Correo de lectores
11/5/2000|665
El terrorismo de Estado y las elecciones de Perú
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En las tierras latinoamericanas, las instituciones represivas del Estado burgués hacen del garrote y de la tortura una práctica cotidiana.
Así lo hizo, lo hicieron, los militares y la policía (bonaerense y federal) durante la dictadura militar de Videla, Massera y Agosti.
La Marina, el Ejército y la Fuerza Aérea hicieron desaparecer a numerosos compañeros, estudiantes, sindicalistas, a profesionales como psicólogos y hasta a curas y monjas tercermundistas, previa tortura.
Hasta yo mismo fui torturado en la clínica neuropaiquiótrica Epidauro, sita en calle 46, número 670 de La Plata, y amenazado de muerte en la clínica central de Bahía Blanca, donde vivía bajo el pánico; constantemente se me hablaba con doble sentido.
Estoy vivo, pero pasé por grandes derrotas que, como ésta del neuropsiquiátrico, hacen sentir sus secuelas hasta hoy. Yo siempre era en Laprida ‘El Cabeza’ o ‘El Cabezón’. Ahora el sobrenombre y la fama de loco trascienden los límites del Partido. También me he convertido en un drogadependiente empedernido, sin psicofármacos no puedo vivir.
Y aquí viene la consideración sobre las elecciones en Perú:
Sin duda que es la embajada yanqui ante el estado de sublevación del pueblo peruano la que propugna la segunda vuelta y el recambio de Toledo, que en su programa garantiza la propiedad privada de los medios de producción y las inversiones yanquis.
Pero con Toledo en el gobierno, quizás por un instante se traiga un alivio en las terribles cárceles peruanas. El compañero Abimael Guzmán y otros senderistas muy comprometidos no saldrán sin duda hasta el triunfo definitivo de la revolución. Soy totalmente contrario que “Cuando peor, mejor”.
Sin duda se van a abrir las cárceles y muchos compañeros de distintas organizaciones de izquierda guerrilleras y no guerrilleras van a recuperar su libertad, y puede haber una recomposición del trotskismo y de todas las fuerzas del campo popular.
En nuestro país los conservadores hicieron una escuela del fraude y del voto calificado. Antes de Yrigoyen y después, en la bien llamada “década infame”. No dejemos que este japonés Fujimori, asesino e hijo de mala madre, se salga con la suya y se postergue la libertad, la atención médica y psicológica de tantos compañeros que se hacinan en las cárceles, o que están paralizados por el terror del ejército contrarrevolucionario.