Política Obrera

En un artículo titulado "El patriotismo despótico" publicado en La Nación (27/1), Beatriz Sarlo dice que, el mismo día de la ocupación de Malvinas, "casi sin excepciones, lo que quedaba del peronismo setentista y la izquierda se hizo malvinero, con la descabellada ilusión de que se ganaba la guerra y, acto seguido, se cambiaba el fusil de hombro y se pasaba a desalojar a la dictadura"


No es cierto.


El 4 de abril de 1982, en su edición 382, Política Obrera decía: "Cualesquiera sean las derivaciones de la crisis internacional como resultado de las contradicciones y alianzas entre yanquis e ingleses y entre la dictadura y ambos, la ocupación de las Malvinas no es parte de una política de liberación e independencia nacionales, sino un simulacro de soberanía nacional, porque se limita a lo territorial mientras su contenido social sigue siendo proimperialista”.


Respecto de la prioridad de luchar por la liberación nacional, PO sostenía: "La ocupación de las Malvinas es una acción distraccionista, de la que la dictadura pretende sacar réditos internos e internacionales (…) la clase obrera debe ser consciente de esto, porque si se ciega ante la situación, se va a armar un recambio a su costa. Por eso sigue en pie la reivindicación de la democracia política irrestricta y una Asamblea Constituyente soberana.


Apenas producida la ocupación, Gran Bretaña, Francia y otros comenzaron a presionar por el retiro. Londres, lógicamente, desesperaba por las consecuencias que la ocupación podía tener en la lucha de la rebelde nación irlandesa. Pero, sobre todo, comenzaron a hacerse sentir las presiones norteamericanas directas. Todo eso anunciaba la posibilidad cierta de la guerra. Por eso, aquel 4 de abril, Política Obrera proclamaba: “Si hay guerra, la nación debe tomar las armas y hacer la guerra a lo largo y a lo ancho del país”.


En ese sentido, aquella declaración sostenía que, de estallar un conflicto bélico, “no por patrioterismo, sino por autentico antiimperialismo planteamos: guerra a muerte, guerra revolucionaria al imperialismo. Esto es: no sólo una guerra naval en el sur, sino un ataque a las propiedades imperialistas en todo el territorio nacional, confiscación del capital extranjero y, por sobre todo, armamento de los trabajadores".


El periódico denunciaba que el mismo día de la ocupación habían sido retirados 10 millones de dólares de la sucursal porteña del Banco de Londres (hoy Lloyds TSB Bank, controlador del Banco Patagonia) y que sólo cuando Margaret Thatcher ordenó la intervención de los fondos argentinos en Inglaterra, los militares “se despabilaron con un control de cambios ridículo, que no impide la fuga de capitales por el mercado negro". Al tolerar esas maniobras, decía PO, "empezó la capitulación”.