Brasil, un Estado policial

A la redacción de Prensa Obrera

 

 

 

Mientras los bienalimentados diputados, intendentes y profesores de casi todos los partidos, en primerísimo lugar los del PT, hablan diariamente de su “constante búsqueda” de “canales de participación popular en la democracia”,  la realidad brasileña chorrea sangre del pueblo. Lejos de la panacea que nos pintan, la “democracia” es la cobertura de una cruenta guerra civil desatada por los explotadores contra los explotados.

 

Sólo en la ciudad de San Pablo, la Policía Militar asesina una persona cada 50 minutos —casi treinta por día—, la enorme mayoría negros y jóvenes sin antecedentes criminales. La impunidad de la Policía Militar es absoluta. A principios de enero, soldados de la PM asesinaron a Sandro Pereira Soares, de 15 años, “muerto con otros chicos en la ruta de Guerengué, más conocida como ruta de Urubu, pues allí son depositados basura y cadáveres, de la descarga realizada regularmente por los traficantes y la policía” (Folha de Sao Paulo, 23/1). ¿Su crimen? Ser hijo de Marlí Pereira Soares, una mujer que vive bajo el terror de las amenazas desde hace trece años por haber denunciado e identificado a uno de los dos policías militares que entraron en su casa y secuestraron a su hermano Paulo, de 18 años, para después asesinarlo. Otra prueba de la impunidad de la PM es el asesinato, a plena luz del día y en el centro de Rio de Janeiro, de Edmeia da Silva Euzebio y su sobrina Sheila. Edmeia era dirigente de las “maes  de Acari”, un grupo de once madres que en julio de 1990 sufrieron el secuestro de sus hijos sin que sus cuerpos hayan aparecido hasta hoy. El Servicio Secreto de la Policía Militar señaló como responsables a la 9a Brigada de la PM y a la Delegación de Robos … pero todos ellos continúan en libertad.

 

En octubre del año pasado produjo una verdadera masacre en la cárcel de Carandariú, donde asesinó a casi 400 presos (según las organizaciones de derechos humanos). Una investigación policial reconoció que muchos presos fueron asesinados a sangre fría; sin embargo, el mismo informe señaló que los asesinos no pueden ser identificados. La PM es una máquina de guerra contra el pueblo, su disolución es un elemental reclamo democrático.

 

Estas siniestras estadísticas no toman en cuenta los sistemáticos asesinatos y torturas de miles de “meninos da rua” (chicos de la calle). En la ciudad de Baurú, en el interior del Estado de Sao Paulo, se formó un “Movimiento contra la violencia al menor”, del que participan el sindicato bancario de esa ciudad y Causa Operaria. Su consigna central es “los chicos de la calle piden: basta de masacre”. Con el acompañamiento de este movimiento, los chicos denunciaron la forma en que fueron torturados y ahogados en las aguas del río Batalha, como práctica para obligarlos a confesar delitos o delatar compañeros. También denunciaron el “corredor polaco”, donde los chicos y las chicas tienen que atravesar una doble hilera de policías que los golpean con palos, machetes de goma y puntapiés. Las chicas también denunciaron los abusos sexuales de los que son víctimas constantes. ¡Estos son los “guardianes de la paz, el orden y la moralidad”!

 

La sangrienta masacre de niños y hombres desarmados revela el auténtico terror que siente la burguesía brasileña ante el latente levantamiento popular y la brutalidad sin límites con que defiende sus privilegios.