Correo de lectores
19/11/1998|608
Extractos del Discurso
Antes que nada, antes que cualquier connotación analítica, quiero expresar, lo más claramente que puedo, por si alguna duda le queda a alguien, nuestra solidaridad incondicional con los trabajadores del Banco Mayo y con los trabajadores médicos y no-médicos del Hospital Israelita.
A la inmensa mayoría de los judíos de la Argentina, que sufre como cualquiera las consecuencias del perverso modelo socioeconómico que nos rige, no le interesa el destino de los capitostes del Banco Mayo, ni de los que especulan en las mesas de dinero, ni de ninguno de los círculos áulicos que los rodeaban.
A la mayoría de la comunidad judía —a la mayoría de la comunidad judía real que está fuera de los códigos de la judaizad institucional— no le interesa el destino del Banco Mayo como tal; sí le interesa el destino de los trabajadores del Banco Mayo, muchos de los cuales corren el peligro de engrosar en lo inmediato la larga y dramática lista de desocupados.
Que el señor Pou o el señor Menem sean dos representantes nefastos del capital internacional no disminuye la culpa de los directivos del Banco Mayo. Porque estos directivos, igual que buena parte de la burguesía argentina, apostaron al modelo con entusiasmo y euforia, y combatieron a todos aquellos que estábamos en contra de este modelo desde el principio.
Un viejo aforismo en idish, el idioma que quiero tanto porque fue durante mucho tiempo el idioma de los trabajadores en tiempos de persecución, dice “azoi vi men bet zij, azai shluftmen”: así como uno se hace la cama, así duerme.
No se puede ser cómplice del amo todo el tiempo; y, si el amo te traiciona, pretender que la gente te defienda. La gente repudia al amo y, también, al cómplice.
Por eso nos solidarizamos y nos sentimos hermanados únicamente con los trabajadores del Banco Mayo, que son las únicas y verdaderas víctimas de esta crisis.
Lo mismo pasa con el Hospital Israelita, cuyo combativo personal ha denunciado la participación de no pocos directivos del nosocomio en la debacle, en el vaciamiento. Algunos de esos directivos ya fueron denunciados en su oportunidad como cómplices de personeros de la dictadura militar.
Todos los trabajadores y excluidos en lucha, del Banco Mayo, del Hospital Israelita, de Gutral Co, de Jujuy o de donde fuere, son nuestros compañeros.
En el caso del Hospital, sin duda que la culpa mayor la tunen el Pami y el Ministerio de Economía porque no pagan lo que deben. Pero, tal como lo han denunciado los médicos, también los directivos del Hospital han puesto lo suyo —ineficiencia y algo más— para que esta gran institución, creada por los judíos pobres de la generación inmigratoria, hoy sufra estas penurias y penda sobre ella la espada de Damocles de la desaparición como instrumento de la salud pública.
Los trabajadores del Hospital Israelita en lucha fueron querellados por la patronal bajo la torpe acusación de injurias y calumnias. Tengo la necesidad de repetir lo que tuve la oportunidad de señalar el otro día en la asamblea de los compañeros del Hospital Israelita: comparto plenamente todo lo que han afirmado los trabajadores; y, si los directivos quieren querellarme a mí también, que lo hagan, porque estoy absolutamente de acuerdo con lo que dicen los trabajadores.
En octubre del ‘94, tal como lo denunciamos en su oportunidad, los dirigentes de la colectividad rindieron homenaje público a la policía y, desde entonces, abundaron las declaraciones de elogio hacia los servicios de inteligencia. Servicios de inteligencia que, reiteradamente, hemos denunciado que son cuevas de nazis, antisemitas y delincuentes que nunca investigaron nada sino que permanentemente pusieron obstáculos para desviar o impedir la verdadera investigación.
En la página 1331, del tomo 4, del diccionario hebreo de Abraham Evén Shoshán, editado en Jerusalén en 1993, se encuentra la palabra “shtadlán”, nada fácil de traducir al castellano.
¿Qué quiere decir “shtadlán”? De acuerdo con ese diccionario, es la persona que “se ocupa de mantenerse cerca del poder en nombre de la comunidad”.
¿Estamos en una situación parecida, hoy, en la comunidad judía argentina, con una estructura bancaria que ha influido decisivamente en el desenvolvimiento institucional? ¿Sigue teniendo vigencia el vocablo “shtadlanut”, o sea el seguidismo con el sistema y el poder que nos rige?
El 18 de julio de 1997, en el tercer aniversario de la masacre de la Amia, muchos de los judíos presentes en el acto de Tucumán y Pasteur abuchearon a todo lo que oliera a menemismo, incluida la propia dirigencia judía.
Harta de una estructura antidemocrática y muy poco participativa que suele cocinarse en los pasillos de los bancos, la gente, entonces, votó con la garganta.
Ahora quiere votar con las manos. Por eso exigimos “democracia ya”, porque la gente, con su participación activa, va a decidir con toda seguridad que no quiere más esta estructura perversa, elitista, corporativa y bancodependiente que alcanzó hace medio siglo sus picos más altos con el Banco Comercial y el Banco Israelita, siguió después con las cooperativas de crédito que distorsionaron los fines de sus fundadores, y terminó con los bancos Patricios y Mayo.
La inmensa mayoría de los judíos no tenemos bancos. Esto lo dije antes y lo reitero ahora. En todo caso serán bancos de familias judías o tendrán algo que ver con sectores de la comunidad judía organizada institucionalmente. Pero no tiene, nada que ver con los judíos reales.
La mayoría de los judíos — estudiantes, obreros, empleados, comerciantes, industriales, profesionales, jubilados, amas de casa, desocupados, periodistas, taxistas o lo que fuere— sufre las consecuencias del plan de ajuste menemista como cualquiera.
La interna judía no se va a dirimir más entre bancos, como fue hasta ahora a pesar de nuestra resistencia.
Algunos, desde afuera del judaísmo, obnubilados quizás por viejos estereotipos, se han olvidado de que la vieja lucha de clases, aún con su dinámica específica, también se desarrolla dentro del campo judío.
Hoy vinimos aquí a solidarizamos con las luchas de los trabajadores del Banco Mayo y con la lucha heroica que libran médicos y personal no-médico por su pan, por su trabajo y por la continuidad de una institución que pretenden fagocitar en la marea perversa de la globalización.
Compañeros del Banco Mayo, compañeros del Hospital Israelita, compañeros de todas las luchas (muchos de los cuales, como las Madres de Plaza de Mayo, hoy se encuentran aquí): estamos con ustedes con todo.
También hicimos este acto por una profunda democratización de la comunidad y el cese de la banco de pendencia.
En síntesis: estamos junto a los compañeros y estamos por una democracia real.
Extractos del Discurso, pronunciado por Herman Schiller en el Acto de Solidaridad con los Trabajadores del Banco Mayo y del Hospital Israelita realizado por “Memoria y Realidad”, en el salón de la Asociación Argentina de Actores.