El terrorismo de Estado y las elecciones de Perú

En las tierras latinoamerica­nas, las instituciones represivas del Estado burgués hacen del garrote y de la tortura una práctica cotidiana.


Así lo hizo, lo hicieron, los mili­tares y la policía (bonaerense y fe­deral) durante la dictadura militar de Videla, Massera y Agosti.


La Marina, el Ejército y la Fuer­za Aérea hicieron desaparecer a nu­merosos compañeros, estudiantes, sindicalistas, a profesionales como psicólogos y hasta a curas y monjas tercermundistas, previa tortura.


Hasta yo mismo fui torturado en la clínica neuropaiquiótrica Epidauro, sita en calle 46, número 670 de La Plata, y amenazado de muer­te en la clínica central de Bahía Blanca, donde vivía bajo el pánico; constantemente se me hablaba con doble sentido.


Estoy vivo, pero pasé por gran­des derrotas que, como ésta del neuropsiquiátrico, hacen sentir sus secuelas hasta hoy. Yo siempre era en Laprida ‘El Cabeza’ o ‘El Cabe­zón’. Ahora el sobrenombre y la fa­ma de loco trascienden los límites del Partido. También me he con­vertido en un drogadependiente empedernido, sin psicofármacos no puedo vivir.


Y aquí viene la consideración sobre las elecciones en Perú:


Sin duda que es la embajada yanqui ante el estado de subleva­ción del pueblo peruano la que pro­pugna la segunda vuelta y el recam­bio de Toledo, que en su programa garantiza la propiedad privada de los medios de producción y las in­versiones yanquis.


Pero con Toledo en el gobierno, quizás por un instante se traiga un alivio en las terribles cárceles pe­ruanas. El compañero Abimael Guzmán y otros senderistas muy com­prometidos no saldrán sin duda hasta el triunfo definitivo de la re­volución. Soy totalmente contrario que “Cuando peor, mejor”.


Sin duda se van a abrir las cár­celes y muchos compañeros de dis­tintas organizaciones de izquierda guerrilleras y no guerrilleras van a recuperar su libertad, y puede ha­ber una recomposición del trotskis­mo y de todas las fuerzas del campo popular.


En nuestro país los conservado­res hicieron una escuela del fraude y del voto calificado. Antes de Yrigoyen y después, en la bien llamada “década infame”. No dejemos que este japonés Fujimori, asesino e hi­jo de mala madre, se salga con la suya y se postergue la libertad, la atención médica y psicológica de tantos compañeros que se hacinan en las cárceles, o que están parali­zados por el terror del ejército con­trarrevolucionario.