Aniversarios

4/5/2017

Hace 80 años moría Antonio Gramsci (II)


En la URSS de la década del 20 las discusiones de los socialistas italianos tenían un eco directo en las sesiones de los congresos de la III Internacional. Lenin tomó posición contra la convivencia del ala izquierda del PS con el reformismo de Serrati y el infantilismo abstencionista de Bordiga. Al tomar conocimiento de las posturas del grupo Orden Nuevo se pronunció a favor del grupo de Turín y convocó a Gramsci a Moscú. Pero Bordiga dominaba esa izquierda y precipitó una fractura con Serrati, formando un partido comunista minoritario en 1920 con una plataforma ultraizquierdista. De este modo, dos organizaciones italianas pertenecían a la III Internacional y Gramsci se opuso a la escisión aunque aceptó incorporarse al naciente PC, convirtiendo a Orden Nuevo en el diario de la organización. Luego viajó a la URSS.


 


Todo el período 1921-1924 estuvo marcado por el choque del nuevo PCI con el Comintern (III Internacional). En el tercer Congreso de la III se planteó un giro político hacia la táctica del frente único que los italianos no aceptaron. Para Lenin y Trotsky el reflujo de la revolución europea en la posguerra imponía un llamado a la socialdemocracia  a la acción práctica común para que las masas agotaran su experiencia con las direcciones reformistas. Bordiga, Gramsci y los restantes dirigentes del PCI (Togliatti, Terracini), con la excepción de Tasca rechazaron esta política.


 


Durante una primera etapa de la organización (1921-22), Bordiga impuso sin oposición su intransigencia ultraizquierdista y el PCI rechazó todas las orientaciones del Comintern, no solo la táctica del frente único, sino también el llamado a debatir con el PS Unificado creado por Serrati en 1922. 


 


Gramsci en Moscú


 


El contacto en Moscú con el trabajo del Comintern produjo una vertiginosa maduración política en Gramsci, que atravesó, además, por quizás el único período de felicidad en su vida personal. Se casó y tuvo dos hijos. La mayor influencia política que recibió fue la de Trotsky, que lo alentó al abandono del sectarismo de Bordiga , lo que estimuló la progresiva diferencia entre ambos dirigentes. Gramsci comenzó a cuestionar el abstencionismo electoral y la identificación de Mussolini con los otros partidos burgueses. Consideró que era un desatino suponer que el avance del fascismo sobre la socialdemocracia era un factor de progreso de la revolución (planteado por el ala ultraizquierdista)  y empezó a aceptar el planteo del frente único como táctica de defensa del proletariado contra los embates de la reacción. Cuando Bordiga afirmó que toda la III Internacional se deslizaba hacia el reformismo, el enfrentamiento entre ambos dirigentes llegó a un punto de no retorno. 


 


Gramsci en Viena


 


Gramsci se instaló en Viena para intervenir más de cerca en la lucha política y se lanzó en 1924 a la batalla frontal contra el bordiguismo. Logró conducir al partido a un gran cambio, imponiendo la concurrencia a las elecciones, en las que fue elegido diputado. En el Congreso partidario de Lyion (1926)  conquistó a la mayoría de los militantes a favor de una nueva estrategia para la revolución en Italia. Definió a los obreros y campesinos como las fuerzas motrices de la revolución y destacó la necesidad de desterrar la influencia de los partidos católicos y de los terratenientes sobre la masa agraria, para atraerla hacia una alianza bajo dirección del proletariado. El Congreso revalorizó el frente único y estableció un programa democrático con consignas de transición para fijar un puente entre el fascismo y el establecimiento de la dictadura del proletariado.


 


Gramsci había sacado un balance de la experiencia de Orden Nuevo y los Consejos Obreros y planteó que sin un partido programáticamente definido y políticamente homogeneizado era imposible la lucha victoriosa por la revolución. Con su mandato de diputado volvió a Italia para combatir al fascismo desde el PCI.


 


El debate en la URSS


 


Dentro de Italia la actividad de Gramsci como parlamentario y organizador comunista fue crecientemente desbordante. Mussolini no había llegado aún a estabilizar el régimen contrarrevolucionario y en 1926 el asesinato del dirigente socialista Matteoti desató una crisis que Gramsci propuso profundizar con acciones de masas contra la dictadura. Su fama como tribuno antifascista alcanzó dimensiones nacionales y el propio tirano se vio obligado a polemizar públicamente con él. El PCI se desarrolló  numérica y políticamente y para apuntalar esta maduración, Gramsci escribió un folleto sobre la cuestión meridional de Italia en el que caracterizó la formación histórica del país, el retraso del Sur, el papel de las distintas clases sociales y puso de relieve la lucha por una alianza obrero campesina para la victoria de la revolución. 


 


Gramsci comenzó a recibir en ese período noticias fragmentarias de la crisis que había estallado en la URSS entre la Oposición de Izquierda y Stalin. Desconocía por completo la envergadura del proceso de usurpación de la revolución por parte de la casta burocrática y el sofocamiento de la democracia en los soviets. Sus pronunciamientos oficiales fueron favorables al oficialismo estalinista. Aunque había recibido una importante influencia teórica de Trotsky, varias circunstancias políticas lo alejaron del creador del Ejército Rojo. 


 


Ante todo Gramsci se mostró hostil al planteo de Trotsky de acelerar la industrialización de la URSS porque suponía que socavaría el apoyo campesino a la revolución. Una objeción infundada desde el momento que Trotsky justamente intentaba evitar una demora en la modernización económica que forzaría posteriormente al estado obrero a embarcarse en una industrialización salvaje y expropiatoria del agro, como efectivamente sucedió bajo el domino estalinista. Gramsci no comprendió el sentido de la discusión en la URSS y, preocupado por su debate a favor de la alianza obrero campesino en Italia, catalogó de anti campesina a la Oposición de Izquierda. Gramsci, además, consideró nociva la introducción del “debate ruso”, absolutamente crucial, en el seno del PCI, quizás llevado por los años de debate fraccional en el seno del partido. A esto se sumó la momentánea adhesión de Bordiga a Trotsky, que afianzó su rechazo a la Oposición. Paradójicamente, el ultraizquierdista Bordiga rompería al poco tiempo con Trotsky.


 


De todos modos, Gramsci no toleró la brutalidad de las depuraciones de Stalin y, cuando tomó conocimiento de las persecuciones de la burocracia de la URSS, repudió públicamente su metodología. Tuvo un violento choque con Togliatti, el hombre del aparato del Kremlin en el PSI, cuando se negó a suscribir las infamias lanzadas contra Trotsky y otros dirigentes bolcheviques. Declaró su oposición a los juicios y a todas las medidas policiales contra la Oposición de Izquierda.


Estamos en 1926, en las vísperas del confinamiento de Gramsci en la cárcel del fascismo italiano, que le llevaría 11 años y finalmente, la vida. El período más duro y políticamente contradictorio del dirigente cuyo renombre proviene menos de la actividad revolucionaria que acometió que del contenido e interpretación que hace la izquierda no revolucionaria de sus “Cuadernos de la cárcel”, la elaboración de ese período de Antonio Gramsci.