Aniversarios

28/6/2007|998

En las vísperas de las Jornadas de Julio

¿El Partido "dividido" o simplemente el Partido?

La cuestión del levantamiento contra el gobierno ya había sido tempranamente planteada en las “Jornadas de abril”, cuando una manifestación en las calles de Petrogrado concentró soldados y obreros para protestar contra el gobierno provisional, que venía de comunicar a los aliados imperialistas de Rusia que continuaría con la política de guerra iniciada bajo el zarismo. Las “jornadas de abril” detonaron la primera crisis en la cúpula del gobierno burgués formado en febrero, que concluyó con la incorporación de los socialistas al gobierno a principios de mayo.


En junio, sin embargo, el cuestionamiento al gobierno dirigido por los capitalistas toma una fisonomía mucho más concreta. Es cuando el primer Congreso de los Soviets de toda Rusia prohíbe la manifestación convocada para el 10 de junio por los bolcheviques y los comités de fábrica de Petrogrado. En las dos entregas anteriores dimos cuenta del debate entre los propios bolcheviques sobre la actitud a tomar en tales circunstancias. Lenin se oponía a cualquier enfrentamiento prematuro en la lucha por llevar al poder a los obreros y campesinos. El tema se replanteó cuando a la semana siguiente, el 18 de junio, los bolcheviques imponen sus consignas —¡Abajo los ministros capitalistas! ¡Todo el poder a los soviets!— en la marcha multitudinaria convocada en apoyo a los soviets, que apoyaban al gobierno de coalición con la burguesía. La movilización se transforma en un reclamo masivo contra la política de los mencheviques que dirigen esos mismos soviets. La consigna contra el gobierno de colaboración con los capitalistas se imponía de este modo en el terreno de la acción directa.


Todo otra vez


La nueva situación replantea el problema del levantamiento armado. La presión es avasallante. La impaciencia y el ánimo insurrecto se extienden entre los obreros y los soldados de Petrogrado. Durante la manifestación del 18 de junio, un destacamento de varios centenares de hombres armados 2 libera por la fuerza a un dirigente de la organización militar de los bolcheviques, F. P. Khaustov. El hombre había sido acusado de “traición” por sus virulentos artículos, en un periódico local, contra la ofensiva militar ordenada por el gobierno. Al día siguiente, el 19 de junio, el gobierno y la dirección de los soviets ordenan una razzia policial en el barrio industrial de Viborg para reapresar a Khaustov y a otros militantes que también habían sido liberados en el asalto del día anterior. La razzia termina con la ocupación de un local central de los anarquistas y en los incidentes muere uno de sus dirigentes. Para repudiar la represión, varias fábricas cierran, los trabajadores se lanzan a la calle y la agitación en las unidades militares crece vertiginosamente. Entre la vanguardia, en las fábricas y en los cuarteles se discute abiertamente sobre la posibilidad de un levantamiento armado.


En este clima, en esos mismos días se encontraba desarrollando su trabajo la Conferencia de Organizaciones Militares Bolcheviques de toda Rusia, que sesionó entre el 16 y el 23 de junio. La convocatoria se realizó para tratar la unificación del trabajo en todo el ejército y en función de lo que llamaba la “expansión y profundización de la revolución”. Eran 107 delegados de la guarnición de Petrogrado y de guarniciones y unidades militares de toda Rusia. Muchos de ellos veían en la Conferencia el organismo y el instrumento para la toma del poder. El debate estaba totalmente dominado por esta cuestión. Uno de los asistentes lo retrata de esta manera: “los delegados están continuamente discutiendo y argumentando en torno al significado de la demostración del 18 de junio y sobre la transferencia del poder a las manos del soviet de obreros y soldados… Casi todos los camaradas informan aquí que dejaron sus organizaciones provinciales en el momento de protestas muy vívidas y claras contra la política del gobierno y contra las órdenes de Kerensky (ministro de Guerra). Por todos lados se escuchan voces de los camaradas soldados señalando que ha llegado el tiempo de una acción decisiva en la lucha hombre a hombre por el poder y que las medidas represivas ordenada por el gobierno provisional habían engendrado una manifiesta indignación en todas las unidades militares”.3 En su Historia de la Revolución Rusa Trotsky pinta un panorama muy similar al describir la situación en la capital rusa (ver recuadro).


La intervención de Lenin


La excitación en la Conferencia militar alcanza un pico cuando es el propio F. P. Khaustov, recién liberado, el que abre los trabajos de la conferencia en la noche del 18 de junio, y el ambiente se hace más caldeado cuando al día siguiente los delegados toman nota de la razzia del gobierno y de las huelgas y manifestaciones en el barrio obrero de Viborg. Al día siguiente, el 20 de junio, representantes del primer regimiento de ametralladoras, entre los cuales había muchos militantes bolcheviques, estaban ya consultando a otros regimientos su opinión sobre la tarea de salir a imponer el derrocamiento del gobierno provisional con o sin autorización de la dirección del Partido.


Es en esta situación que interviene Lenin en la Conferencia militar. Retoma su caracterización de que el proceso revolucionario se encuentra en una nueva etapa y de que la fase pacífica se agota. Por eso mismo, plantea que la cuestión de la organización militar debe ser analizada con extrema precaución. En un discurso probablemente inédito en castellano,4 el líder del Partido vuelve a la carga: “Cualquier movimiento errado de nuestra parte —dice— puede arruinar todo. Si fuésemos capaces de tomar el poder ahora es ingenuo sin embargo pensar que podremos retenerlo. Dijimos muchas veces que la única forma posible de gobierno revolucionario es la del soviet de los diputados soldados, obreros y campesinos. ¿Cuál es el peso exacto de nuestra fracción en el soviet, incluso en el soviet de ambas capitales, para no hablar del resto? Estamos en una minoría insignificante. Este hecho no puede ser ignorado. Muestra que la mayoría de las masas está protestando pero todavía cree en los mencheviques y socialistas revolucionarios”.


Concluye Lenin: “Esta es la cuestión clave, y determina la conducta de nuestro partido. Cómo podemos empujar a la pequeñoburguesía hacia el poder si ella todavía no quiere hacerlo. Si se trata de conquistar seriamente el poder (no por métodos blanquistas) el proletariado debe luchar por influir al interior de los soviets pacientemente, incansablemente, explicando a las masas cotidianamente el error de sus ilusiones pequeñoburguesas. Los contrarrevolucionarios quieren quebrar esta política. Por todos los medios están tratando de provocarnos para una acción aislada y apresurada… y no les daremos ese gusto. Y cuando las masas vean que el gobierno de coalición las está defraudando —y los eventos de los últimos días muestran esta decepción mejor que nada— vendrán hacia los bolcheviques, el único partido que no está comprometido con los explotadores. Los hechos no deben ser anticipados. El tiempo está de nuestro lado”.5


La audiencia a la cual se dirigía de este modo Lenin estaba integrada por los cuadros bolcheviques del ejército, militantes que, en su abrumadora mayoría, se habían incorporado recientemente al Partido, cuyas filas se multiplicaban día tras día. “Seamos cautelosos —señalaba en la misma línea de Lenin otro dirigente de la organización militar— las consecuencias (de una acción apresurada) pueden ser no una guerra de clases sino una guerra civil, una guerra no clase contra clase sino de una parte de la población contra otra.”6


El Comité de Petrogrado


El 20 de junio, mientras sesionaba la Conferencia de la organización militar, el Comité de Petrogrado del Partido Bolchevique celebra una sesión de emergencia para evaluar la situación. Llegan informes sobre el humor levantisco de los trabajadores no sólo por la cuestión de la guerra sino también frente al creciente caos económico del que responsabilizaban a la burguesía. Algunas voces críticas cuestionan que el Partido está cayendo en una “ausencia de liderazgo” y dicen que se debe avanzar en un sentido práctico con el planteo de “Todo el poder a los soviets”. A modo de réplica, otros dirigentes del Comité alertan contra la eventual repetición de la trágica historia de la Comuna de París de 1871, dado que el resto del país no acompaña la virulenta radicalización que se evidencia entre las masas explotadas de Petrogrado. En la primera votación prima este último criterio y por 19 a 2 se aprueba la moción presentada por Volodarsky y Tomsky, mandatando al Comité a elaborar, junto a la Organización Militar, un llamamiento al proletariado a no participar en acciones revolucionarias aisladas y a desarrollar todos los esfuerzos para ganar mayor influencia entre las otras clases de la población. Hay que registrar que inmediatamente se vota una enmienda, presentada por los elementos más críticos a la “moderación” del Partido, que se impone por 12 a 9, planteando que “en caso de mostrarse imposible retener la acción de las masas, el Partido tomará el movimiento en sus manos con el propósito de presionar sobre el Soviet y sobre el Congreso de los Soviets”. Según Rabinowitch, los bolcheviques de Petrogrado pretendían con esta enmienda legitimar su intervención dirigente en un levantamiento, que estimaban imparable, y contra lo que suponían una eventual oposición por parte del Comité Central.7


Lo que viene


En la historiografía stalinista, desde casi siempre, se da cuenta del bolchevismo como de un partido “monolíticamente unido” detrás del “infalible” liderazgo de Lenin. No había lugar en la historia “oficial” para un examen con rigor de la deliberación interna del Partido, incluso de los matices y divergencias sobre la apreciación del cambiante frente de la revolución entre febrero y octubre. Por eso mismo se destacan materiales de investigación como el que hemos utilizado en esta entrega de la serie del “noventa aniversario”. La tesis de su autor, sin embargo, sobre la supuesta novedad que aportaría su trabajo sobre un “partido dividido” opaca la evidencia de que la discusión interna es el material mismo de una organización que se construye en el proceso vivo de acontecimientos históricos, al mismo tiempo que tiene conciencia de que su función es insustituible. Un partido se funda en un programa, una tradición y una experiencia que, no obstante, también se renuevan, y hasta cierto punto se refunda como parte de la revolución que está llamado a dirigir. No olvidemos que el Partido Bolchevique reunía dos mil militantes en Petrogrado cuando estalla la revolución de febrero, que serán quince mil a fines de abril y que se volverán a duplicar en pocas semanas. Un partido vivo, en crecimiento volcánico, con todos sus sentidos orientados a la tarea de fusionarse con las masas, que eran impulsadas a asumir un protagonismo inédito en la historia de su país.


Notas



1. Alexander Rabinowitch: Prelude to Revolution — The Petrograd Bolsheviks and the July Uprising — , Indiana University Press. 1968.


2. Idem.


3. Citado por Alexander Rabinowitch, Op. cit.


4. No figura en las obras completas de Lenin pero es citado en un posterior artículo de Podvosiky, uno de los más notorios dirigentes de la organización militar de los bolcheviques.


5. Reproducido según la traducción de Rabinowitch en su libro citado.


6. Alexander Rabinowitch, Op. cit.


7. Alexander Rabinowitch, Op. cit.