El gobierno y la burocracia desarman la huelga general

El gobierno intenta aprovechar el fin de semana largo – el lunes 3 de junio es feriado–  para negociar contra reloj con algunos sectores clave. El aparato de la burocracia stalinista le marca el paso a la táctica oficial: el sábado 1°, la CGT declara que “en un número importante de sectores las negociaciones han concluido con resultados que representan indudables victorias”. El diario Le Monde confirma ese mismo día: “las conversaciones en curso hacen esperar un retorno general al trabajo para el martes”. El domingo, un nuevo comunicado de la CGT promete que “tomará las disposiciones necesarias para organizar una solidaridad material masiva con los trabajadores que se vean obligados a continuar con la huelga…” (cursivas nuestras). A la presión de los burócratas se suma el apriete represivo. Pero, aún con enfrentamientos menores con las fuerzas “del orden” en algunas fábricas, las ocupaciones y los piquetes se mantienen. Todavía se siente la fuerza de la huelga general. “Al día siguiente del discurso de De Gaulle, un editorial de L’Echos formulaba la pregunta esencial: “¿Quién puede desmovilizar las fábricas?” El martes 4 de junio todavía no hay respuesta.


Los “sectores estratégicos”


El gobierno comprende que tiene que otorgar mayores concesiones en algunos sectores estratégicos del movimiento obrero. A los ferroviarios les ofrecen pagar íntegramente los días caídos, un aumento salarial del 10 por ciento y una reducción de la jornada laboral. No se establece, sin embargo, ninguna garantía que asegure el cumplimiento de las mejoras, ni se dice una palabra sobre todas las restantes reivindicaciones de los obreros en huelga. La burocracia hace votar la aceptación de las condiciones en aquellos lugares que controla mejor, más alejados de la capital y con menor cantidad de trabajadores. Luego presenta a los trabajadores más combativos el hecho consumado del levantamiento. El 6 de junio un comunicado de todas las centrales sindicales anuncia que “los ferroviarios han evaluado los aspectos positivos [de la negociación] y han decidido democráticamente en la mayoría de los centros el principio del retorno al trabajo”.


Otro sector estratégico es el de los transportes (autobús, subterráneo) de la zona de París. La prensa patronal anuncia día tras día que es “inminente” el levantamiento del paro y que hay “serias posibilidades de una vuelta al trabajo el miércoles 5”. En este caso, las mejoras ofrecidas por el gobierno son aún más escasas: un aumento global de salarios del orden del 12 por ciento y algunas promesas, sin nada concreto, sobre las condiciones de trabajo y la jornada laboral. La burocracia tiene que extremar sus esfuerzos para hacer pasar este arreglo. Durante todo el día miércoles, a pesar de los anuncios periodísticos, París sigue sin transportes. La burocracia organiza una votación “en las bases” cuyos resultados nunca se hacen públicos. Por la noche anuncia que ha sido aprobado el levantamiento de la huelga, sin dar ninguna cifra de la votación, y llama a los trabajadores “a levantar la huelga con la misma unidad que han mostrado en la lucha”. Al día siguiente ya circulan algunos ramales y autobuses, pero en varias terminales los sectores más combativos mantienen los piquetes y las líneas más importantes no circulan. Recién al anochecer del jueves 6 los piquetes son desalojados por la policía y los trabajadores del transporte vuelven a trabajar.


Un operativo similar tiene lugar contra los trabajadores del correo. Ya durante el fin de semana algunas oficinas habían sido atacadas por la policía y grupos de derecha. Aunque las negociaciones estaban en pleno curso, la CGT anuncia el lunes 3 que se ha obtenido una “gran victoria” y que se debe organizar la vuelta al trabajo. Una vez más, los trabajadores quieren continuar: las reivindicaciones obtenidas son magras, la mayoría no son más que promesas. El martes 4 se reúnen los trabajadores de la región parisina y se vota seguir con la huelga. Recién al día siguiente la burocracia consigue amañar una asamblea que le resulte favorable: numerosos sectores combativos no tienen representación. Como los trabajadores del transporte, los empleados postales (otro sector “estratégico”) vuelven al trabajo.


Macartismo y palos


La CGT nunca había decarado la huelga general. Para no perder el tren, había acompañado la ola ascendente; inclusive cuando los trabajadores rechazan los acuerdos sellados entre la cúpula sindical y el gobierno los días 25 y 26 de mayo. Pero luego del 30 la situación era otra. Ahora la burguesía se rearmaba con un planteamiento de conjunto. El aparato del PCF, a la cabeza de la CGT, decide pasar a la ofensiva e inclusive enfrentar a sus propios militantes, que resisten, discuten, cuestionan. “Elección = traición” es la consigna de la vanguardia más activa. Es lo que se canta en la manifestación del sábado 1º de junio. Convocada por la Unef, la CGT la boicotea. Pero no son sólo estudiantes los que se hacen presentes en las calles parisinas; entre los 40.000 que vuelven a desfilar en la capital francesa se nota una gran presencia de la nueva generación obrera. El stalinismo redobla la ofensiva. En L’Humanité del 6 de junio se habla de “exitoso retorno al trabajo” como una conquista lograda con la “unidad” y el “entusiasmo” de los trabajadores junto a sus direcciones. Al mismo tiempo se multiplican los artículos y comentarios dirigidos contra los “grupúsculos”, los “izquierdistas” y los “aventureros” que se niegan a apoyar la vuelta al trabajo. “Con frases pseudo-revolucionarias y actos aventureros, estos grupos llevan en realidad la batalla, no contra el poder y la patronal, sino contra los militantes y las organizaciones que conducen la lucha de los trabajadores”, dice el diario del Partido Comunista.


La preocupación casi histérica por los “izquierdistas” tiene su lógica: la situación todavía no está bajo control. Hay que aislar a los sectores que sigan en lucha, terminar de desmontar la huelga general. Con sus artículos de “advertencia”, el stalinismo prepara el terreno para la represión gubernamental. Y la represión no tardará en llegar. El núcleo de resistencia obrera al levantamiento de la huelga son los metalúrgicos de las principales fábricas del país. Allí se había iniciado la intervención obrera en las primeras semanas de mayo; ahora jugarán un rol protagónico en los últimos estertores de la huelga general. En la planta de Renault en Flins, la burocracia fracasa en su intento de armar una votación con urnas para levantar la huelga. El 5 de junio miles de trabajadores deciden continuar de paro. La burguesía se alarma: el fracaso del operativo para levantar la huelga en las principales plantas automotrices podría poner en crisis toda la situación política. Le Figaro dice que “la CGT está desbordada por los izquierdistas” y le reclama que se pronuncie. La respuesta de la burocracia es un nuevo llamamiento al levantamiento de la huelga.


En la noche del 5 al 6 de junio, la policía ocupa la fábrica: los piquetes son expulsados los trabajadores brutalmente reprimidos. El gobierno ha elegido una fábrica con una gran proporción de trabajadores inmigrantes, en la que los sindicatos no responderán con fuerza. De hecho, la burocracia se limita a convocar a una manifestación de protesta a varios kilómetros del lugar. Sin embargo, se suceden las manifestaciones de grupos estudiantiles y obreros en la zona, que se convierte en un territorio virtualmente militarizado. El 10 de junio, Gilles Tautain, estudiante secundario y militante de la organización maoísta UJCML, muere ahogado tras ser lanzado al río por la policía. Es el primer manifestante muerto en todas las jornadas de lucha realizadas hasta entonces. La noticia genera un fuerte impacto y se organizan manifestaciones de repudio. La federación estudiantil convoca a una marcha en París para el día siguiente, mientras el PCF lamenta la muerte de Tautain pero considera que la manifestación es una “aventura” y una “provocación”. El ataque del stalinismo también se registra en los hechos: los ferroviarios de la CGT se niegan a transportar a los manifestantes de Paris hasta Flins.


El 11 de junio


La planta de Peugeot en la localidad de Sochaux, cuyos obreros habían decidido también continuar con la huelga, es desalojada por la policía en plena madrugada. Los trabajadores se concentran en la puerta e intentan reingresar: se produce un brutal enfrentamiento con la policía que dura varias horas. Una vez más corre sangre: dos trabajadores caen muertos ante la represión de las fuerzas policiales. La CGT llama a “reaccionar vigorosamente” y convoca… a un paro de … una hora para el día siguiente. Mientras tanto, en París la marcha convocada por la Unef para el 11 de junio para repudiar la muerte de Tautain es reprimida con ferocidad. Hay 1.500 detenidos, cientos de heridos, un centenar de coches saqueados e incendiados, varias comisarías atacadas. Al día siguiente, el nuevo ministro del Interior, Raymond Marcellin, anuncia que se prohíbe cualquier manifestación. El 13 de junio “numerosos militantes son detenidos, los extranjeros son expulsados del país, las manifestaciones y agrupaciones, mitines son prohibidos y se decreta la disolución de diversas organizaciones revolucionarias”. Según el Journel Officiel del 13 de junio, quedan disueltas la JCR, Voix Ouvrière, la FER, la OCI y el PCI (trotskistas), el PCMLF y la UJCML (maoístas) y el Movimiento 22 de Marzo.