Operativo Independencia: el juicio y la historia

Desde comienzos de mayo se desarrolla en Tucumán el megajuicio Operativo Independencia: 20 imputados, más de 270 víctimas y más de 1.000 testigos. Muchas voces se alzaron ante la exclusión de la ex presidenta Isabel Martínez de Perón de una causa que la tiene como principal responsable


Desde comienzos de mayo se desarrolla en Tucumán el megajuicio Operativo Independencia: 20 imputados, más de 270 víctimas y más de 1.000 testigos. Muchas voces se alzaron ante la exclusión de la ex presidenta Isabel Martínez de Perón de una causa que la tiene como principal responsable. 


 


A comienzos de 1975, el gobierno peronista de Isabel Martínez envió el Ejército a ocupar la provincia de Tucumán con la excusa de combatir un foco guerrillero del ERP. 


 


Miles de soldados fueron desplegados en toda la provincia y se pusieron en pie decenas de campos de concentración. Unos días más tarde, ocuparon también Villa Constitución (Santa Fe).


 


Estos operativos formaban parte de un intento desesperado del gobierno peronista por derrotar la insurgencia obrera que había comenzado en 1969, que no habían logrado detener ni la vuelta de Perón en 1973 ni la represión paraestatal de su gobierno. El peronismo apelaba a las Fuerzas Armadas como “último recurso”, pues las enormes huelgas azucareras de Tucumán y metalúrgicas de Villa Constitución, en septiembre de 1974, habían hundido


el Pacto Social. Las luchas de la clase obrera cobraron toda su expresión con la huelga general de junio-julio de 1975 que enfrentó al Rodrigazo.


 


La apelación al Ejército implicaba reconocer el fracaso del gobierno peronista en derrotar al activismo obrero y un salto de calidad en el curso contrarrevolucionario de las clases dominantes. Proyectaba a las Fuerzas Armadas como árbitro final de la crisis.


 


Para muchos investigadores, por la aplicación de un plan terrorista sobre la población en general, por el asesinato masivo de activistas, por la existencia de campos de concentración y tortura, el Operativo Independencia fue un adelanto del plan sistemático de genocidio luego desarrollado a escala nacional por la dictadura.


 


De los tucumanazos al antitucumanazo


 


Desde 1965, Tucumán vivía un cuadro convulsivo como producto de la crisis de la industria azucarera. La sangría social que provocaría el cierre de once ingenios en 1966 puso a sus trabajadores en pie de lucha pese al carácter conciliador de sus direcciones sindicales enroladas en la CGT de los Argentinos. Entre 1969 y 1972 sucedieron tres enormes levantamientos populares.


 


La ocupación militar de 1975 tuvo como función preventiva evitar un cuarto tucumanazo: la huelga azucarera de 1974, más allá de la traición de Atilio Santillán y de la burocracia de la Fotia, había mostrado hasta qué punto la clase obrera tucumana conservaba fuerzas para la lucha. En esa oportunidad, una huelga general de 15 días, con piquetes, marchas y actos masivos, pese a la represión, a la ilegalización de la Fotia y a las bandas parapoliciales, había sacudido a la población tucumana y puesto en alerta a la oligarquía azucarera, que prestó toda su colaboración y recursos a la ocupación militar.


 


El ejército ocupó la provincia todo el año ’75 y el ’76. Luego del 24 de marzo se prolongó, ya bajo la dictadura. En diciembre de 1975, el general Vilas, primer responsable del Operativo, fue reemplazado por Domingo Bussi, quien después del 24 de marzo se convertiría en gobernador militar de la provincia. Pero en el período aún constitucional las Fuerzas Armadas ya habían asumido la conducción real de la provincia. Todos los partidos burgueses, las cámaras empresarias, los medios de comunicación, las direcciones sindicales del peronismo, diversas organizaciones de la sociedad civil y hasta el Partido Comunista, apoyaron el Operativo Independencia.


 


A diferencia del Operativo Serpiente Roja, que fue resistido con una huelga heroica de la clase obrera de Villa Constitución durante casi dos meses, el Operativo Independencia logró el objetivo de inmovilizar a la clase obrera tucumana. Hubo resistencias de distintos tipos, pero el entreguismo de las conducciones conciliadoras y el despiste general del foquismo llevaron a la clase obrera tucumana a un callejón sin salida.


 


No se puede dejar de señalar aquí el papel del PRT-ERP, el cual por entonces tenía influencia en varios ingenios y entre la juventud tucumana. La constitución de un “foco rural” guerrillero no sólo era un foco aislado de la insurgencia obrera y popular, sino que pretendía constituir una dirección por encima del movimiento de masas y, como tal, opuesto a la evolución, maduración, conciencia y organización de un movimiento de lucha con la tradición existente en la provincia del norte. El “foco” -que, como tal fue un fracaso- fue un factor de confusión entre la población y fue utilizado como pretexto para un operativo de intimidación de las masas. Esto, sin dejar de considerar que la alternativa política del PRT era un frente popular con sectores de la misma burguesía.


 


Política Obrera, que en aquella época era en la provincia un pequeño núcleo de activistas obreros y de estudiantes organizados, fue la única organización que planteó la consigna de “Fuera el ejército, que la Fotia llame a un congreso de delegados de todos los gremios en conflicto para encarar la resistencia unificada de todo el movimiento obrero regional contra la presencia militar, contra la intervención militar a la provincia y por las reivindicaciones de los explotados”. Con este planteo se llamó a concretar un frente único a la JP, al PC y al PST. Con diferentes argumentos, pero coincidentes en sostener una política de colaboración de clases con el gobierno y los partidos burgueses, todos lo rechazaron.


 


Las paradojas de la política muchas veces son crueles. El Operativo Independencia fue decretado por el gobierno de Isabel, pero el que puso la firma fue Italo Luder, en su interinato. En 1983, las principales corrientes políticas que protagonizaron los tucumanazos (PC, PCR, JP) llamaron a votar por él.


 


La experiencia de aquel período ha dejado huellas imborrables en la memoria de los trabajadores tucumanos que el juicio ha vuelto a reabrir. Apoyándonos en la tradición combativa de aquellas generaciones de luchadores, hoy la cuestión clave pasa, nuevamente, por superar al nacionalismo burgués agotado y decadente y estructurar una alternativa política independiente -o sea obrera y socialista.