Los bolcheviques conquistan la mayoría en el Soviet de Petrogrado

Kerensky de nuevo contra las masas

Con el fracaso del golpe, se quiebra una vez más el gobierno de coalición de los mencheviques y socialrevolucionarios con la burguesía; el gabinete entero renuncia. A pesar de la abrumadora evidencia de una conspiración de oficiales y generales vinculados a la derecha, Kerensky plantea que se debe sancionar solamente a los máximos responsables (una “obediencia debida” a la rusa). El puesto de comandante en jefe del ejército, que ocupaba Kornilov, es entregado al general Alekseev, de estrechos lazos con los kadetes y la burguesía, repudiado ampliamente por las masas. En cuanto al nuevo gobierno, Kerensky propone formar una nueva coalición con elementos liberales y derechistas, que tuviese como objetivo el restablecimiento del “orden”.


Pero los planes de Kerensky chocan indefectiblemente con las masas. Con la contrarrevolución derrotada y los liberales a la defensiva, la iniciativa ha quedado en manos de los trabajadores y soldados revolucionarios. Los soviets son el único poder real. En los días siguientes, decenas de fábricas y regimientos se pronuncian en contra de cualquier colaboración con los implicados en el golpe, repudian la formación de otro gobierno de “coalición”, reclaman el poder para los Soviets. Son los reclamos de las jornadas de Julio, pero ahora con más fuerza, luego de la enorme victoria que las masas han obtenido con la derrota de Kornilov.


Los conciliadores ante la nueva situación


Los líderes conciliadores del soviet, mencheviques y socialistas revolucionarios, parecen inclinarse en un primer momento hacia la izquierda, frente a la presión de las masas. El comité central de los mencheviques adopta una resolución que “rechaza la participación en el gobierno de los elementos que habían simpatizado con la contrarrevolución” y reclama que los kadetes no sean integrados en el nuevo gobierno. Lo mismo decide la dirección socialista revolucionaria. Ante esta situación, Kerensky decide suspender sus planes de formar un gobierno de liberales y kadetes y constituye un “directorio”, de cinco miembros, sin los kadetes.


Por todos lados los conciliadores ven desaparecer su prestigio ante las masas. Muchas asambleas de fábrica que eran dominadas por los centroizquierdistas se manifiestan ahora por el traspaso del poder a los soviets. Incluso los regimientos más conservadores, aquellos que habían sido movilizados en contra de la revolución durante las jornadas de Julio, se vuelcan ahora hacia los bolcheviques, cuya influencia entre obreros y soldados crece día a día, hora tras hora. Los partidos conciliadores entran en una crisis cada vez más profunda. Mencheviques y socialistas revolucionarios se dividen internamente, entre fracciones de derecha, decididas a mantener la alianza con la burguesía, y tendencias de izquierda, que se acercan a los bolcheviques empujados por la presión de las masas.


El soviet de Petrogrado vota a los bolcheviques


En la sesión del 31 de agosto del Soviet de Petrogrado, la dirección conciliadora es abucheada cuando Tsereteli, uno de sus principales dirigentes, intenta hacer pasar una moción de apoyo a una nueva coalición con la burguesía. Los bolcheviques plantean su oposición y reclaman el poder para los obreros y campesinos. Por primera vez en todo el año los bolcheviques ganan la votación, apoyados por diputados mencheviques internacionalistas y socialistas revolucionarios de izquierda. La derecha exige entonces una votación nominal. La sesión se extiende hasta la tres de la mañana. Muchos delegados del bloque de los conciliadores se retiran para no votar contra sus propios partidos. Es de madrugada, cuando se terminan de contra los votos…vuelven a ganar los bolcheviques. Es un punto de quiebre en el desarrollo de la revolución.


Los conciliadores, sin embargo, intentan torcer el rumbo de los acontecimientos. Plantean rever la votación, que interpretan como un hecho aislado, en una deliberación concretada con una concurrencia muy disminuída de los diputados del soviet. Se reconvoca entonces a la que será la histórica sesión del 9 de setiembre. Todas las organizaciones llaman a librar batalla, convocando a asistir a todos sus representantes. La Mesa directiva, en manos de los conciliadores, desafía a los delegados, reclamando una votación de confianza, planteando que no es posible aplicar la línea de los bolcheviques. El relato de Trotsky revela el momento histórico:


“La sesión transcurrió en medio de una tensión extrema. Lo único que mantenía el orden era el deseo que animaba a todos y a cada uno de no llevar las cosas hasta la explosión. Todos querían llevar a cabo, cuanto antes, un recuento de los amigos y de los adversarios. Todos se daban cuenta de que iba a resolverse la cuestión del poder, de la guerra, la suerte de la revolución. Decidióse votar saliendo por la puerta. Se propuso que salieran los que aceptaran la dimisión de la Mesa: a la minoría le sería más fácil salir que a la mayoría. En toda la sala se produjo una apasionada agitación, pero a media voz. ¿La antigua Mesa o la nueva? ¿La coalición o el régimen soviético? Se dirigió a la puerta mucha gente, más de la que debía salir, a juicio de la Mesa. Los jefes bolcheviques consideraban, por su parte, que iba a faltarles cerca de un centenar de votos para obtener la mayoría. "Y aun así será un resultado magnífico", se decían, para consolarse por anticipado. Los obreros y los soldados van dirigiéndose uno tras otro a la puerta. Un rumor contenido de voces; breves estallidos de altercados; se alza una voz: "¡Kornilovianos!" "¡Héroes de julio!" La votación dura cerca de una hora. Nuestras invisibles balanzas oscilan. La Mesa, con una emoción apenas contenida, sigue en el estrado. Por fin se han contado los votos y se anuncia el resultado: en favor de la Mesa y de la coalición, ¡414 votos!, en contra ¡519! ¡Se han abstenido 67! La nueva mayoría aplaude con entusiasmo, turbulenta, furiosamente. Tiene derecho a ello: se ha pagado la victoria a un precio elevado. Buena parte del camino queda a la espalda.”1


Nueva etapa


El comité ejecutivo de los soviets de toda Rusia (que había sido elegido por el primer Congreso Panruso de los soviets de junio, en otra coyuntura política) todavía está dominado, de todas formas, por los conciliadores. Después de la decisión del soviet de Petrogrado, la cuestión decisiva es cuál será la posición de este órgano máximo de los soviets de todo el país. Después de un largo debate, queda claro que los conciliadores no están dispuestos, a pesar de la presión de las masas, a modificar la táctica que han llevado adelante en los últimos meses. La propuesta bolchevique es rechazada y se aprueba un nuevo apoyo al gobierno de coalición, dejando la decisión definitiva en manos de una “conferencia democrática” a reunirse en las semanas siguientes. Una vez más, los centroizquierdistas ceden el poder a la burguesía. Se acentúa entonces la brecha entre la dirección centroizquierdista del comité ejecutivo y las masas revolucionarias, que siguen ahora a los bolcheviques.


Lenin, que se encuentra en su refugio clandestino de Finlandia y recibe con una demora de un par de días las noticias de Petrogrado, había escrito al recibir las primeras noticias un famoso artículo, “Sobre los compromisos”, donde planteaba que se daban nuevamente las condiciones para un desenlace “pacífico” de la revolución. Lenin proponía que mencheviques y socialistas revolucionarios tomen el poder en sus manos, y por consiguiente plantea que ha cobrado vigencia nuevamente la consigna “todo el poder a los soviets”. Luego de enterarse de los acontecimientos de los días posteriores, sin embargo, entiende que quizás este planteo ya esté desactualizado. En una posdata, concluye: “quizás ya es demasiado tarde para un compromiso”. Sí, era demasiado tarde.


“Los conciliadores se apresuraron a eludir la proposición de Lenin como si se tratara de una encerrona pérfida. En realidad, en la proposición no había ni sombra de astucia: convencido de que su partido estaba llamado a ponerse al frente del pueblo, Lenin hacía una franca tentativa para suavizar la lucha, debilitando la resistencia de los enemigos ante lo inevitable. Los audaces cambios de frente de Lenin, que se desprendían siempre de los cambios sufridos por la situación, y que invariablemente conservaban la unidad de la intención estratégica, constituyen una inapreciable academia de estrategia revolucionaria. La proposición del compromiso tenía el valor de una lección de cosas, para el Partido bolchevique ante todo. Esta lección venía a demostrar que, no obstante la experiencia de Kornílov, los conciliadores no podían ya virar hacia el camino de la revolución. Después de esto, el partido tuvo la sensación definitiva de ser el único partido de la revolución.”2


 


Notas


1. León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa


2. León Trotsky, Idem anterior.