Contribución al debate de Prensa Obrera

Compañeras/os del Partido Obrero:


 


Aunque con retraso, comenzamos por saludar el artículo de la compañera Lucía aparecido en Prensa Obrera y lo apoyamos totalmente. Nos permitimos —también con retraso— hacer algunas reflexiones, especialmente a la luz del artículo de la compañera Olga de La Plata. Nos parece decididamente importante el debate abierto en el seno de la prensa del partido. La izquierda en nuestro país está, respecto a esta discusión, muy atrasada cultural y políticamente. Si tenemos en cuenta que es el movimiento feminista de los años ’60 el que, irrumpiendo con gran fuerza, logra imponer un debate en la sociedad sobre la mujer, debate del que permanecieron ajenos, cuando no hostiles, los partidos revolucionarios, con algunas excepciones, verificamos el atraso que decimos. Existe una profusa y rica bibliografía —escrita por marxistas muchas de las obras que la constituyen— que no pueden ser ignoradas.


Volviendo al Encuentro de Mujeres y a lo que manifiesta la compañera Olga. No sé con quién polemiza la compañera, ya que nadie dice que el solo hecho de ser mujer nos convierte en revolucionarias. Pero observe la compañera que ninguna de las mujeres que ella menciona: Amalita Fortabat, Irma Roy, etc., estuvieron en el VIIIº Encuentro de Tucumán. Ni siquiera se animó a mostrar la punta de su pollera Evangelina Salazar. ¿Esto es casual? Las mujeres que concurren a estos Encuentros van a discutir sus problemas unidos a los problemas del país y basta leer las conclusiones de los talleres para verificar cómo se pronunciaron. Y quiero recordarle a la compañera Olga que las mujeres que concurrieron al Encuentro de Tucumán, venidas de todas las regiones del país, ya luchaban en sus lugares por los puntos que expresa en su artículo la compañera, si no no puede explicarse el entusiasmo, la serenidad, la profundidad con que se ha debatido y sobre todo la democracia, la amplitud con que lo han hecho, sacando despachos por mayoría y minoría, dando un verdadero ejemplo de cómo se debe funcionar, y las conclusiones extraídas. Por eso apoyamos totalmente lo dicho con cierta sorna por la compañera Lucía en el final de su artículo. ¿Qué es luchar contra el sistema? ¿No es luchar contra el sistema todo lo que ha pasado en este Encuentro? ¿Qué es tomar el poder? ¿Qué es construir el partido revolucionario? Puede construirse el o los partidos revolucionarios y sobre todo se puede algún día tomar el poder, porque en lo inmediato es imposible — sin la autoorganización de las/los trabajadores, sin los movimientos que se autoorganizan. Esto nos lleva a un debate mucho más profundo, que es imposible hacerlo en estas líneas. Detrás de lo dicho por la compañera Olga está la idea ortodoxa de identificar el partido con las masas y la toma del poder con el partido, y creemos que ya ha pasado mucha agua bajo el puente y sobre todo la caída de la burocracia soviética y el derrumbe del muro de Berlín para desechar definitivamente estas concepciones. Creemos que se verifica en estos Encuentros que la sociedad ha avanzado, que ya no se toleran los discursos jerárquicos y desvalorizadores, que la gente que lucha quiere respuestas a sus preocupaciones, soluciones para avanzar en una realidad concreta que no es muy halagüeña.


La permanencia de estos Encuentros —ya van ocho años— y la imposibilidad hasta ahora del oficialismo de controlarlos, está expresando que a pesar de la ignorancia de los medios (ignorancia propositada), estos Encuentros se afirman y las mujeres encuentran en ellos lo que no encuentran en ninguna parte (tampoco en los partidos que se dicen revolucionarios): la posibilidad de volcar sus experiencias, de debatir espontánea y libremente los problemas que les preocupan y de reforzarse en su decisión de continuar afirmándose en las otras mujeres.


Ojalá que la apertura que se está dando en el periódico se traduzca en un profundo y verdadero cambio y no solamente con respecto a la mujer, sino en relación a todos los “sujetos y movimientos sociales”.


Y además, nosotras nos preguntamos, ¿si no hubiera habido el Encuentro de Mujeres de Tucumán, se habría hecho este debate en vuestras líneas?


 


Dora Coledesky y Alicia Schejter (Agosto 1993)


 


Esta carta fue escrita como ven hace ya algunos meses cuando leímos el artículo de la compañera Olga en las páginas de “Prensa Obrera”, pero desistimos en ese momento de eviarla a la redacción del periódico. La lectura del artículo del compañero Daniel Blanco en “Prensa Obrera” Nº 406 nos decidió a reproducirla y a agregar las siguientes reflexiones, nuevamente sobre el Encuentro de Tucumán.


El artículo del compañero Blanco parte de una serie de afirmaciones que no son ciertas, y de ellas deduce evidentemente conclusiones que de esta manera resultan equivocadas. ¿De dónde sacó el compañero que se impidió en el Encuentro manifestar a qué partido u organización sindical se pertenecía? Lo que rechaza el Encuentro —por una vieja experiencia de las mujeres— es ser manipuladas por ningún partido, ni que les bajen línea, lo que nos parece totalmente correcto. Para ello no es necesario impedir nada. Espontáneamente las concurrentes aprueban o desaprueban las ideas, con su palabra, con su silencio o con su aplauso u ovación, y casualmente han rechazado todo apoyo al gobierno. Basta leer las propias publicaciones de la “Gaceta de Tucumán” para verificar lo que afirmamos.


Evidentemente no quiere decir que todo haya sido magnífico. Si así fuera, si las cinco mil mujeres que estuvieron en Tucumán fueran todas revolucionarias, viviríamos en otro país y en otra situación. Pero lo que estamos obligados/as a ver nosotros/as es qué expresa este movimiento, no sus limitaciones que son las de la sociedad. Y en esto nosotras queremos transmitir nuestra propia reflexión. Cuando la gente, sea hombre o mujer, pueden expresar libremente lo que siente o lo que piensa en forma independiente, pone en marcha una fuerza incontenible, que es importante verificar y ver cómo afirmarla. El compañero Blanco no puede decir como lo hace, que todas las mujeres que allí estuvieron pertenecían a los partidos oficialistas, ¿no sabe el compañero que existen en el país muchas mujeres que luchan en sus provincias, en sus lugares y que no pertenecen a ningún partido? O sea, ¿cree el compañero que si no se pertenece al Partido Obrero u otro de izquierda, inevitablemente se pertenece a los partidos burgueses? Si fuera así, mejor nos vamos a plantar lechugas en vez de luchar por cambiar la sociedad por otra más justa, más equitativa. Si esta necesidad de cambiar la sociedad por otra más justa no existiera en cada mujer y en cada hombre que diariamente luchan en este país contra la injusticia, por defender sus derechos, contra la impunidad, y sólo existiera en la izquierda orgánica, muy pocas perspectivas de avanzar tendríamos. El Encuentro de Mujeres —a pesar de la ignorancia de los medios—, existe y tiene peso. Y en vez de desautorizarlo con calificaciones falsas, veamos objetivamente qué podemos hacer para que esa fuerza dé sus frutos sociales.


Así, las compañeras se preguntaban en el taller que estuvimos (donde estuvo la compañera Dora), titulado “La Crisis Social Global”: “tenemos el diagnóstico, sabemos quiénes son los responsables de la crisis, pero no sabemos cuáles son las soluciones”. ¿El compañero Blanco cree que era posible decirles: hay que tomar el poder? Se hubieran reído o hubieran preguntado: ¿En qué forma, cómo, con qué fuerzas? Y es ahí donde debemos nosotros/as, los/las que nos decimos revolucionarios, encontrar las consignas, las formas de desenvolver las posibilidades de avanzar hacia la construcción de una sociedad más justa.


En el Encuentro de Tucumán, fue acogida con gran fuerza la necesidad de una lucha de conjunto contra las leyes de flexibilización laboral. Esto salió de numerosos talleres. El derecho al aborto salió en casi todos los talleres y fue el escándalo de Tucumán, una provincia con un gran peso de la Iglesia. ¿Son o no son estos pasos hacia el cambio revolucionario?


Y creo que tiene razón la compañera Lucía, hay que escuchar, también se aprende escuchando, se aprende cómo plantear nuestras propias posiciones, cómo hacer avanzar el pensamiento de conjunto.


El compañero Blanco en su conclusión expresa una gran subestimación por las mujeres que concurren a estos Encuentros. Si pudiera participar en alguno de ellos se llevaría una gran sorpresa. Pero ello demuestra su incomprensión de lo que es el movimiento autónomo de mujeres y lo que es el feminismo. El hace referencia solamente a “la esclavización de las trabajadoras” y al “deterioro que están sufriendo franjas importantes de la clase media”. Y no menciona la opresión, o sea aquello que desde hace siglos se ejerce sobre nosotras, trabajadoras o no. Me recuerda la fábula de Samaniego: cuando la zorra dice “las uvas están verdes”. ¿No será que el compañero Blanco está desconcertado por la fuerza de este movimiento y como no se siente capaz de intervenir, lo descalifica?


 


25/11/93