Fidel Castro también desciende del mono

En la conferencia de prensa con que clausuraba la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma, previa a la reunión con el Papa, Fidel Castro aprovechó para continuar con sus declaraciones de buena voluntad y acuerdo con el Vaticano. En este caso, sostuvo la versión de que “en nuestro país (no) nos gustan los divorcios. No es saludable, no es aconsejable, no es comunista. Pero la ley lo autoriza” (La Nación, 18/11/96).


Hace casi un siglo, Alejandra Kollontai, miembro del Comité Central bolchevique, en una obra titulada “La Mujer nueva y la moral sexual”, sostiene exactamente lo contrario. Analiza un estudio psicosociológico de principios de siglo sobre la “crisis sexual”, en el que se estudian las formas de la unión entre los sexos en el mundo capitalista. Dice que el principio de indisolubilidad del matrimonio legal es falso.


“La indisolubilidad del matrimonio está basada en una concepción contraria a toda ciencia psicológica; en la invariabilidad de la psicología humana en el transcurso de una larga vida… Nada más cierto, que el parecido entre el matrimonio y un piso habitable; sus malas condiciones sólo se descubren después de haber vivido algún tiempo en él. Si nos vemos obligados a mudarnos con frecuencia de pisos faltos de comodidades y poco apropiados a nuestras necesidades, nos sentimos como perseguidos por una ‘mala estrella’; pero indiscutiblemente la situación es mucho más terrible si la necesidad nos obliga a vivir todo el resto de nuestra existencia en malas condiciones. El cambio de uniones amorosas en el curso de la vida humana y durante el proceso de evolución de una individualidad, es un hecho que tendrá que ser reconocido por la sociedad futura como algo normal e inevitable”.


Las declaraciones de Castro sirven para entender, no el problema del divorcio, sino el del ‘comunismo’ cubano y las modificaciones que introducirá su acuerdo con el Vaticano. Inevitablemente, los acuerdos con la Iglesia llevan al retroceso en todos los planos.