A propósito del “Nunca Más”: ¿nunca más?

¿Le estamos pidiendo a la burguesía que ante un próximo asenso de masas no nos reprima? ¿Le estamos pidiendo al Estado burgués que ante un nuevo avance del movimiento revolucionario se quede cruzado de brazos, sin aniquilar los cuadros y los militantes que representan su propio final en tanto representante último del capital?¿Le estamos pidiendo a las FFAA del régimen que permanezcan “neutrales” o “democráticas” ante una próxima agudización en la lucha de clases, como soñaba Allende? ¿Qué queremos decir cuando decimos “nunca más”? ¿Nunca más la represión? ¿Nunca más al socialismo como proyecto? ¿Nunca más a la dictadura pero si a la democracia burguesa? A 34 años del golpe, los socialistas debemos decirle nunca más a dos grandes ilusiones que calaron hondo en la práctica política del movimiento popular en los ’70.

Nunca más a la ilusión de que la lucha armada de una pequeña vanguardia pueda sustituir la lucha de clases que libran las propias masas de cara a su propia emancipación. El fortalecimiento del brazo militar de las organizaciones revolucionarias significó el debilitamiento de su inserción de masas en los frentes obreros y sociales, dejando a estos expuestos ante la propaganda y la práctica reaccionaria. En este marco, la gran mayoría de las masas fueron ocupando posiciones “neutrales” en la lucha de clases, aunque es cierto que una minoría militante desarrolló acciones que alimentaron la organización y la lucha de éstas. Dicho de otra manera, el Estado logró aislar a las masas de la vanguardia revolucionaria militarizada, hecho que facilitó el desarrollo del plan de aniquilamiento.

unca más a las ilusiones nacionalistas burguesas que, alimentando sueños en torno a la acumulación de fuerzas para la liberación nacional y social, encontraron el fascismo de las AAA en las propias trincheras nacionalistas. Así como en su primera época el peronismo fue, antes que nada, un movimiento del Estado burgués, en donde Perón le decía a la burguesía que “había que compartir el 30% para no perderlo todo más adelante”, en su época tardía también lo fue. La vuelta de Perón no significó la apertura del proceso revolucionario con la entrada masiva de ministros y diputados obreros y revolucionarios sino su alejamiento, su persecución y aniquilamiento. La vuelta de Perón era el intento de la burguesía, en cuanto tal, de frenar el proceso abierto por el Cordobazo por el único hombre que en aquel momento tenía la capacidad de intentarlo. La salida de Montoneros de la plaza es el hecho más elocuente y simbólico que debería avergonzar a quienes hoy -contra toda crítica y autocrítica- siguen alimentando las mismas ilusiones.

Como decía León Trotsky, en momentos decisivos de la lucha de clases un pequeño partido puede transformarse en el gran vertebrador y catalizador de la energía de las masas, llevándolas contra todos los prejuicios y la iniciativa del enemigo a la victoria. Pero para esto, ese partido debe haberse formado y forjado antes de que estallen esos períodos excepcionales que llamamos prerevolucionarios o revolucionarios. En momentos agudos de la lucha de clases, cuando las masas adquieren con inusitada velocidad conciencia de sus enemigos fundamentales y tienden a romper con sus direcciones reformistas o contrarrevolucionarias, la inexistencia de este partido será sinónimo de derrota. La energía de las masas será orientada por la burguesía hacia el frente popular -a través de los falsos progresistas o socialistas- o el fascismo, dependiendo de las circunstancias concretas.

¡Horrar a los caídos y desaparecidos es prepararnos para vencer!

¡Honrar a los caídos y desaparecidos es construir el partido revolucionario!