tres FF.AA. y comenzaron a escucharse críticas de la Iglesia y de hombres como Isaac Rojas. A fines de octubre, Alsogaray renunciaba a la embajada en Estados Unidos y rompía públicamente con el gobierno.


Otra expresión de la crisis de la dictadura fue el realineamiento de Vandor con Perón (se reunieron en Madrid en octubre de 1968) y la orden de éste de “reconstituir las 62”. La consecuencia de este acuerdo fue la incesante sangría de los sindicatos de la CGTA: entre fines de 1968 y principios de 1969, decenas de gremios abandonan la CGTA. Se alejan incluso las dos seccionales antivandoristas de la UOM, Matanza y Córdoba. A principios de 1969, es decir en las vísperas del Cordobazo, la central ongarista había quedado reducida a un puñado de sindicatos. La CGTA, que más tarde —y sin que nada lo justifique— sería presentada como uno de los “motores” del Cordobazo, nació como una criatura de Perón y como parte de una maniobra democratizante de la oposición burguesa; se desinfló completamente cuando Perón le quitó su calor.


La crisis de la dictadura se orientaba hacia un recambio ministerial. Analizando la situación, Política Obrera (nº 51, 21/5/69) caracterizaba que “estos hechos (las críticas de la burguesía, los choques dentro del gobierno y las FF.AA.) significan que la burguesía está comprendiendo que la política actual está llegando a sus límites… y que quizás convenga un recambio para preservar lo alcanzado … En una palabra, que es urgente un plan de institucionalización que permita el recambio pacífico del poder conservando todas las ‘conquistas’ obtenidas por Onganía. Aquí aparecen los ataques al participacionismo, los planteos de ‘reformar’ la constitución y, luego, un llamado a elecciones. Todo este programa es de inspiración burguesa proimperialista y su jefatura se la disputan Lanusse y Onganía”. Después del Cordobazo, la “democracia” —es decir, la “salida institucional”— fue la vía obligada de la burguesía para enfrentar el ascenso obrero.


Las críticas de la burguesía a la política económica y las pretensiones de las distintas fracciones por primar en el recambio ministerial tenían un carácter palaciego. El verdadero motor de la crisis de la dictadura fue el reanimamiento del movimiento obrero que comienza a mediados de 1968. En setiembre se declararon en huelga los petroleros de Ensenada y la flota de YPF en defensa de sus condiciones de trabajo y contra los despidos: la huelga duró dos meses y se convirtió en una causa nacional. Luego, en seguidilla, estallaron las huelgas de Good Year, Citroen y, a principios de 1969, la larga huelga de la gráfica Fabril Financiera.


La burocracia boicoteó descaradamente estas huelgas, que se sostuvieron por la lucha tenaz del activismo de base. Aunque los petroleros de Ensenada estaban afiliados a la CGTA y la regional platense de la CGT se encontraba bajo su liderazgo, el ongarismo no tomó ninguna medida práctica de solidaridad y de sostén de la lucha. Una conducta similar observó frente a la huelga de Fabril Financiera, del gremio del propio Ongaro: la huelga duró dos meses, durante los cuales las publicaciones de Fabril fueron editadas por otros talleres gráficos.


Todas estas huelgas, desde el punto de vista reivindicativo, terminaron en derrotas, pero fueron mojones de la recuperación combativa de la clase obrera y, sobre todo, de la maduración política de su vanguardia en la idea de la necesidad de un enfrentamiento general contra la dictadura. “Salir todos juntos y al mismo tiempo”, fue la conclusión que se fue abriendo paso en la vanguardia obrera a la luz de estas luchas.


Córdoba en las vísperas


A comienzos de 1969 se habían concentrado en Córdoba un conjunto de luchas y contradicciones políticas y sociales potencialmente explosivas.


En el curso de dos años de onganiato, los salarios habían caído un 8% y la desocupación superaba el 10%; en el mismo período, la “productividad” en las plantas automotrices —que ocupaban el 50% de la mano de obra en la provincia, había aumentado, según las propias patronales, entre un 60 y un 80%.


La clase media y el pequeño comercio, golpeados por la caída del mercado interno, estaban agobiados por los impuestazos. La rebelión de la pequeñaburguesía encontraba su expresión más combativa en las luchas de los estudiantes universitarios, que protagonizaban sistemáticas movilizaciones callejeras. El aumento de los precios del transporte y de los artículos de primera necesidad, decretado por la dictadura a principios de mayo, terminó de poner a la población en estado de virtual sublevación.


También en Córdoba, las luchas obreras venían en ascenso. Desde diciembre de 1968, la UOM venía con una serie de exitosas huelgas por la derogación de las “quitas zonales”, una disposición que reducía los salarios en el Interior del país. El protagonismo del bloque vandorista en este movimiento, le permitió retomar el control de la rebelde seccional cordobesa; también la UTA y el Smata cordobés estaban enrolados en el vandorismo. A principios de mayo, después de años de retroceso y debilidad gremial, la UTA cordobesa “sorprendió” con un muy masivo paro de transportes por el reconocimiento de la antigüedad y las categorías de los choferes.


El “laboratorio” político fundamental del Cordobazo, sin embargo, se encontraba en las fábricas automotrices Santa Isabel, Perdriel, Ilasa, Transax. Allí, la evolución y maduración política de un vigoroso y combativo activismo estaba en pleno desarrollo. Son varios los hitos que revelan esta evolución: el 28 de junio de 1968 (aniversario del ascenso de Onganía), los obreros de Perdriel abandonaron la planta, se movilizaron junto a los estudiantes y sostuvieron enfrentamientos callejeros con la policía en el barrio Clínicas. El 16 de agosto siguiente, durante un paro del Smata, los obreros de Santa Isabel se defendieron violentamente contra la represión policial. El 20 de octubre, los obreros de Santa Isabel ovacionaron en un acto de 1.000 personas la propuesta de VOM (Vanguardia Obrera Mecánica, agrupación clasista del Smata, orientada por Política Obrera) de convocar un paro regional en solidaridad con la huelga petrolera de Ensenada. Durante todo este período, la tensión en las plantas automotrices era extrema: la patronal tenía planes de despedir a 1.000 trabajadores, lo que llevó a que desde principios de mayo comenzaran sistemáticos paros, quites de colaboración y petitorios.


Pero el proceso fundamental que se iba dando en las fábricas automotrices era el debate político de la vanguardia. Durante todo 1968, los activistas mecánicos cordobeses discutieron la necesidad de una movilización política general contra la dictadura y los medios organizativos para garantizarla. La huelga política de masas fue madurando en la conciencia del activismo. “La prueba clara de la madurez (de esta vanguardia fabril, en particular la de Santa Isabel) —afirmaba Política Obrera poco antes del Cordobazo (nº 51, 21/5/69)— es la gigantesca influencia que ha alcanzado la agrupación clasista VOM en los últimos cuatro meses. Las principales secciones de la fábrica han seguido las orientaciones prácticas de los volantes de la agrupación en el 90% de los conflictos, en especial en la lucha contra la ‘racionalización’. Pero esta influencia no es sindical solamente sino también política. Para construir la agrupación se discutieron los problemas tácticos del movimiento obrero y revolucionario, la lucha contra la represión, la unificación con el resto de las luchas proletarias y la construcción del partido”. La presión de esta numerosa y aguerrida vanguardia fabril se hacía sentir en la vida del Smata cordobés, dirigido por el vandorista Elpidio Torres, en las asambleas en puerta de fábrica y en los plenarios de delegados con barra.


El Cordobazo fue concebido y protagonizado por esta vanguardia. La dirección ongarista —cuyo principal representante en Córdoba era Agustín Tosco— no hizo nada para favorecer su evolución política.  Por el contrario, los ongaristas de Córdoba siguieron durante los movimientos de lucha de 1968/69 una cuidadosa política de “no injerencia” en los asuntos internos del Smata. Incluso, dentro del estrecho campo de la burocracia sindical, fue el vandorismo y no la CGTA ongarista quien jugó un rol protagónico, porque había fijado una estrategia política (burguesa) en relación a la crisis de la dictadura y en función de ella se dispuso a desviar el movimiento obrero en su beneficio.


El Cordobazo “comenzó” el 14 de mayo


El proceso político que desembocó en el Cordobazo comenzó el 14 de mayo con la histórica asamblea del Smata en el desaparecido Córdoba Sport.


Dos días antes, la dictadura había derogado por decreto el “sábado inglés” que regía en cinco provincias, entre ellas Córdoba. Esta antigua conquista obrera estipulaba que la jornada semanal de trabajo era de 44 horas, pero que se abonaban 48 horas. El “decretazo” —que significaba un alargamiento gratuito de la jornada semanal de casi un 10%— desató una rebelión en las fábricas mecánicas y en todo el proletariado cordobés.


Para el día 14, el Smata había convocado una asamblea general para discutir un plan de lucha contra la derogación del “sábado inglés” , que fue prohibida por el gobierno provincial. A pesar de la prohibición, 5.000 mecánicos entraron al Córdoba Sport y otros 1.000 quedaron afuera. Desde el vamos, el activismo fue impulsando el paro y la manifestación callejera. Pero antes de que concluyera la asamblea, la policía comenzó a reprimir a los trabajadores que estaban fuera del estadio y poco después de que Elpidio Torres planteara un paro general de 48 horas para el 15 y 16 de mayo, la masa de los mecánicos que estaba dentro del estadio salió a la calle a defender a los compañeros que luchaban con la policía. Desde los techos, los trabajadores tiraban contra la policía lo que encontraban a mano, y en la calle la lucha se extendió durante horas: la actitud de los trabajadores —que no retrocedieron frente a la represión— preanunciaba lo que sucedería apenas quince días después.


Al día siguiente, 15 de mayo, pararon el Smata, la UTA y la UOM, gremios vandoristas, pero no la CGT de Tosco-Ongaro. Durante el transcurso del día, bajo intensa presión de abajo, fueron parando distintos gremios y plantas. Recién al día siguiente, corriendo tras los acontecimientos y ante la evidencia de que la ciudad sería paralizada por los trabajadores, la regional Córdoba de la CGTA “decretó” la huelga provincial.


La lucha de los obreros cordobeses empalmó con un agudísimo movimiento de lucha estudantil del interior. El 15 de mayo, en Corrientes, miles de universitarios que manifestaban contra el aumento de los precios del comedor chocaron con la policía; cae asesinado Juan José Cabral. Tres días después, el 18, la bronca estudiantil estalla en Rosario, donde cae asesinado Adolfo Bello. A su entierro concurrieron más de 10.000 manifestantes.


Lejos de atemorizar, la represión exacerbó la lucha. El 21 se declara una “huelga universitaria” en Rosario, y cae un nuevo mártir, el estudiante y aprendiz metalúrgico Norberto Blanco. Pero la combatividad obliga a la policía a retroceder: su derrota, la segunda en pocos días, constituye una enorme victoria popular. La dictadura acusa el golpe y pone a Rosario bajo mando militar; la CGT regional, a instancias de la UOM vandorista, responde con un paro general que es cumplido masivamente. Las manifestaciones estudiantiles y los choques con la policía se reproducen el 24 en el barrio Clínicas de Córdoba y el 27 en Tucumán. El día 28, la dictadura instituye los Consejos de Guerra para juzgar a los manifestantes y huelguistas.


Pocos días antes, el 21, un plenario de delegados con barra del Smata había votado un paro de 48 horas con movilización para la semana siguiente. “Los activistas de Kaiser arrancaron esta línea contra las vacilaciones de Torres, lo que luego fue aceptado por el conjunto de la burocracia sindical, en especial A. Tosco” (Política Obrera, 4/6/69).  También la UOM de Córdoba vota un paro de 48 horas, en un plenario en el que los delegados de VM (Vanguardia Metalúrgica, agrupación clasista de la UOM, orientada por Política Obrera) jugaron un papel destacado. En función de estas resoluciones, Vandor se entrevista con Tosco, Torres, Simó (UOM Córdoba) y Atilio López (UTA Córdoba): fue entonces que la CGT vandorista, seguida por la ongarista, declaró un paro nacional para el 30 de mayo. En Córdoba, el paro comenzaría un día antes, el 29 de mayo a las 10 de la mañana. El Cordobazo estaba en marcha.


La histórica jornada del 29 de mayo


A las once de la mañana, las primeras columnas obreras comenzaron a convergir sobre el centro de la ciudad. Las más numerosas y aguerridas, las del Smata y en particular, la de Santa Isabel, sostienen los primeros choques con la policía y cae el primer martir: el obrero mecánico Máximo Mena. Los obreros concurren preparados con gomeras y tuercas, botellas con combustible y miguelitos para enfrentar a la policía; se levantan las veredas para arrojar las baldosas a los represores y se construyen barricadas; la lucha es sin cuartel. Ante la inusitada resistencia obrera, la policía se ve obligada a retroceder y desertan 400 efectivos. A media tarde, la ciudad está en manos de los huelguistas, que demuestran una abnegación, un heroísmo y una disciplina política que, a disgusto, se ve obligada a reconocer la propia prensa reaccionaria de la época. Resumiendo, los combates callejeros, el Política Obrera inmediatamente posterior al Cordobazo afirmaba que “la policía de Córdoba en menos de un año apaleó a todas las clases sociales de la ciudad; el 29 de mayo la casi totalidad de la ciudad apaleó a la policía” (Política Obrera, 4/6/69).


La jornada del 29 de mayo superó las previsiones de todos los sectores, quienes se encontraron que los trabajadores habían derrotado a la policía y habían ocupado el centro de la ciudad sin que ninguna dirección sindical tuviera prevista ni diera la más mínima respuesta a esta situación. Más aún, desde las primeras horas de la tarde comienzan a percibirse síntomas evidentes de que la burocracia sindical, tanto la vandorista como la tosco-ongarista, intenta frenar la lucha. A las 17 horas, el Comité Regional Córdoba de Política Obrera emite un comunicado “dado en territorio cordobés ocupado por el pueblo”, que plantea una perspectiva para la lucha: “Comités de barrio y de barricada que junto a las CGTs se constituyan en el gobierno provisional, obrero y popular de Córdoba. Por el inmediato desarme de todas las fuerzas de represión, por el levantamiento inmediato del estado de emergencia en todo el país, por el armamento de los trabajadores, estudiantes y el pueblo. Por el derrocamiento revolucionario de la dictadura y por la implantación de un gobierno obrero y popular de las CGTs apoyado en la formación de comités de acción por fábricas, barrios y barricadas en todo el país” (Política Obrera, nº 52, 4/6/69).


El ejército, que hizo su entrada con demora, de modo de sacar tajada en la crisis política para la fracción de Lanusse (comandante del Ejército), sólo logró “normalizar” la situación en la ciudad en los primeros días de junio.


Al día siguiente del Cordobazo, el paro general decretado por las dos CGTs fue de una excepcional masividad, reflejando el respaldo de la Argentina obrera y popular a los huelguistas cordobeses.


Después del 29: el hundimiento de la CGTA


Cuando todo el activismo cordobés y del interior esperaba la continuidad de las medidas de lucha, la CGTA se reunió el 3 de junio… y resolvió pasar a cuarto intermedio hasta el 11. También la regional cordobesa dejó pasar el tiempo y sólo ante una presión descomunal de la base del Smata se vio forzada a declarar un paro general para el 16 y 17 de junio. En el interín, la dictadura había reestructurado su gabinete (Dagnino Pastore había reemplazado a Krieger Vasena) y el general Carcagno (hombre de Lanusse) fue designado interventor militar en Córdoba. Carcagno decretó feriado para el 16, ante lo cual la CGT regional levantó el acto que debía seguir al paro. De cualquier manera, miles de trabajadores se movilizaron en las concentraciones improvisadas por el activismo en los barrios. El 1º de julio de 1969, la CGTA lanzó por la suya un paro nacional de 24 horas que fue cumplido por muchos trabajadores, a pesar de la deserción del 90% de la burocracia. Pero fue el canto del cisne del ongarismo.


La reorganización de las “62” —ordenada por Perón— progresó rápidamente. Vandor no alcanzó a verla porque fue asesinado el 30 de junio de 1969, pero el vandorismo, ahora aliado a Perón, retomó el control de las regionales cegetistas. En un plenario de la regional Córdoba, realizado el 25 de julio, el vandorismo obtuvo por primera vez la mayoría y pocos meses después Elpidio Torres fue designado secretario general de la regional.


La CGTA ongarista se agotó rápidamente; el Cordobazo fue su lápida. La reunificación de la burocracia en las “62” fue una reacción defensiva frente a la irrupción antiburocrática que se multiplicaba en todo el país. El ongarismo estuvo a la cabeza de la CGT en oportunidad de un movimiento de envergadura histórica, pero esto no lo hizo superar sus limitaciones; estuvo de espaldas a las masas que se revolucionaban en el país: decir que fue incapaz de superar su letargo pese al soplo de vida y renovación sindical que significó el Cordobazo es escribir su definitivo epitafio.


Quién dirigió el Cordobazo


La gigantesca movilización nacional que tuvo su epicentro en Córdoba no fue un desborde espontáneo de una masa hambrienta y enardecida. Lo demuestran los métodos de lucha empleados y la actitud conciente de los manifestantes en la calle — que no retrocedieron frente a la policía y buscaron por todos los medios extender su dominación territorial. Lo demuestra también la alianza combativa entre el proletariado y los estudiantes —concientemente promovida por la vanguardia obrera— y el lugar dirigente ocupado por ésta en el curso de toda la movilización. “Las radios cordobesas no vacilaban en decir (que) ‘los estudiantes siguen en todas partes la iniciativa de los obreros” (Politica Obrera, nº52, 4/6/69). La consistencia del movimiento y su “crescendo” desde la asamblea del Córdoba Sport hasta la victoria del 29 en la calle – durante casi tres semanas de lucha – y las consignas coreadas por los manifestantes (la mayoritaria, por lejos fue “por un gobierno obrero y popular”) confirman que el COrdobazo estuvo lejos de ser un acto espontaneísmo. El Cordobazo fue largamente preparado por la actividad y el debate de la vanguardia obrera mecánica. Concientes de esto, todas las clases y sectores que apoyaron el golpe de Onganía se lanzaron a cocinar un Gran Acuerdo Nacional que tendría aPerón, Balbín y Lanusse como principales protagonistas, y a la izquierda, sea PC, o los futuros montoneros y Erp, como segundos violines.