Impulsar la organización política y reinvindicativa de los trabajadores


La campaña por el Congreso del movimiento obrero y la izquierda transciende por completo la deliberación masiva y el reagrupamiento de fuerzas que tendrá lugar el 8 de noviembre en el Luna Park. Por sobre todas las cosas, la iniciativa comporta un método, que apunta a reforzar la organización política y reivindicativa de la clase obrera y del movimiento de los explotados en zonas vitales del país y a escala nacional.


El reclutamiento


La formación de las mesas regionales, que están en marcha en la zona norte del Gran Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Neuquén y el cordón industrial de San Lorenzo, por citar sólo los casos más relevantes, es la forma concreta que adopta este método político. En todos los casos estamos ante una experiencia inédita, que se destaca por el hecho de que luchadores del movimiento obrero toman la dirección de la campaña en sus manos, elaborando planteamientos específicos que permitan preparar, mediante la agitación y la propaganda, las luchas contra los despidos y las suspensiones, por la reapertura de las paritarias o por la eliminación del impuesto al salario.


La otra pata en el que se apoya este método es el reclutamiento, asumido como tarea por todos los protagonistas que han tomado en sus manos la convocatoria al congreso. De este modo, tenemos a mesas regionales alistando nuevas fábricas, centros de trabajo o de estudio para ir a impulsar la convocatoria mediante actos, agitaciones u otras modalidades que se crean adecuadas. El método del congreso consiste en convertir a los luchadores populares en militantes políticos y organizadores de su propia clase.


La coordinación de las luchas


La tarea de coordinar las luchas, que ha sido invocado como el objetivo que perseguían las fallidas iniciativas adoptadas por grupos de izquierda, se replantea en una nueva dimensión, que permite superar los fracasos precedentes. El Encuentro de Atlanta, por ejemplo, que fracasó y se disolvió sin balance alguno de sus protagonistas, combinó una dosis acentuada de faccionalismo de sus integrantes, con la ausencia de toda perspectiva política definida, que facilitaba el armado de un bloque antagónico al Frente de Izquierda. La tarea de coordinar las luchas debe ser rescatada, pero sobre una base política de delimitación estratégica: la independencia política de los trabajadores.


La cuestión de la coordinación de las luchas requiere, muy especialmente, el frente único del activismo en todos los sindicatos y en los lugares de trabajo. La ausencia de este planteo explica el fracaso de las experiencias antes mencionadas. La idea de que la “coordinación de las luchas” se limita a un encuentro nacional esporádico, mientras en los sindicatos o lugares de trabajo se desarrollan cotidianamente todo tipo de riñas faccionales entre los grupos, es incompatible con una construcción clasista en el movimiento obrero. A partir de este balance, deben valorarse las mesas regionales que están en construcción, pues suponen el método inverso: un fuerte trabajo de bases en común, de propaganda, agitación y organización, que concluya en un congreso nacional. La mesa que presida el congreso del Luna Park será la expresión concentrada de estas mesas locales.


La unidad política


La iniciativa del congreso plantea como cuestión crucial la unidad política de la clase obrera. Esa unidad debe partir de una base de principios, y no de acuerdos circunstanciales armados arbitrariamente para justificar pactos de pequeñas camarillas. Debe reconocerse, además, que la delimitación histórica, que consiste en defender la independencia de clase y el gobierno de los trabajadores, ha sido la base granítica sobre la cual un sector de la vanguardia obrera y de la juventud, y a través de ella, de un sector de las masas, pudo enfrentar al kirchnerismo “por izquierda”, derrotando todos los intentos de cooptación estatal. Quienes nos acusaron de dogmáticos terminaron en la red de cooptación oficial o, en su defecto, como cuarto violín de la oposición de derecha. Los 1.300.000 votos del Frente de Izquierda y el retroceso, y hasta la disolución de todo un sector de la izquierda, es el balance más contundente de la importancia de una lucha principista.


En la medida que promueve la unidad política, el Congreso del movimiento obrero y la izquierda supera en alcance y profundidad el formato limitado de un evento sindical circunstancial. La presencia de la izquierda, como fuerza política plantea, a la vez, la de otros sectores sociales que asumen el programa de la izquierda y luchan contra el régimen social capitalista y sus manifestaciones de explotación y opresión. La presencia del movimiento estudiantil, de luchadores contra la impunidad, de movimientos ambientales, amplía el horizonte de la clase obrera y favorece su proceso de fusión con la izquierda.


Esta unidad política de la clase obrera y la izquierda adquiere posibilidades de un desarrollo enorme, pues el agotamiento irreversible de la experiencia kirchnerista y del progresismo centroizquierdista planteará para franjas enormes de la población la necesidad de tomar nuevos rumbos políticos. El nivel alcanzado por el Frente de Izquierda prueba que están dadas las condiciones para que sea la izquierda revolucionaria y la clase obrera que lucha las que canalicen este proceso político.


Las semanas que tenemos hasta el 8 de noviembre se transforman en decisivas. Manos a la obra.