Asignación universal y la plata de los jubilados

La creación de la “Asignación Universal por Hijo para Protección Social” por parte del gobierno nacional, supone un gigantesco paso adelante en la lucha contra la pobreza y la indigencia. Se trata de la instrumentación de una decisión que sin duda debió haberse tomado antes, y que fuera largamente reclamada por los sectores más dinámicos de nuestra sociedad. La experiencia del Frenapo (Frente Nacional contra la Pobreza) que encabezara la CTA y que nucleara a múltiples organizaciones sociales y políticas del país es un ejemplo de ello.

Es alentador que los objetivos de las luchas populares finalmente se concreten, así que no se puede menos que saludar con entusiasmo que millones de hogares puedan ejercer el derecho a acercarse a la posibilidad de vivir con dignidad. Sería erróneo suponer que esta Asignación pueda resolver todos los problemas derivados de la aplicación de políticas neoliberales, tanto como ignorar su trascendencia.

Pero los avances populares siempre despiertan cuestionamientos. Desde distintos sectores se ha criticado esta medida porque sostienen, se financia con el dinero de los jubilados.

La nota que sobre el particular escribiera Eugenio Semino, el ombudsman de la Tercera Edad, es esclarecedora y merece ser leída y difundida.

Leo

Asignación universal, ¿con qué se financia?

Mucho se ha hablado en estos días acerca de que la anunciada asignación universal por hijo sería financiada con los fondos de los jubilados y pensionados. No es así. Los recursos que recibirán los hijos de desocupados y trabajadores informales provienen del Programa de Asignaciones Familiares, uno entre aquellos de los que dispone la Seguridad Social para distribuir el financiamiento integral que la sustenta.

¿Estamos hablando de Seguridad Social o de “seguridad etaria”? La Seguridad Social antecede y excede el ciclo vital de cada sujeto, suministrándole cobertura desde su pacífica estadía en el seno materno hasta bastante después de su desaparición terrenal (por ejemplo, reconvirtiendo su beneficio de jubilación en pensión para sus derechohabientes).

De ahí que, en términos históricos, los seguros sociales surgieron cubriendo las contingencias de vejez, invalidez y muerte, hasta que a mediados de 1950 la Seguridad Social pasó a ser integral al incorporar los derechos a la salud, las asignaciones familiares y la cobertura por desempleo, en lo que dio en llamarse el “Estado de bienestar” (faltando aún por sumar la educación, en opinión de algunos, entre los cuales me incluyo).

De todo esto se desprende que la Seguridad Social no pertenece a un grupo etario, sino que responde a una concepción de vida y del deber ser que lentamente vamos recuperando.

Así, la “asignación universal por hijo” integra el programa de asignaciones familiares que se financia genuinamente con los aportes y contribuciones de los trabajadores activos más los impuestos de aportación estatal a la Seguridad Social administrada por la Anses. Y lo hace a través de una cuenta propia, obviamente diferenciada de la que corresponde al programa de vejez (Sipa).

Queda claro entonces que no se debe mentir a los jubilados diciéndoles que “su plata” se utiliza para financiar otras prestaciones. Pero tampoco -y lo subrayamos- claudicar en la lucha histórica por la recomposición del haber jubilatorio, para lo cual el programa específico de Vejez cuenta con recursos más que suficientes.

Frente a este cuadro de situación, la incontinencia de las críticas nos induce a confundir las cuentas y no a esclarecer los conceptos.

Entendemos que para completar el financiamiento de una seguridad social concebida como integral y universal queda pendiente la necesidad de recuperar los valores históricos de las contribuciones patronales rebajadas en los ’90 con el argumento de sostener el empleo, rebaja que, paradójicamente, contribuyó a generar el desempleo y la informalidad que hoy buscamos parcialmente solucionar con esta asignación universal por hijo.

Más allá de las especulaciones de la coyuntura, la Seguridad Social no hace a un tema etario. Jóvenes y viejos formamos parte de la misma sociedad.

Eugenio Semino