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22/8/2006|507

Se formó un Partido de los Trabajadores en Estados Unidos

Entre el 6 y el 9 de junio pasados tuvo lugar en Cleveland la convención fundacional del Labor Party de los Estados Unidos. 



En las deliberaciones tomaron parte 1.400 delegados, que representaban a cinco grandes sindicatos nacionales —trabajadores petroleros, químicos y de la energía atómica (OCAW), de la electricidad (UEW), del mantenimiento de vías férreas (BMWE), estibadores (ILWU) y empleados del gobierno (FGE)— así como también a decenas de sindicatos de base (‘locales’) de otras grandes federaciones. Entre estos últimos se cuentan ‘locales’ de las terminales automotrices, camioneros, metalúrgicos, siderúrgicos, maestros, trabajadores sociales, mineros, empleados de servicios, alimentación y enfermeras de California. Otros grandes sindicatos nacionales —como el de los empleados de servicio, SEIU, del presidente de la AFL-CIO, John Sweeney, y el de los mineros, UMWA, del tesorero de la central sindical, Richard Trumka— enviaron observadores. También estuvieron presentes dirigentes y representantes de las huelgas más importantes que se están librando actualmente en los Estados Unidos: los trabajadores gráficos y de prensa de Detroit; los docentes de Oakland; los metalúrgicos de Decatur.



En su declaración de principios, el nuevo partido señala: “Somos el pueblo trabajador de los Estados Unidos. Somos los empleados y los desempleados; los nativos y los inmigrantes … Nos hemos reunido para crear este Labor Party con el objeto de defender nuestros intereses y aspiraciones frente a la voracidad de las corporaciones multinacionales”. Con independencia de sus limitaciones —¡y vaya si las tiene!—, la creación del Labor Party es un hecho histórico, pues se trata de la primera vez que surge en los Estados Unidos un partido que pretende representar y organizar políticamente a los trabajadores en oposición al gran capital. 


El ‘Movimiento por un Partido de Trabajadores’


La idea de formar un partido obrero en base a una iniciativa de los sindicatos fue lanzada hace cuatro años por Tony Mazzochi, antiguo dirigente del sindicato de petroleros, químicos y trabajadores de la energía atómica (OCAW). En estos años, el ‘Movimiento por un Partido de Trabajadores’, fundado por Mazzochi —y financiado por su sindicato— realizó una vasta tarea de propaganda en los medios sindicales.


Mediante la formación del Labor Party, Mazzochi pretende enfrentar la pérdida de ‘influencia’ de las direcciones sindicales en la orientación del Partido Demócrata. Para decirlo con las propias palabras de los dirigentes sindicales: “La preocupación por el continuo retroceso de la influencia del trabajo organizado en el debate político” (resolución del ‘local’ de los panaderos de Cleveland). Como antiguo ‘lobbysta’ de los sindicatos en el Congreso, Mazzochi vio, antes que nadie, el creciente y sistemático fracaso de la dirección sindical para imponer leyes favorables a los sindicatos mediante la presión sobre el Partido Demócrata. “La última ley favorable a los sindicatos —dice el propio Mazzochi— la obtuvimos bajo el gobierno de Nixon” … hace ya más de veinte años. 



La preocupación que llevó a Mazzochi y al OCAW a promover la formación de un partido de los trabajadores es común a toda la burocracia sindical norteamericana. Para enfrentar el retroceso sindical dentro del Partido Demócrata —al que hay que agregarle la sistemática merma del número de afiliados a los sindicatos—, un sector de la burocracia sindical impulsó —e impuso— la elección de una nueva dirección de la AFL-CIO, “más militante y confrontativa”. En este cuadro, el nacimiento del Labor Party forma parte de una crisis política de conjunto de la burocracia de los sindicatos norteamericanos.


Política    


Al cabo de cuatro años de propaganda, sin embargo, la convención fundacional del Labor Party logró agrupar a un sector minoritario de la burocracia sindical: los sindicatos presentes en Cleveland —incluidos los que concurrieron a título de observadores— representan apenas a 2 millones de afiliados, poco más del 10% de los 16 millones de afiliados de la AFL-CIO. 


Para los organizadores del Labor Party, “la prioridad fundamental es ganar al resto del movimiento obrero organizado”. La preocupación por dejar las ‘puertas abiertas’ a los sindicatos ausentes en Cleveland determinó el conjunto de las resoluciones adoptadas en la convención. 



El debate fundamental se dio en torno a la cuestión de si el partido debía llevar candidatos propios a las elecciones. Los organizadores del Labor Party impusieron que el nuevo partido no presentara candidatos propios en ningún nivel en las próximas elecciones y que, además, permitiera a sus miembros y a los sindicatos que lo integran hacer campaña por candidatos de otros partidos (es decir, por los demócratas). Con esto, buscaban evitar cualquier confrontación con la burocracia de la AFL-CIO, que en su última convención votó apoyar la candidatura de Clinton. Después de ovacionar a Clinton, la convención de la central sindical destinó 35 millones de dólares a la campaña sindical por la reelección. 



Varios de los sindicatos presentes en Cleveland —e incluso varios integrantes del ‘Movimiento por un Partido de Trabajadores’—sostienen la candidatura de Clinton. Basta como ejemplo el SEIU, el sindicato de los empleados de servicios: la misma convención que votó enviar una delegación de observadores a la convención fundacional del Labor Party (a la que ya concurrían como miembros plenos varios de sus ‘locales’, que representaban al 10% de sus afiliados), resolvió por aclamación respaldar la candidatura de Clinton. 


En la cuestión electoral —es decir, en la cuestión de la posición del LP frente a la burocracia de la AFL-CIO y de los sindicatos que apoyan a Clinton—, el nuevo partido se adaptó enteramente a la burocracia pro-Clinton. Una moción presentada por el sindicato de estibadores (ILWU) y respaldada por 17 sindicatos locales, que planteaba que “Ni el Labor Party ni sus organizaciones locales, de distrito o de estado respaldarán candidatos de otros partidos políticos”, fue ampliamente derrotada en la convención. 



La política de conciliación de los dirigentes y promotores del Labor Party hacia la burocracia de la AFL-CIO, embarcada en la campaña por la reelección de Clinton, explica que “la dirección de la AFL-CIO mantenga una neutralidad benevolente” hacia el nuevo partido. Dos miembros del ejecutivo de la AFL-CIO participaron de la convención de Cleveland, y los sindicatos de sus principales dirigentes (Sweeney y Trumka) estuvieron presentes en Cleveland como observadores. Para la burocracia sindical, tomada en su conjunto, el Labor Party es una forma de presión extrema para ‘hacerse oír’ por el Partido Demócrata —y hasta una ‘advertencia’ de lo que podría suceder si no fuera ‘tenida en cuenta’. En esta dirección, una de las organizadoras del Labor Party fijó la posición de conjunto de la burocracia: “Si estamos unidos, es posible que algunos de los partidos nos escuche”. 


Programa y estatutos


La misma preocupación de ‘atraer a todo el movimiento obrero organizado’ se repitió a la hora de votar el programa y los estatutos del nuevo partido. 



El programa establece un conjunto de reivindicaciones inmediatas, tales como “garantía de empleo para todos con un salario para vivir”, “dos meses de indemnización por despido por cada año trabajado” , “restaurar los derechos de los trabajadores a organizarse, discutir convenios y a la huelga” (derogando la legislación que los restringe), “reducción de la jornada de trabajo”, “garantía de acceso universal a un servicio de salud de calidad” o “reforzamiento de las regulaciones de higiene y seguridad laboral con inspectores de los trabajadores”. 



La convención evitó pronunciarse sobre el derecho al aborto, colocándose incluso a la derecha de Clinton, o sobre el imperialismo norteamericano, lo que revela el acentuado chauvinismo ideológico de los convencionales. 



En cuanto a los estatutos, el Comité Nacional estará formado por todos los sindicatos –nacionales o locales– con más de 2.500 afiliados que adhieran al Labor Party. Los militantes de base del partido –agrupados en organizaciones locales– contarán con apenas cinco representantes en el Comité Nacional. 


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La decisión de no nominar candidatos propios y aun de permitir que los integrantes del LP apoyen a Clinton, es harto elocuente de las posibilidades de que este LP acabe en un aborto. Sin embargo, el LP ha convertido, por primera vez, la cuestión de un partido obrero independiente en Estados Unidos, en una cuestión práctica.



¿Cuál es la posición de la izquierda norteamericana frente a un fenómeno tan contradictorio? Para un conjunto de organizaciones—como el Socialist Workers Party, los espartaquistas o la Workers League—, las innegables limitaciones burocráticas del nuevo partido son una perfecta ‘excusa’ para  condenarlo … junto al propio planteo de un partido independiente en el actual período. Para otros —como los seguidores norteamericanos de Mandel o de Lambert—  es necesaria una política de completa adaptación a este LP y de seguidismo a su dirección.



Es necesario convertir a la formación del LP, en primer lugar, en una cuestión práctica, pues sólo la incorporación masiva de jóvenes y de los sectores más explotados, tanto dentro como fuera de los sindicatos, podrá impulsar masivamente la organización política de los trabajadores y cambiar la fisonomía del LP. En segundo lugar, es necesario señalar las limitaciones de programa y método del nuevo partido y elaborar su superación, lo que también exige una acción integral, teórica y práctica.