Aniversarios

20/6/1995|452

En la huelga de junio y julio

Durante la huelga general de junio-julio de 1975, quedó patente la traición de la burocracia —que no declaró nunca la huelga general, atacó a las Coordinadoras e intentó, hasta el último instante, salvar a la camarilla. Pero la huelga sirvió también para poner en claro la impotencia y la catástrofe política de las corrientes pequeñoburguesas y stalinistas. Durante toda la huelga general, las organizaciones guerrilleras, paralizadas, plantearon la formación de un gobierno de unidad del peronismo no lopezrreguista con la oposición (Montoneros) o de un “frente patriótico y democrático” con la burguesía opositora (ERP).


El PC, por su parte, participó en todo acuerdo o bloque que se constituyó durante la huelga para encontrar un punto de reagrupamiento que limitara la movilización. Al tiempo que repetía que “no queremos el fracaso del gobierno” (o sea, que querían el fracaso de la huelga contra el gobierno), proponían la formación de un “gobierno cívico-militar” … En consonancia con esta orientación, el PC abandonó las Coordinadoras interfabriles y las agrupaciones sindicales combativas.


El PST —la corriente morenista— debutó en la huelga general … reprochándole a los obreros de Fiat Córdoba haber repudiado a los burócratas que bajaron a la fábrica (Avanzada Socialista, 13/6/75). Durante dos largas semanas —¡y qué semanas!— la prensa del PST dejó de aparecer; hasta el 30 de junio no sacó ninguna orientación de orden político general ni, tampoco, ninguna consigna para generalizar la huelga. Cuando lo hizo, planteó la perspectiva, no de una victoria de la huelga, sino de una recomposición burguesa: la renuncia de Isabel y la elección de un sindicalista —un burócrata, claro— como presidente del Senado para actuar como presidente interino. La clave para entender esta política es que la huelga agudizó la política frentepopulista del morenismo, que se expresó en su integración al “Bloque de los 9” con toda la oposición burguesa, no casualmente “resucitado” durante la huelga.


Política Obrera —la organización que dio nacimiento al PO— intervino a fondo en la formación de las interfabriles, planteando, desde el inicio de las movilizaciones, un programa de combate: “Defender las paritarias: 200% de aumento; ajuste trimestral de los salarios. Paro de 24 horas, Congreso de Delegados de base de la CGT y los sindicatos con mandato de bases. Fuera el gabinete reaccionario; anulación de las medidas económicas; por un plan económico y político elaborado por la CGT; por Comités Unitarios; por el Frente Unico de los partidos obreros y combativos” (Política Obrera, Nº 232, 11/6/75).


Una semana más tarde, cuando el malón burocrático se apresuraba a firmar por el 45%, PO planteaba: “No al tope del 45%. Por un paro de 24 horas de la CGT. No firmar sin consulta de los trabajadores: Asambleas Generales y Congreso de Delegados con mandato” (Nº 233, 18/6/75). El 4 de julio, cuando la huelga general estaba en su apogeo, el PO —señalando la emergencia de una situación revolucionaria y alertando contra “el auto-golpe de Isabel-López Rega”— planteó la necesidad de “la huelga general centralizada con ocupaciones de fábricas” (Nº 235, 4/7).


Una movilización obrera de la envergadura de la de junio-julio de 1975, marcó a fuego el carácter de clase de las tendencias que actuaban en ese entonces en el movimiento obrero.