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7/11/2007|779

El cura Grassi y los “medios de comunicación”

La decisión de Telenoche Investiga (Canal 13, miércoles a las 23) de emitir el informe “Yo, Grassi” (en el que se denunciaron prácticas de abuso sexual y corrupción de menores, por parte del titular de la Fundación Felices los Niños – ver Prensa Obrera N° 778 – ) abre un debate insoslayable. No sólo por el carácter aberrante de los hechos sino porque su encubrimiento y la defensa que del cura asumió Canal 9, pasaron en limpio el compromiso ideológico de ese multimedio (y de algunas “figuras” mediáticas) con la persistencia de una “cultura” basada en la impunidad.


El programa


Desde hace tres años, Telenoche Investiga pone en pantalla informes cuyo común denominador son los actos de corrupción. Aun en la perspectiva de la mera denuncia, el ciclo ha demostrado que la corrupción es una suerte de caleidoscopio social que no deja de manifestarse bajo formas extravagantes y asombrosas.


Sin embargo, el rigor y la credibilidad del programa a menudo son enturbiados por el uso de cámaras ocultas, estrategia que abre la sospecha acerca de arreglos previos y que, en ese sentido, pone en cuestión las fronteras éticas del oficio periodístico.


En la realización de “Yo, Grassi” (cuya pesquisa iniciaron Miriam Lewin e Irene Bais en noviembre de 2001) el equipo recolectó datos, denuncias y testimonios de personas vinculadas a la Fundación y a la carrera eclesiástica (y mediática) del cura. No faltaron el romance de Grassi con los medios, la familiaridad con funcionarios menemistas, las causas abiertas a partir de confidencias anónimas (siempre calladas por la jerarquía eclesiástica), el testimonio de varias víctimas, la “historia clínica” del vicepresidente de la Fundación (Juan Domingo Pérez, ex policía bonaerense y procesado por violencia familiar) e, incluso, una entrevista en la que Grassi deslindó cargos y juró “por Dios” no haber cometido las perversiones que se le imputan (por los cuales el juez rechazó el pedido de excarcelación).


Cuando el caudal de los datos obtenidos ganó peso propio, la Gerencia Periodística de Canal 13 decidió utilizarlo en la apertura del ciclo 2002 de Telenoche Investiga. La resistencia de algunos testigos a declarar frente a cámara demoró este propósito. Por otro lado, la cúpula del Grupo Clarín tomó cartas en el asunto al enterarse de que, entre las derivaciones ¿impensadas? del caso, se llegó a constatar que algunos grupos empresarios habían encubierto operaciones de lavado de dinero mediante auspicios a la Fundación Felices los Niños (Yabrán, Macri, Haddad, entre otros). La orden, entonces, fue contundente: acotar la noticia a la figura del sacerdote y preservar la identidad (y el delito) de sus “financistas”.


Ojos bien cerrados


El primer miércoles, mientras las imágenes salían al aire por el 13, una mesa de “notables” de Canal 9 (más parecida a un grupo de tareas que a un equipo periodístico) implementaba la defensa del cura y su ocultamiento en las instalaciones del canal. De hecho, Grassi salió de allí en el auto privado de Daniel Haddad y la casa del empresario fue su albergue transitorio secreto.


Esa noche y en los días sucesivos, Mariano Grondona, Eduardo Feimann, Mauro Viale, Chiche Gelblung y Raúl Portal, entre otros, asumieron la defensa irrestricta de Grassi. Planteado en términos de “pervierte, pero hace”, el alegato a favor de Grassi deja al descubierto cuestiones que informan del estado de la sociedad en su conjunto. Por empezar, las deudas de la Iglesia Católica con la misión pastoral y su metódica complicidad —salvo honrosas excepciones— con la ultraderecha vernácula, que incluye un pacto de silencio en torno del celibato (de por sí, expresión de disfunciones psíquicas severas). En segundo lugar, la indiferencia del Estado hacia la minoridad, y la falta de políticas destinadas a su educación, formación y protección. Por último, los vasos comunicantes del clero, el poder económico y los monopolios mediáticos con el diseño cultural perpetrado por la dictadura y continuado por las tropas civiles de menemistas y radicales.


No es la primera vez que Daniel Haddad y su grupo de tareas se exhiben como reservistas de la ultraderecha y católicos fundamentalistas. Claro que, conforme el peronismo no logra cuajar un acuerdo interno (y la derecha y el progresismo armar un plan “sustentable”), la agresividad del mensaje va en aumento, apelando al más descarado fraude informativo. Es tiempo de empezar a pensar que cuando “se vayan todos” algunos medios, también, tendrán que emprender la retirada.