El Encuentro de Rosario y el derecho al aborto

Armadas por la discusión en la Comisión de la Mujer de la 5ª ANT; armadas por la conciencia ardiente de un programa amasado y probado en la lucha cotidiana, las mujeres piqueteras planteamos integralmentenuestras reivindicaciones en el Encuentro de Rosario, cualquiera fuera el taller donde nos encontráramos, sin obedecer a los temarios restrictivos y amañados de la Comisión Organizadora. Esa es una de las razones, inadvertida para los medios de comunicación, por la cual la reivindicación del derecho a la libre anticoncepción y al aborto legal y gratuito ha recorrido transversalmente y con extraordinaria fuerza el Encuentro de Mujeres de Rosario. En todos los talleres en los que participamos las mujeres de la ANT (y también las compañeras de Barrios de Pie) las consignas por el derecho a la anticoncepción y el aborto, en contra de la discriminación de lesbianas, travestis y prostitutas, en contra de la intromisión de la Iglesia, se plantearon con la misma firmeza que el aumento salarial, el trabajo genuino, casas refugio para mujeres golpeadas bajo control de nuestras organizaciones, apoyo a las fábricas recuperadas, expulsión del FMI, no pago de la deuda, fuera Reutemann, etc. No hay secretos de alquimista en esa fusión. Las mujeres piqueteras sabemos que la opresión de la mujer va de la mano con la opresión de clase y que no hay lucha consecuente por los derechos de las mujeres si esa lucha no se pone en el terreno de clase: contra el gobierno, contra la Iglesia, contra el imperialismo.


Además de las mujeres piqueteras, cientos y miles de mujeres de sectores medios se plantaron con una convicción apabullante frente a las provocaciones de la curia rosarina, que tiene entre sus galones la defensa del obispo Storni, abusador de seminaristas y ladrón (en dos oportunidades) de los fondos de Cáritas, un príncipe de la Iglesia que puso pies en polvorosa y hoy se encuentra refugiado en el aguantadero más lujoso del planeta: el Vaticano. En rigor de verdad, cada uno de los 18 Encuentros se pronunció por la ya vieja consigna del movimiento de mujeres “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Ni los intentos de borrar los talleres sobre aborto del Encuentro de La Plata (sustituyéndolos por los desvaídos de “derechos reproductivos”), ni la injerencia descarada de Romero y la Pastoral Social en Salta (aliados a la Ccc y la Cta) evitaron que reivindicáramos el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y sobre la maternidad. Pero estos pronunciamientos tenían carácter testimonial, producto del carácter exclusivamente deliberativo que arrastraron los encuentros desde su origen.


En Rosario, fue la exigencia piquetera de votar un programa y un plan de lucha lo que desterró de numerosos talleres el “espíritu” de grupo vivencial y los convirtió en vitales asambleas de luchadoras. En nombre del consenso, del carácter no resolutivo de los Encuentros, las corrientes que controlaban la comisión organizadora se opusieron al ejercicio democrático de alzar la mano y votar un plan de lucha que dé cauce a la reivindica ción más permanente de las mujeres, una reivindicación en la que se nos va, literalmente, la vida. Como dijo una compañera, de los Encuentros de Mujeres “no había salido ni un té canasta para pelear por el derecho al aborto”. Por eso el Encuentro de Rosario es un punto de inflexión en la historia del movimiento de mujeres.


La metodología (votar o no votar) y la noción de que la lucha por el aborto debe estar en el terreno de clase es lo que nos distanció de muchas integrantes de la autoconvocada Asamblea por el Derecho al Aborto. Esa asamblea votó un plan de lucha nacional que resolvió:


• Marcha Nacional por el Derecho al Aborto libre y gratuito el viernes 26 de septiembre a las 17 horas, en el marco del Día de Lucha por el Derecho al Aborto en América Latina y el Caribe.


• Realizar un Encuentro Nacional por el Derecho al Aborto libre y gratuito entre el 25 de noviembre y el 8 de diciembre (fecha a confirmar).


• Participar activamente en la Marcha del Orgullo el 1° de noviembre.


• Marchar el 25 de noviembre, Día Internacional de la No Violencia hacia las Mujeres.


El cronograma de marchas coincide con el plan de lucha de la ANT. Pero no su perspectiva. Porque al lado de las compañeras de la Cuba (que leyeron empecinadamente, a pesar de las interrupciones, la propuesta de la ANT), de María Rachid, de obreras de las fábricas recuperadas, de las estudiantes y de las feministas consecuentes, estaban las mismas señoras que durante años nos han dicho que “la sociedad no estaba preparada” para nuestro reclamo, que era pertinente una política gradualista impulsando las leyes de derechos reproductivos y de aborto no punible (en caso de violación, de anencefalia fetal, de minusvalía mental), que una nota de tapa en un semanario era más efectiva que cualquier movilización. Estaban las mujeres del Ari (o sea, del partido de la furiosamente clerical y antiabortista Carrió), María José Lubertino (ex radical que votó en la Constituyente el Pacto de San José de Costa Rica, que defiende el criterio vaticano de la vida desde la concepción), feministas institucionales y de ONG que han acompañado la gestión del Consejo Nacional de la Mujer hasta el mismísimo 20 de diciembre y que han “asesorado” y asesorarán a cuanto gobierno y legislador “progresista” nos toque padecer.


De resultas de esta ensalada plural, la Asamblea funcionó en paralelo al Encuentro, en vez de enfrentar la metodología “consensual” que condena a éste a la impotencia. De resultas de esa ensalada plural, la Asamblea concluyó con una declaración donde se oculta tanto la responsabilidad estatal como la de los partidos patronales en la muerte de las mujeres por abortos clandestinos. Y votó la realización de un encuentro nacional sobre el aborto como si 18 años de discusión no fueran suficientes.


Seguramente, el 26 de setiembre coincidiremos en las calles con muchas compañeras de la Asamblea de Rosario. Ese día, nosotras tendremos muy claro que es al gobierno de Kirchner al que le estamos exigiendo presupuesto para los programas de anticoncepción bajo control de las organizaciones obreras y sociales, separación de la Iglesia y el Estado, e inmediata despenalización del aborto y su inclusión como práctica gratuita en el sistema de salud.