Aniversarios

12/11/2009|1108

Hace 80 años: el”crack” del ’29

En la última semana de octubre de 1929, Wall Street, la Bolsa de Nueva York, colapsó. Las acciones, que venían subiendo en flecha desde varios años atrás, en paralelo al volumen de las operaciones, se derrumbaron violentamente. En pocos días, la caída del valor accionario alcanzó una magnitud equivalente a todos los gastos de los yanquis en la Primera Guerra Mundial. En el curso de un mes, el precio de las acciones bajó un 60 por ciento en promedio. Con algunos zigzags, la curva descendente se hizo imparable y extendida en el tiempo, arrastrando al mundo capitalista a la peor depresión de su historia. 

En 1933, el valor de las acciones había caído a casi un 90% del que registraban antes del derrumbe. El nivel de la actividad económica se había reducido a la mitad y la bancarrota se había extendido al continente europeo. Más de 5.000 bancos norteamericanos que habían financiado con plata dulce la burbuja especulativa fueron declarados en bancarrota. Decenas de miles de empresas se habían ido igualmente a la lona. La inversión había desaparecido y el desempleo alcanzado proporciones homéricas: llegaba al 22% de la fuerza de trabajo británica y belga, al 24% de la sueca, al 27% de la americana, 29% de la austríaca, 31% de la noruega, al 32% de la danesa y ni más ni menos que al 44% de la alemana.

Crónica de un final anunciado

El “crack” del ’29 fue tan violento como previsible. Las evidencias de que el incontenible ascenso bursátil tenía que encontrar un límite fueron innumerables. La Bolsa tuvo un barquinazo muy importante en junio de 1928 y la eventualidad de una grave crisis fue uno de los temas de campaña para las elecciones presidenciales del final de ese mismo año. No era un secreto para nadie, además, que el ascenso de los valores bursátiles se multiplicaba sin ninguna relación con la evolución de la economía y las ganancias en la producción (subieron más del 100% entre 1926 y 1929 mientras la economía crecía un 14%). 

No hay compartimentos estancos entre la especulación y la economía real. La expansión de la economía yanqui, privilegiada por las condiciones emergentes de la Primera Guerra, comenzó a patinar desde mediados de la década del ’20 aquejada, en primer lugar, por la sobreproducción; es decir, por un exceso de capitales para las posibilidades de las ganancias que pueden concretarse con la demanda que crea la propia acumulación capitalista. El excedente de producción agrícola produjo una caída de los precios. A lo largo de la década del ’20, los precios de los principales granos bajaron entre un 40 y un 50%. 

En segundo lugar, la alternativa de los mercados externos también comenzó a cerrarse antes de 1929. La economía inglesa estuvo dominada en esos años ’20 por la deflación y el desempleo. En Francia, jaqueada por el peso de la deuda contraída durante la guerra, la actividad económica demoró casi diez años en recuperar un ritmo estable, recién hacia 1928. Alemania pasó por una inflación devastadora y sólo en 1926 alcanzó a recuperar los niveles de producción de una década atrás. De conjunto, el mercado mundial estaba recorrido por un aumento del proteccionismo y un marasmo monetario. Conclusión: el derrumbe del ’29 se incubó en los grandes desequilibrios en la economía de posguerra. 

La “recuperación”

Los mismos límites marcaron la reversión del ciclo. Porque los mecanismos de “mercado” se mostraron impotentes para devolverle energía al capitalismo decadente. Las medidas de intervención estatal – adoptadas por Roosevelt a partir de 1933 mediante subsidios al capital, refinanciación de deudas y obras públicas-  apenas consiguieron reencauzar la economía.

Roosevelt enfrentó una enorme resistencia obrera que finalmente derrotó. la economía sólo comenzó a superar los índices de producción anteriores al ’29 mucho más de una década después, en 1941, en medio de los preparativos para el ingreso la Segunda Guerra. Por eso, la mayor “recuperación económica” la registró entonces la Alemania… de Hitler. La nueva onda “ascendente” del capital se forjó con los métodos de la barbarie y la contrarrevolución.  
Segunda conclusión: los métodos de la recuperación fueron tan brutales y destructivos en sus efectos y consecuencias como los que, en otro plano, había producido la depresión. Recesión y recuperación, el ciclo económico en su conjunto, son fenómenos derivados; en este caso, de una etapa más general del capital, marcada por su agotamiento histórico, su tendencia a crisis más profundas, de mayor alcance en el tiempo y de una extensión mundial sin precedentes. Un período de guerras y revoluciones, de terremotos sociales y económicos que revelan un capitalismo senil, históricamente agotado.

Ahora

Según la revista The Economist, si sustituimos la palabra “acciones” por “hipotecas”, el derrumbe actual sigue el derrotero que mostró en sus orígenes la crisis de los años ’30. En un reciente estudio, dos académicos norteamericanos mostraron que en los primeros dos años de la crisis actual las caídas en la producción industrial, el comercio y los valores bursátiles de la economía mundial fueron más bruscas aún que en 1929. La depresión progresó en línea recta. En 1931, un famoso economista de la época, Irving Fisher, planteó que la crisis se había superado. Y empezó el colapso. Ahora también enfrentamos la etapa de la “metástasis de la crisis capitalista” (ver artículo de Jorge Altamira en la revista En Defensa del Marxismo Nº 36). Claro que en un momento histórico más elevado de la descomposición del modo de producción capitalista.