González Tuñón

Compañeros(as) de la redacción de Prensa Obrera:


Hace un mes se cumplieron 30 años de la muerte de Raúl Gonzá­lez Tuñón y en Prensa Obrera se pu­blicaron dos artículos de homenaje, en los números 865 y 866.


Por muchas razones, hay que fe­licitar a Fancer y a Tano por su ho­menaje, y a Prensa Obrera por ha­berlo publicado. De hecho, el perió­dico está esbozando una sección dedicada a la literatura -y por qué no a la pintura, el cine y otras expre­siones artísticas- que forma parte de nuestro combate político y que hay que alimentar y desarrollar.


Con atraso reacciono a esos artí­culos, y este atraso puede tener la virtud de mantener la continuidad de estos temas en el periódico, varías semanas después de publicados los artículos originales, y de incitar a otros compañeros y compañeras a escribir e intervenir.


El homenaje a Tuñón me tocó per­sonalmente porque hace más de 40 años me lancé a la lectura de “A la sombra de los barrios amados” y fue para mí un descubrimiento, del personaje, de la poesía y de la ciudad. Luego dejé esas lecturas un poco al margen y ahora las puedo redescu­brir gracias, entre otros, a Fancer y a Tano.


Pero si la significación de Tuñón parece obvia -pero no lo es- y se lo puede considerar un gran poeta, o al menos simplemente un poeta, hay que evitar la apología cuando se lo recuerda.


Alrededor de González Tuñón se ha construido una mitología, y a su manera Fancer y Tano ponen un la­drillo en este edificio. Tuñón era un gran tipo, un buen poeta, un militan­te, un cantor de las luchas obreras. Dicho así, la poesía de Tuñón y su rol en momentos claves, como el pe­ríodo 1925/1935, queda vaciado. Por ejemplo, resulta falso tomar a Tuñón como un militante que escri­be poesía. En algunos momentos de su vida es todo lo contrario. Se deja de lado toda periodización y por lo mismo no se entiende gran cosa de la poesía de Tuñón. Y toda poesía genuina, como la suya, tiene su his­toria, la historia del poeta, la historia de su mundo. Desde este punto de vista quiero hacer varias observa­ciones.


El primer significado importante de González Tuñón es que es un “poeta de Buenos Aires”, antes de ser un po­eta de las luchas sociales, antes de la “rosa blindada”. En los años ‘20, elaborar, escribir, publicar una literatura sobre la ciudad plebeya, obrera, de suburbios, europea al mismo tiempo, fue un hecho fundador, creador. En este movimiento, que va de Borges a Castelnuovo, de Martín Fierro a Boedo, es evidente que Tuñón ocupa un lugar fundamental porque su poesía es a la vez constitutiva de una nueva voz, de nuevos personajes, de nue­vos lugares. Recordemos los “20 cen­tavos en la ranura" y el inmigrante so­lo y nostálgico, por ejemplo. Hay que poner a Tuñón, en su momento más estelar, en relación con este proceso y no con una militancia revolucionaría que no practicaba. En 1928 forma parte, con Borges, del comité por la reelección de Irigoyen, y todo indica que tuvo su momento de simpatía con el golpe del 6 de septiembre. Al mis­mo tiempo, termina publicando en 1930 La calle del agujero en la media, atrapado un poco por el surrealismo y por París. Este trabajo poético es enorme, original, y en realidad Gon­zález Tuñón va a vivir luego de este activo.


¿Qué pasa con él en los años ‘30? Es el meollo, y lamentablemente Fancer y Tano tocan estas cuestio­nes con errores enormes… e igno­rando la poesía de Tuñón. Los pun­tos de partida y llegada son el golpe de 1930 y la crisis y la Guerra Civil Española y el comienzo de la Se­gunda Guerra Mundial, lo que se co­noce como la “década infame” y que va a dar lugar, a través de la crisis del ‘43, ’45 al surgimiento y consoli­dación del peronismo. Tuñón em­pieza este período como un gran poeta de Buenos Aires, lo continúa co­mo un periodista de la miseria de la crisis capitalista y de las luchas obreras y populares, y lo termina co­mo un poeta oficial de la Guerra Ci­vil Española. Finalmente, colabora con Neruda y con el Partido Comu­nista de Chile durante los años cla­ves de 1940 a 1945. Es un periplo paradigmático de una parte de la in­telectualidad porteña. Del romanti­cismo plebeyo a la burocracia stalinista, pasando por el compañero de ruta. La poesía de González Tuñón sufre enormemente esta evolución – mejor dicho, una involución-.


Algunos puntos significativos. El ar­tículo de Fancer pretende que prácti­camente todos los artistas e intelec­tuales españoles y del mundo se agrupan tras el PC y disculpa a Gon­zález Tuñón, que participa de este ali­neamiento. Hay que decir las cosas como son. Fue un momento de la con­trarrevolución y el ser artista, o poeta, no justifica nada; todo lo contrario.


Hubo más que excepciones. Bas­ta recordar a Bretón, Rivera, Manuel Rojas y, a su manera, César Vallejos. Lo de Neruda, Alberti y otros en Madrid, fue una canallada. El apa­rato stalinista los elevó a poetas ofi­ciales del pueblo español, cuando este aparato, al mismo tiempo, asesinaba los militantes revolucionarios y aplastaba la movilización de las masas españolas. Los comunistas argentinos, mejor dicho, el burócrata Codovilla, tuvieron un papel de pri­mer plano. ¿Hasta qué punto González Tuñón estuvo implicado? Pro­bablemente se mantuvo al margen del aparato stalinista, pero participó plenamente en el “movimiento de los intelectuales” que sirvió de cobertu­ra y de caja de amplificación de la política de la burocracia. Su poesía sufre de esta regresión y, a mi juicio, hay casi un abismo entre el poeta de Juancito Caminador e incluso el cantor de la gesta de los mineros de Asturias, que es un momento de transición, y los poemas oficiales posteriores. Lo vemos también en Neruda, que se convierte en un versificador. Tomemos los poemas de Vallejo sobre la Guerra Civil y las apologías de los stalinistas, y vere­mos un abismo entre unos y otros, como poesía, como canto a las masas.


La Guerra Civil Española cumplió un rol político nefasto en Buenos Ai­res, en el sentido de que permitió y fa­cilitó la burocratización del Partido Co­munista argentino como “portavoz del socialismo y de la intelectualidad y los artistas progresistas”. Desde la iz­quierda, liquidó el movimiento de los años ‘20. Este giro de la intelectuali­dad tiene que ver también con las dificultades de los escasos militantes y grupos trotskistas, que quedaron terri­blemente aislados. Hay que seguir la evolución de Arlt, Tuñón, Borges y otros para entenderlo que sucedió. No fue de una importancia menor.


Es cierto que una de las caracte­rísticas de González Tuñón es que estaba en el margen del aparato. Luego de España sigue a Chile y re­gresa sólo en 1946. El PC ya se ha convertido definitivamente en el “ojo de Moscú”; es su única legitimidad y pierde prácticamente todas sus po­siciones en el movimiento obrero. González Tuñón permanece en si­lencio durante largos años, y su po­esía se convierte en un eco de su núcleo central de los años ’20 -sus libros de 1952 y 1957. Por razones diversas, está enfrentado con Agosti y la poderosa estructura cultural oficial del partido. Simpatiza con el maoísmo y la revolución cubana, mientras los intelectuales oficiales cantan solamente loas a la URSS y al “socialismo” de la burocracia. Respalda a los poetas jóvenes, co­mo Juan Gelman. Su poesía es reapropiada por el tango -Cuarteto Ce­drón-. Cumple un rol de puente en­tre lo que hizo y aportó entre 1925 y 1935 y las nuevas generaciones. Su influencia es grande, y a mi juicio más como arquetipo que como es­critor. Es entonces que aparece el mito de La rosa blindada.


El Tano recuerda que escribió un “lamentable” por no decir miserable poema (sic) para festejar el asesi­nato de Trotsky. No fue un momen­to de confusión. En las Conversa­ciones con Raúl González Tuñón, de Horacio Salas, poco antes de su muerte, el poeta sigue denigran do trotskismo… a través de Abelardo Ramos.


González Tuñón llegó a lo que podemos llamar la política de izquierda a través del PC argentino y su miseria stalinista, y nunca pudo desprenderse de este corset, por más que no haya intervenido como un funcionario corrupto y se haya distanciado de los corifeos. Guardó, sin duda, su sensibilidad plebeya, pero quedó totalmente arrinconado y ca­si sin voz.


Tuñón fue un poeta, y conviene admirarlo por lo que escribió y no in­ventarle una biografía.


Quiero extraer una conclusión de trabajo. Fancer firma su nota como in­tegrante de LuchArte. Sería bueno que mantengamos este trabajo sobre la poesía argentina, que publique­mos poemas y trabajos en el periódi­co y que discutamos sobre nuestros poetas y escritores, desde los años ‘20 para adelante. Lo mismo con otros latinoamericanos, como Vallejo y Rojas, para citar a los que se cru­zaron con Tuñón. No dejemos este terreno a los otros, las corrientes oportunistas y centristas. El trotskis­mo, los revolucionarios, los militantes obreros, también tienen sus tradicio­nes y su trayectoria, Y pueden enfo­car la de los otros sin caer en la provocación infantil o en el elogio indiscriminado.