Fin de la Ciencia Social burguesa y su miseria

La intelectualidad burguesa ha apelado a distintos calificativos para exaltar (encubrir) el trueque (el trabajo del nuevo milenio, nueva fuente de generación de empleo, trabajo solidario, trabajo digno) y hasta emparentar el trabajo punteril de los Gerones, Laborde, Ibarra, Menem y Duhalde con los pieles rojas brutalmente explotados y masacrados por la naciente burguesía yanqui. No han terminado de asimilar el fracaso del trueque (mercado negro) y ahora nos quieren dar lecciones sobre las bondades de la “economía piquetera” saludando a millones de hambrientos que sobreviven cocinando a leña. El onanista pequeño burgués hace de la economía paralela (primitiva) un fetiche del cual se aferra para evitar reconocer la crisis terminal del régimen social que parió semejante catástrofe impulsando las privatizaciones, el aumento incesante de la productividad por obrero, la prolongación de la jornada laboral y la rebaja de salarios. Por ello, han reclamado (sin suerte) producción de mercancías para que no colapse el sistema y “alertaron” sobre las limitaciones del trueque por la falta de “productos básicos” ¡mientras la burguesía acaparaba a la espera de la devaluación! Pero a los éticos nunca les falta “transparencia”; por ello, ante la “gravísima desestructuración del capitalismo” le oponen “alternativas y emprendimientos de emergencia” “basados en las iniciativas y el trabajo de los propios afectados”, es decir desensillar hasta que aclare, para una reestructuración del capital, desarrollar los organismos no gubernamentales, cooperativas, microemprendimientos, etc. en la línea del Banco Mundial.


 


Solidario las pelotas


Da vergüenza ajena ver cómo se representa el fetichista intercambio de mercancías (fuerza de trabajo) entre un profesor y un herrero (PO N° 786). El economista desconoce la función social del trabajo, en el marco de la completa disolución del régimen de producción imperante; habla como si el herrero y el profesor no necesitaran de los productos básicos que él reclamó; obvia la existencia del crédito como papel moneda y la acumulación, producida por la expropiación del trabajo por parte de los capangas del trueque. Han lanzado a millones de hambrientos al trabajo individual (elaboración casera) y a la competencia, lo que hasta un niño reconoce que lleva al embrutecimiento familiar y a una mayor explotación de la familia, por carecer de espacios, buena luz y herramientas, máquinas que sí poseen las fábricas. Tema urticante para el economista en momentos en que los obreros se han lanzado a la ocupación y gestión obrera de las mismas.


La insistencia en la falta de explotación de la fuerza del trabajo en el trueque es pura fantasía. También en los comedores y en los microemprendimientos existe una sobre explotación de la fuerza de trabajo. Por ello el Partido Obrero y el Polo Obrero entienden a los mismos como centros de organización política y de lucha contra el Estado. Reclamando la provisión necesaria de alimentos, el salario igual a la canasta familiar para quienes trabajan en comedores y los beneficios sociales (estabilidad, obra social, salario familiar, vacaciones, jubilación, etc.) conquistados en décadas de lucha de la clase obrera.


En el inicio mismo del trueque planteamos la siguiente denuncia (PO N° 711, 21/6/01): “Nos quieren remontar a la Edad Media, a una economía precapitalista en un momento histórico donde el desarrollo de la informática, la robótica y la automatización de la industria, debería dar lugar al pleno empleo. No por ello el Polo se ha impedido de abrir comedores y merenderos en todo el país (300) donde asisten a diario 30.000 comensales, por falsos prejuicios. Entendemos a la organización de masas como un puente en la lucha por colocar la producción bajo gestión y gobierno de los trabajadores para alumbrar el reino de la abundancia”.