Aniversarios

20/10/2020

Mariano Ferreyra: 10 años de que despertó el fuego en la sangre

O de cuando nos tomamos las cosas con otra seriedad.

Ilustración Fede Albornoz.

Cuando decimos 20 de octubre hablamos de un día bisagra. De una jornada que no se puede olvidar y que tenemos la obligación como militantes de la clase obrera de no perdonar, de luchar contra las deformaciones y manoseos que desde el gobierno y el Estado se realizan permanentemente.

El asesinato de Mariano Ferreyra, aquella tarde de octubre del 2010, fue un bombazo atómico. Caminando por Rafael Castillo -donde actualmente el gobierno kirchnerista desalojo a familias prendiéndoles fuego sus camillas- me llamó mi responsable política (Rosalía) para decirme que una patota de la Unión Ferroviaria había “cagado a tiros” a nuestros compañeros y a trabajadores tercerizados. Todavía no sabíamos de la noticia. Cuando llego a destino, en casa de un compañero del secundario, la televisión con el noticiero decía que un “militante del Partido Obrero había muerto”. Había sido asesinado.

Acá hay un punto de inflexión en la cabeza de alguien que lucha. Muchas veces la cotidianeidad de la militancia, de la vida, hace que uno pierda de vista cosas que son determinantes: que vivimos en una sociedad de clases; y que la lucha de clases es ruda, triste y violenta. Yo tenía 21 años, Mariano 23. Era uno de los nuestros. El pibe que uno ve en el cordón de seguridad. O con el que te cruzas en un escrutinio agitando. Ese rostro de pibe como muchos que se ven en las movilizaciones, en los piqueteos y en los piquetes. Esa noticia del asesinato se Mariano fue un cable a tierra: la lucha en la que nos embarcamos cuando decidimos organizarnos revolucionariamente había mostrado uno de sus rostros como un sablazo. El mas doloroso.

A los 21 años uno pudo haber leído o visto documentales, o escuchado relatos de compañeres mas grandes de como las fuerzas represivas se cobran las vidas en las calles de militantes como Kosteki y Santillán. O como los milicos se chupaban y liquidaban a compañeres de fierro. Esa sensación que uno cree sentir cuando escucha esos relatos o cuando los lee, verdaderamente lo sentí aquella tarde a las 14:15 h.

La Historia, y lo pongo con H mayúscula porque así lo viví(mos), de esos episodios que jamás se olvidan y que formaran parte del arsenal en la conciencia de nuestra clase. Esa Historia se descargó en nuestras cabezas esa tarde con todo su poder y violencia.

¿Qué increíble? ¿No puede ser? Sí, podía ser y sabíamos que lamentablemente podía llegar a pasar alguna vez. Porque esta pelea tiene esos episodios. O acaso cuando uno lee los episodios cruciales del movimiento obrero ¿no hay bajas?. ¿No las hubo en la Patagonia rebelde, en las semanas rojas porteñas protagonizadas por los anarquistas?. En los prolegómenos del Cordobazo. En todo el continente latinoamericano durante los siglos de los siglos en la pelea por ser libres. La conciencia de clase tiene como elemento fuerte y desgarrador la noción y la memoria de esas bajas. Prohibido olvidar. Cualquiera que luche por recuperar las organizaciones de los trabajadores de las burocracias sindicales sabe que están las patotas. Que están protegidas por todo el aparato estatal. El que lucha sabe de esto. Pero saberlo no es lo mismo que sufrirlo y padecerlo. Y peor: perder un camarada en esa lucha.

Aquella tarde la burocracia sindical del ferrocarril, con Pedraza a la cabeza, con la complicidad de la policía (cuyo responsable era el sinvergüenza y responsable también del asesinato de Kosteki y Santillán, Aníbal Fernández) mandaron a una patota reclutada con elementos de las barras bravas, junto a otros trabajadores lúmpenes, a atacar a los tercerizados del ferrocarril.  Las empresas que gestionaban el ferrocarril Roca le dieron licencia a 150 operarios para ausentarse de su lugar de trabajo e ir a patotear a otros trabajadores. ¿Cuál era el objetivo? Que no “rompieran mas las pelotas” con los cortes de vías por el pase a planta permanente. Y fundamentalmente por que los dueños de las empresas tercerizadoras eran los propios dirigentes sindicales como Pedraza, y que la Secretaría de Transporte de Schiavi y el Ministerio de Trabajo de Tomada legitimaba y convalidaba con subsidios y haciendo la vista gorda.

Ese triangulo asesino (burocracia sindical, capitalistas y Estado) era y es la expresión de todo un régimen político que explota a la juventud y a todos los trabajadores hasta liquidarlos mental y físicamente. Por eso toda la población, al otro día, saltó como un resorte que se venía conteniendo y aplastando, movilizándose a Plaza de Mayo para pedir justicia.

Todos los que estábamos en la UJS y en el Partido aquel día comprendimos que arrancaba una lucha titánica contra el régimen. Y así fue. Durante los meses posteriores dimos un dura pelea por clarificar las cosas cuando desde el gobierno de Cristina se trataba de responsabilizar al Partido de Mariano de su propio asesinato. La señora K decía que hacia rato buscábamos un muerto, la misma que se sacaba fotos con Pedraza. Ese caluroso diciembre de 2010 teníamos a compañeros del Partido en cana como parte de las provocaciones que la burocracia ferroviaria y el gobierno orquestaban realizando desmanes en Constitución. El programa televisivo oficialista 6 7 8 hablaba del complot Duhalde-trotskista para desestabilizar el país. ¿Y Pedraza y compañía? Bien gracias, seguían libres manejando enormes fuentes de recursos como el Belgrano Cargas, con el cual tratarían  de comprar impunidad.

Yo y muchos otros comenzamos a tomarnos las cosas “más seriamente”. Parecía que habíamos crecido abruptamente. Cruzamos una línea. Ese fuego que se encendió aquel día, diez años después es el combustible para seguir frente a todos los problemas que se nos presentan en esta tarea difícil de vivir luchando y no resignarse. Mariano pasó a la Historia (a nuestra Historia, la de clase). Forma parte de nuestros mártires junto a los obreros de Chicago que lucharon por las 8 horas; los jóvenes como Pampillón de la era del Cordobazo; los piqueteros caídos en batalla como María Teresa Rodríguez, Aníbal Verón, Kosteki y Santillán. Su sangre se unió como un hilo de Ariadna a la sangre de todas las generaciones de revolucionarios que desde la Revolución Francesa de 1789, la Revolución Rusa en 1917, la juventud que luchó contra el fascismo, la juventud que se levantó en América desde la llegada de los colonizadores hasta nuestros días. Todas esas sangres que levantaron cabeza, forma parte de esa sangre. Hoy es inspiración para no aflojar, para no ablandarse, para no olvidarse de cómo son las cosas. Es una fuerza elemental para encarar la tareas difícil, enorme y más digna que puede tener un humano: la lucha por la libertad, la emancipación y por terminar con un mundo donde unos explotan a otros.

¡Que viva Mariano! ¡Fuerza Elsa!