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22/8/2006|507

Chechenia: Las derrotas rusas hunden al régimen de Yeltsin

 “Humillación”,  “verdadera debacle”: así se refirió la prensa internacional al desastre ruso en Chechenia. 



En tan sólo una semana, “algunos miles de hombres equipados de kalachnicovs (rifles) y de bazookas hicieron frente a más de 30 mil soldados dotados de blindados, carros, artillería pesada, apoyados por aviones y helicópteros de combate” (Le Monde, 12/8).



En la “ofensiva más grande desde marzo” (International Herald Tribune, 13/8), los ‘rebeldes’ obligaron al gobierno de Yeltsin a un cambio de política (o por lo menos a simularla). Desairando al gobierno títere de Moscú en la región, e incluso al mando ruso, Yeltsin nombró al general Alexandre Lebed para buscar una “solución”.



Aunque Lebed pactó una nueva tregua con las milicias, “las tropas del Ministerio del Interior atacaron a los separatistas mientras se firmaba un cese del fuego y desataron nuevas acusaciones en el seno del gobierno ruso” (La Nación, 18/8).



Lebed había acusado a los jefes militares en la región de inoperantes: “no hay coordinación ni moral … el presidente checheno fiel a Moscú miente” (LN, 13/8). “Sospecho que los partisanos en la Segunda Guerra estaban mejor vestidos”, dijo, y que las tropas rusas en Chechenia están “hambrientas, infectadas de pulgas y mal vestidas” (IHT, 13/8). 



Estas acusaciones abrieron una nueva crisis en el centro del poder en el Kremlin. Lebed pidió la cabeza del ministro del Interior, Kulikov, de quien dependen las tropas estacionadas en Chechenia, a lo que éste  respondió quebrando el “cese del fuego”.



Según el Financial Times (13/8) “hay más que una sospecha en que la última debacle en Grozny fue permitida por los comandantes locales, que retiraron sus fuerzas de la ciudad sólo días antes”. 



La guerra chechena acentuó la lucha palaciega entre las diversas camarillas restauracionistas. El ‘general patriota’ que contribuyó a la reciente victoria electoral de Yeltsin,  se encontraría en las vísperas de un ‘duelo’ con el otro ‘número dos’, el primer ministro Victor Chernomyrdine, de quien depende Kulikov. 



Ningún sector de la burocracia está dispuesto a conceder la independencia nacional a los chechenos. Lebed les promete un status equivalente al de otras zonas “autónomas”, como el caso de Tatarstan, “con un gobierno propio, pero permitiendo a Moscú retener el control de la defensa y de los asuntos extranjeros” (FT, 13/8). 



Los oleoductos, cuya construcción precipitaron esta guerra, requieren de un régimen estable y seguro en la región. El petróleo del Caspio, para llegar a Occidente y facilitar los negocios imperialistas-burocráticos, tiene que pasar obligadamente por Chechenia.



La burocracia restauracionista, como ayer bajo el stalinismo, no conoce otra vía para resolver la cuestión nacional chechena que el viejo método de la ‘rusificación’. 



El plan de ‘pacificación’de Lebed ha recibido el apoyo editorial de la gran prensa europea.