Aniversarios

18/10/2007|1014

“La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”

El fin de la "revolución podrida"

Con estas palabras comienza Lenin el artículo que lleva el título de esta entrega. Fue escrito entre el 10 y el 14 de septiembre de 1917 y constituye de hecho un programa para la toma del poder. “La catástrofe…” fue redactada a continuación de la primera carta de Lenin dirigida al CC bolchevique, reclamando imperiosamente que se pasara a la acción y se organizara prácticamente la tarea insurreccional.


Lenin retoma entonces el hilo conductor de las Tesis de Abril. Se trataba de una revolución inconclusa. Con los soviets en manos de los conciliadores que entregaron el poder a la burguesía, la situación abierta planteaba una alternativa de hierro. O las masas insurgentes bajo la dirección del proletariado derrocaban a los capitalistas, o la contrarrevolución aplastaría el levantamiento obrero y campesino. Hay que marchar a la “segunda revolución”, planteó entonces Lenin. La burguesía no dará la tierra a los campesinos ni terminará con la guerra imperialista, que, al revés, es necesaria para liquidar la revolución. La burguesía no prepara la democracia sino la reconstitución bajo nuevas formas del viejo régimen represivo del zarismo.


Cuando Lenin redacta el folleto que es motivo de esta nota ya habían transcurrido seis meses desde el estallido de la revolución. Desde las primeras líneas de su folleto, Lenin destaca la mecánica política de la crisis terminal “que nos amenaza”. El desbarajuste no se detiene, señala, porque “beneficia con ganancias fabulosas a un puñado de terratenientes y grandes capitalistas” que lucran manipulando la oferta de alimentos y materias primas, con la carestía sin fin, con los negociados de la provisión a las tropas, la especulación y el caos productivo.


Control… control… control


La bancarrota en curso reclamaba medidas elementales de control para garantizar el abastecimiento y los mecanismos básicos de la circulación económica. Es lo que habían hecho —dice Lenin— los países capitalistas al imponer la economía de guerra, una suerte de capitalismo monopólico de Estado, de “su” Estado. “Todos los estados beligerantes que sufren las calamidades de la guerra, que sufren, en mayor o menor grado, la ruina y el hambre, han trazado, fijado, aplicado y probado hace mucho toda una serie de medidas de control, que se reducen casi todas ellas a agrupar la población, a crear, a fomentar asociaciones de toda clase vigiladas por el Estado, en las que participan sus representantes, etc., etc.” En Rusia, en cambio, la insurgencia de los explotados había impedido la reconstitución del aparato estatal. El doble poder, en lugar de disolverse, como pretendían los mencheviques y socialrrevolucionarios, desde que aceptaron ingresar al gobierno de coalición con la burguesía, se había replanteado con mayor fuerza luego del fracaso del golpe contrarrevolucionario de Kornilov. Ahora, progresaban los soviets en manos del ala revolucionaria del movimiento obrero. El “pacto social” entre los centroizquierdistas y la burguesía había fracasado. En lugar de una economía de guerra y una reconstrucción de “su” Estado, la burguesía sólo disponía del “arma” de un caos generalizado. Para “combatir” la “catástrofe” había que culminar la revolución. Las “armas” respectivas estaban al alcance de la mano.


¿Cómo?


“Puede asegurarse que no hallaréis ni un solo discurso, ni un solo artículo, sea cual fuese la tendencia del periódico, ni una sola resolución, sea cual fuere la asamblea o institución en que se haya votado, donde no se expongan de modo claro y concreto las medidas fundamentales y decisivas para luchar contra la catástrofe y contra el hambre, para evitarlas. Esas medidas son el control, la vigilancia, la contabilidad, la reglamentación por el Estado, una distribución acertada de la mano de obra en la producción y en la circulación de los productos, el ahorro de las energías del pueblo, la eliminación de todo gasto superfluo de energías, su economía (…)


(…) Las medidas de control son conocidas por todos y fácilmente aplicables (…) es una cuestión importantísima (…) (y) en el fondo viene a ser la cuestión del programa de todo gobierno realmente revolucionario que quiera salvar a Rusia de la guerra y del hambre (…) He aquí las medidas más importantes:


1) Fusión de todos los bancos en un banco único y control por el Estado de sus operaciones, o nacionalización de los bancos.


2) Nacionalización de los consorcios capitalistas, es decir, de las asociaciones monopolistas más importantes de los capitalistas (consorcio del azúcar, del petróleo, del carbón, metalúrgica, etc.).


3) Abolición del secreto comercial.


4) Agremiación obligatoria (es decir, agrupación obligatoria) de los industriales, los comerciantes y los patronos en general.


5) Organización obligatoria de la población en cooperativas de consumo o fomento y fiscalización de estas organizaciones.”


Lenin destaca varias veces que ninguna de estas medidas puede calificarse en sí misma de socialista porque no implica de por sí la confiscación de ningún capitalista. “La propiedad sobre los capitales con que operan los bancos se acredita por medio de certificados, a los que se da el nombre de acciones, obligaciones, letras de cambio, recibos, etc. Con la nacionalización de los bancos, es decir, con la fusión de todos los bancos en un solo banco del Estado, no se anularía ni modificaría ninguno de esos certificados… La fusión de todos los bancos en un banco único, sin que esto implique la menor modificación en las relaciones de propiedad, sin que, repetimos, se le quite un solo kopek a ningún propietario, ofrece la posibilidad de implantar un control efectivo, naturalmente, siempre y cuando se implanten a la par todas las demás medidas arriba mencionadas.”


Con este planteo Lenin desenmascaraba a los conciliadores que se rehusaban a tomar estas medidas en nombre del carácter “burgués” de la revolución. Más importante todavía, planteaba el problema en términos de la cuestión decisiva del poder. La burguesía rechazaba toda forma de control y regulación económica por temor a la actividad revolucionaria de las masas. Antes que la expropiación de la propiedad, los capitalistas temen por la expropiación de “su” Estado por los explotados, el principal de los peligros. El que combatía llevando a las masas… a la “catástrofe”.


…Hacia el socialismo


Lenin no se limita a destacar la naturaleza no inmediatamente socialista de las medidas de control que plantea. Subraya en qué medida sí implican un avance hacia el socialismo. Por eso, si bien insiste en que las medidas de “regulación económica” que propone fueron hasta cierto punto impuestas en las grandes potencias del capital durante la guerra, tal imposición se hizo desde arriba, desde el Estado de los monopolios capitalistas, textualmente de manera “reaccionaria burocrática”, mientras que en Rusia deben imponerse por vía “democrática revolucionaria”, mediante un “nuevo Estado” dirigido por obreros y campesinos, y que por eso mismo y en esa medida abre paso… al socialismo. “Tal es la dialéctica de la historia”, concluye Lenin. La naturaleza de la revolución (burguesa) rusa cambiaba de carácter como consecuencia de este nuevo período del capitalismo mundial (ver recuadro). Y por eso mismo la Revolución de Febrero debía pasar a la historia, no como prototipo de una revolución “burguesa” sino de una revolución… “podrida”: “Llevamos medio año de revolución (…) hemos llegado al paro forzoso, el país perece por la falta de víveres, por la falta de mano de obra, existiendo trigo y materias primas en cantidad suficiente (…) ¿Se quiere mejor prueba de que durante este medio año de revolución —que algunos califican de gran revolución, pero que, por ahora, sería más justo denominar revolución podrida— no se ha hecho en realidad nada serio, nada absolutamente, contra la catástrofe, contra el hambre?”. La revolución “podrida” estaba a pocas semanas de su liquidación, y Lenin de pasar a ocupar la Presidencia del Consejo de Comisarios del Pueblo.