Aniversarios

11/10/2007|1013

Lenin, Trotsky y la “legalidad soviética”

Según Isaac Deutscher, autor de una célebre biografía del fundador del Ejército Rojo, “Lenin observaba la actitud de Trotsky en lo tocante a la insurrección con preocupación y aun con suspicacia. Se preguntaba si, al insistir en que el levantamiento estuviera vinculado con el Congreso de los Soviets, Trotsky no estaría dándose tiempo y posponiendo la acción hasta que fuese demasiado tarde” 1 . Su preocupación fundamental era que detrás de la defensa de la “legalidad soviética” se atrincheraran los viejos bolcheviques, que consideraban la toma del poder como una aventura y cuestionaban abiertamente la preparación de la insurrección. En la clandestinidad, Lenin no disponía de información clara sobre las disposiciones de Trotsky en el Soviet de la capital. Dudaba. Al subordinarse la insurrección al II Congreso de los Soviets, ¿no se perdería el momento más oportuno para concretarla? ¿No sería una formalidad, e incluso una excusa, para no avanzar con la organización técnica, militar de la insurrección? ¿No podría dar un tiempo precioso y fatal a la burguesía y el imperialismo, que buscaban un nuevo golpe contrarrevolucionario? Lenin tenía en cuenta, además, la posibilidad de que el Comité Ejecutivo de los Soviets de toda Rusia, dominado aún por los conciliadores, postergara el Congreso de los Soviets indefinidamente, dado que era claro que este tendría mayoría bolchevique y se pronunciaría por la insurrección.


Trotsky, en cambio, abordaba el problema desde su nueva posición privilegiada en el Soviet de Petrogrado. “Coincidía con Lenin en cuanto a las posibilidades y la urgencia de la insurrección, pero discrepaba en cuanto al método, especialmente en lo referente a la idea de que el Partido llevara a cabo la insurrección en su propio nombre y bajo su propia responsabilidad. Tomaba menos en serio que Lenin la amenaza de una contrarrevolución inmediata… (y) confiaba en que la presión de la mayoría bolchevique en los soviets no le permitiría al Comité Ejecutivo proponer durante mucho tiempo el Congreso nacional de los Soviets. Y razonaba que, puesto que los bolcheviques habían llevado a cabo toda su agitación bajo la consigna de ‘todo el poder a los soviets’ deberían llevar a cabo el levantamiento en tal forma que todos lo vieran como la conclusión directa de esta agitación. La fecha del levantamiento debería fijarse para un poco antes o para el mismo momento de la reunión del Congreso, en cuyas manos insurgentes pondrían entonces el poder conquistado. Deseaba, además, que la insurrección fuera realizada en nombre del Soviet de Petrogrado, cuyos resortes estaban ahora en manos de los bolcheviques y bajo la dirección personal del propio Trotsky. El levantamiento aparecería entonces ante el mundo no como la obra de un solo partido, sino como una empresa mucha más amplia.” 2


En términos prácticos, la alternativa de llevar adelante la insurrección por fuera del Soviet, como había propuesto Lenin, no encontraba entonces un curso concreto. Los planes para iniciar la lucha armada en Moscú o para lanzar un ataque a Petrogrado con los marinos de Finlandia no avanzaban. Alexander Rabinowitch 3 señala que incluso los dirigentes bolcheviques que debían ocuparse de los aspectos prácticos de la insurrección (aquellos que eran miembros de la Organización Militar del partido), eran los menos inclinados a la acción: sobredimensionaban las dificultades técnicas y dilataban la cuestión. En estas condiciones, fue el planteamiento de Trotsky el que acabó por abrirse un rumbo. Será detrás de la máscara de la legalidad soviética como se preparará y se llevará adelante la insurrección de octubre. Usando los mecanismos e instituciones del Soviet de Petrogrado, bajo la dirección personal del propio Trotsky, el partido desarrollará la toma del poder. Se presentarán los pasos hacia la insurrección como medidas “defensivas” tomadas por el propio Soviet.


En la diferente apreciación sobre cómo abordar la táctica insurreccional no existía ningún conflicto de principios. “Sería erróneo deducir de esta divergencia —continúa Deutscher— que mientras Trotsky deseaba conquistar el poder para los soviets, Lenin se proponía poner el poder en manos de su partido exclusivamente. Ambos eran en cierto modo constitucionalistas soviéticos. Lenin también favorecía la idea de que los insurgentes colocaran el poder en manos de los soviets”. Su negativa a esperar a la apertura prevista de las sesiones del Congreso, el 25 de octubre (7 de noviembre) se fundaba en su convicción de que los mencheviques la pospondrían hasta las calendas griegas, permitiendo una nueva intentona contrarrevolucionaria. Lenin “veía al Congreso de los Soviets como la fuente constitucional del poder. Trotsky, por su parte, daba por sentado que los bolcheviques, que constituían una mayoría en el Soviet, serían en realidad el partido gobernante. Ni el uno ni el otro veía en esta fase ningún conflicto entre la constitucionalidad soviética y una dictadura bolchevique, del mismo modo que, mutatis mutandi, ningún demócrata británico ve conflicto alguno entre el régimen parlamentario y el sistema ministerial basado en el partido de la mayoría”.


En resumen: “La diferencia entre Lenin y Trotsky se centraba en un problema mucho más reducido, a saber, si el levantamiento mismo debía concebirse en términos de la constitucionalidad soviética. El riesgo táctico inherente en la actitud de Trotsky era que ésta le imponía ciertas dilaciones a la acción. La desventaja política del enfoque de Lenin consistía en que tendía a reducir la amplitud popular de la insurrección. Lenin concentraba su atención en la meta que se proponía alcanzar. Trotsky le prestaba más atención a su contexto político, a los estados de ánimo de las masas, y a la necesidad de ganarse a los elementos vacilantes, que podrían responder al llamado del Soviet pero no al del partido.” 4


El análisis de Deutscher parece pertinente a la luz de los comentarios de Trotsky en sus Lecciones de Octubre, de 1924, donde expuso por primera vez ampliamente esta discusión ante la vanguardia revolucionaria, tras la muerte de Lenin. Le dedica un capítulo especial a la cuestión, así como a delimitarse del “fetichismo soviético”.


 


Notas


1. Isaac Deutscher, Trotsky, el profeta armado.


2. Idem.


3. Alexander Rabinowitch, The Bolsheviks come to power.


4. Isaac Deutscher, Op. Cit.