Extractos del Discurso

Antes que nada, antes que cualquier connotación analítica, quiero expresar, lo más clara­mente que puedo, por si alguna duda le queda a alguien, nuestra solidaridad incondicional con los trabajadores del Banco Mayo y con los trabajadores médicos y no-médicos del Hospital Israeli­ta.


A la inmensa mayoría de los judíos de la Argentina, que sufre como cualquiera las consecuen­cias del perverso modelo so­cioeconómico que nos rige, no le interesa el destino de los capitostes del Banco Mayo, ni de los que especulan en las mesas de dine­ro, ni de ninguno de los círculos áulicos que los rodeaban.


A la mayoría de la comunidad judía —a la mayoría de la comu­nidad judía real que está fuera de los códigos de la judaizad institu­cional— no le interesa el destino del Banco Mayo como tal; sí le interesa el destino de los trabaja­dores del Banco Mayo, muchos de los cuales corren el peligro de engrosar en lo inmediato la larga y dramática lista de desocupa­dos.


Que el señor Pou o el señor Menem sean dos representantes nefastos del capital internacio­nal no disminuye la culpa de los directivos del Banco Mayo. Por­que estos directivos, igual que buena parte de la burguesía ar­gentina, apostaron al modelo con entusiasmo y euforia, y comba­tieron a todos aquellos que está­bamos en contra de este modelo desde el principio.


Un viejo aforismo en idish, el idioma que quiero tanto porque fue durante mucho tiempo el idioma de los trabajadores en tiempos de persecución, dice “azoi vi men bet zij, azai shluftmen”: así como uno se hace la cama, así duerme.


No se puede ser cómplice del amo todo el tiempo; y, si el amo te traiciona, pretender que la gente te defienda. La gente repudia al amo y, también, al cómplice.


Por eso nos solidarizamos y nos sentimos hermanados única­mente con los trabajadores del Banco Mayo, que son las únicas y verdaderas víctimas de esta cri­sis.


Lo mismo pasa con el Hospi­tal Israelita, cuyo combativo per­sonal ha denunciado la participa­ción de no pocos directivos del nosocomio en la debacle, en el vaciamiento. Algunos de esos di­rectivos ya fueron denunciados en su oportunidad como cómpli­ces de personeros de la dictadura militar.


Todos los trabajadores y ex­cluidos en lucha, del Banco Mayo, del Hospital Israelita, de Gutral Co, de Jujuy o de donde fuere, son nuestros compañeros.


En el caso del Hospital, sin duda que la culpa mayor la tu­nen el Pami y el Ministerio de Economía porque no pagan lo que deben. Pero, tal como lo han denunciado los médicos, también los directivos del Hospital han puesto lo suyo —ineficiencia y algo más— para que esta gran institución, creada por los judíos pobres de la generación inmigra­toria, hoy sufra estas penurias y penda sobre ella la espada de Damocles de la desaparición como instrumento de la salud pública.


Los trabajadores del Hospital Israelita en lucha fueron quere­llados por la patronal bajo la tor­pe acusación de injurias y calum­nias. Tengo la necesidad de repe­tir lo que tuve la oportunidad de señalar el otro día en la asamblea de los compañeros del Hospital Israelita: comparto plenamente todo lo que han afirmado los tra­bajadores; y, si los directivos quieren querellarme a mí tam­bién, que lo hagan, porque estoy absolutamente de acuerdo con lo que dicen los trabajadores.


En octubre del ‘94, tal como lo denunciamos en su oportunidad, los dirigentes de la colectividad rindieron homenaje público a la policía y, desde entonces, abun­daron las declaraciones de elogio hacia los servicios de inteligen­cia. Servicios de inteligencia que, reiteradamente, hemos denunciado que son cuevas de nazis, antisemitas y delincuentes que nunca investigaron nada sino que permanentemente pusieron obstáculos para desviar o impe­dir la verdadera investigación.


En la página 1331, del tomo 4, del diccionario hebreo de Abraham Evén Shoshán, editado en Jerusalén en 1993, se encuentra la palabra “shtadlán”, nada fá­cil de traducir al castellano.


¿Qué quiere decir “shta­dlán”? De acuerdo con ese diccio­nario, es la persona que “se ocu­pa de mantenerse cerca del poder en nombre de la comu­nidad”.


¿Estamos en una situación parecida, hoy, en la comunidad judía argentina, con una estruc­tura bancaria que ha influido decisivamente en el desenvolvi­miento institucional? ¿Sigue te­niendo vigencia el vocablo “shtadlanut”, o sea el seguidismo con el sistema y el poder que nos rige?


El 18 de julio de 1997, en el tercer aniversario de la masacre de la Amia, muchos de los judíos presentes en el acto de Tucumán y Pasteur abuchearon a todo lo que oliera a menemismo, inclui­da la propia dirigencia judía.


Harta de una estructura anti­democrática y muy poco participativa que suele cocinarse en los pasillos de los bancos, la gente, entonces, votó con la garganta.


Ahora quiere votar con las manos. Por eso exigimos “demo­cracia ya”, porque la gente, con su participación activa, va a deci­dir con toda seguridad que no quiere más esta estructura per­versa, elitista, corporativa y bancodependiente que alcanzó hace medio siglo sus picos más altos con el Banco Comercial y el Ban­co Israelita, siguió después con las cooperativas de crédito que distorsionaron los fines de sus fundadores, y terminó con los bancos Patricios y Mayo.


La inmensa mayoría de los judíos no tenemos bancos. Esto lo dije antes y lo reitero ahora. En todo caso serán bancos de fami­lias judías o tendrán algo que ver con sectores de la comunidad ju­día organizada institucional­mente. Pero no tiene, nada que ver con los judíos reales.


La mayoría de los judíos — estudiantes, obreros, empleados, comerciantes, industriales, pro­fesionales, jubilados, amas de casa, desocupados, periodistas, taxistas o lo que fuere— sufre las consecuencias del plan de ajuste menemista como cualquiera.


La interna judía no se va a dirimir más entre bancos, como fue hasta ahora a pesar de nues­tra resistencia.


Algunos, desde afuera del judaísmo, obnubilados quizás por viejos estereotipos, se han olvi­dado de que la vieja lucha de clases, aún con su dinámica espe­cífica, también se desarrolla den­tro del campo judío.


Hoy vinimos aquí a solidari­zamos con las luchas de los tra­bajadores del Banco Mayo y con la lucha heroica que libran médi­cos y personal no-médico por su pan, por su trabajo y por la conti­nuidad de una institución que pretenden fagocitar en la marea perversa de la globalización.


Compañeros del Banco Mayo, compañeros del Hospital Israeli­ta, compañeros de todas las lu­chas (muchos de los cuales, como las Madres de Plaza de Mayo, hoy se encuentran aquí): estamos con ustedes con todo.


También hicimos este acto por una profunda democratiza­ción de la comunidad y el cese de la banco de pendencia.


En síntesis: estamos junto a los compañeros y estamos por una democracia real.


Extractos del Discurso, pronunciado por Herman Schiller en el Acto de Solidaridad con los Trabajadores del Banco Mayo y del Hospital Israelita realizado por “Memoria y Realidad”, en el salón de la Asociación Argentina de Actores.