Galasso “responde” a Altamira

Matías Rivas

Galasso ha decidido replicar “por última vez” a Jorge Altamira, pero en realidad no toca ninguno de los argumentos de la respuesta de Altamira a su carta-acusación. Señalo sólo algunos puntos:

1) Critica que el PO va a medios opositores. Es gracioso, ya que todos los funcionarios kirchneristas aparecen en los programas mencionados por Galasso. Por demás, hasta no hace mucho, el gobierno era aliado de esos medios que, luego del conflicto del “campo”, ahora critica. Si el oficialismo no quisiera ir a esos programas, tiene los suyos propios. En los programas oficialistas, en cambio, no se abre la posibilidad para que el Partido Obrero participe: nunca se lo ha invitado y han rechazado cualquier pedido de participación.

2) Se vale del ejemplo de Kornilov para esquivar el bulto. Si a Galasso le molesta que se use un ejemplo histórico que no pertenezca a la Argentina o América Latina (porque eso ofendendería de alguna forma a la izquierda nacional), podría haber tomado nota de los otros ejemplos que usó Altamira: los gobiernos de Isabel, Frondizi, Perón, Paz Estenssoro y Siles Suazo, etc. A esos ejemplos, Galasso los pasa intencionalmente por alto. Ahí Altamira explicó que combatir a un enemigo “principal” es reconocer que hay un “enemigo secundario”, o sea que, después de todo, ambos son enemigos de clase. La política de un socialista pasa por aprovechar el debilitamiento de la clase capitalista en su conjunto, lo que implicaría la derrota del “enemigo principal” para acabar con la dominación de clase. Altamira desnuda así la falsedad del planteo de Galasso, quien en ningún momento caracteriza al gobierno como un enemigo de clase (aunque sea “secundario”) y, por lo tanto, no desarrolla ninguna oposición clasista al gobierno, sino que se integra a él por completo. Esta es, nada más y nada menos, que la historia de la “izquierda nacional” -sea en Argentina, Rusia o China.

Incluso Altamira señala que puede ser que el kirchnerismo ocupe un segundo lugar en la tabla de posiciones de los “enemigos” de los explotados, pero el ser gobierno lo convierte en el gerente de los negocios capitalistas, o sea que pasa de enemigo “secundario” a “enemigo principal”. Ahora bien, Altamira reconoce que en una crisis de poder se plantea la necesidad de hacer la distinción que Galasso señala (pero no aplica), siempre sin apoyar políticamente a los enemigos de clase (o sea, siempre planteando la completa independencia de clase y delimitándose de los “enemigos secundarios”): “La ‘izquierda nacional’, por el contrario, se ha integrado a uno de los campos burgueses de un modo estratégico, hasta la última gota de la cicuta -por eso acompañó a Perón, los bolivianos Paz Estenssoro y Siles Suazo, los peruanos Haya de la Torre y Alan García, Frondizi, Isabel, hasta la completa capitulación de éstos ante el imperialismo”.

3) Sigue llamando la atención que Galasso no se pregunte, más bien, hacia dónde va Cristina con el apoyo a los Pedraza (y a toda la burocracia sindical, a la cual el gobierno calificó como su columna vertebral), a los “barones” del conurbano, los Scioli, los Gioja, los Insfrán, los pactos con Macri para echar a los que reclaman vivienda, los pactos con la minería, el capital automotriz, el capital financiero internacional (pagando la deuda, mientras veta el 82% a los jubilados). ¿Nada de eso le hace preguntarse a dónde va el gobierno? Porque no se hace esta pregunta -la que sí se hacían, por ejemplo, los montoneros en los ‘70 (aún con todas sus limitaciones)- es que no responde a ninguna de las críticas que hace Altamira al gobierno y convierte a Altamira en un “enemigo principal” (siempre con un tono muy amable, claro).

4) Luego de asegurar que la culpa del asesinato de Mariano era de los propios dirigentes del Partido Obrero, que mandan a los “pibes” (usado peyorativamente) al frente, y avalar la teoría de la propia patota sindical (que habla de enfrentamiento, etc.), Galasso ni siquiera se tomó el tiempo para aprenderse bien el apellido de Mariano, que es Ferreyra y no Ferreira.

Dice usar las consignas del Partido Obrero, aunque esto no es así: por alguna extraña razón, saca de la consigna la parte que dice “del asesinato de Mariano” y, obviamente, no reconoce que hay un pacto entre el gobierno y las patotas (al frente de los ferrocarriles sigue la misma burocracia, siguen los mismos funcionarios en Ugofe, siguen los privatizadores), o que al menos el gobierno es rehén de estas patotas, por lo cual Galasso bien podría haber pedido que el gobierno rompa toda relación con estos sectores y ponga todos los recursos del Estado para renacionalizar el tren. En su lugar, habla de echar a las burocracias sindicales donde “aún subsistan”, lo cual indica que no hubiesen movido un dedo para echar a Pedraza, dado que hasta 2010 éste era calificado por el gobierno no como un burócrata, sino como un ejemplo. Gran parte de la burocracia sindical es afín al gobierno y sirve a sus intereses: de ahí los pactos sociales con las mineras y las petroleras. En los ‘70, la juventud peronista se sacaba de encima a los traidores que firmaban pactos sociales y luchaba contra las burocracias sindicales en los lugares de trabajo. Hoy, la “juventud peronista” sólo critica a los que luchan en los lugares de trabajo contra las burocracias integradas al gobierno (incluso, los máximos dirigentes de esa juventud son parte de la burocracia y ocupan altos puestos en empresas ligadas al gobierno).

5) Si quieren sonar creíbles, lo mínimo que podrían hacer es formar organizaciones antiburocráticas en los lugares de trabajo y estudio y dejar de salir con los tapones de punta (incluso criminalizando la protesta) contra quienes hacen esa tarea. Va a ser la mejor forma de combatir a los “enemigos”.