Hablando de clases


Es mi primer escrito sobre la clase trabajadora; lo hago porque veo y siento, al igual que muchos verdaderos camaradas (dinosaurios como suelen llamarnos), que es la clase verdadera a la que nos debemos. Yo en particular he sido echado o botado de varios empleos (aun estando en cargos supervisorios). Cuando siento y veo los atropellos, vejaciones y humillaciones al trabajador, algunos camaradas dicen que prefieren callar, que la lucha se hace desde adentro pero… ¿Qué hacer mientras se lucha? Esperar seguir siendo pateados por el patrón por el sólo hecho de que podemos perder un empleo.


La verdadera revolución se debe y tiene que hacer con los trabajadores. Marx decía que la clase trabajadora es el sujeto de la historia, a consecuencia de encontrarse en una situación colectiva. Según él, la clase trabajadora no es una colección de personas, sino un colectivo. Son los trabajadores los únicos que pueden romper con las cadenas del capitalismo; somos los que generamos y movemos la economía nacional. Si algún día existiera un colectivo unido y en los sindicatos existiere una gran solvencia moral temblarían los imperios capitalistas y sucumbirían ante el poder verdadero, el poder de los trabajadores; sin duda que sería el fin de la atrocidad capitalista.


Pero el problema grande no son ni siquiera los sindicatos. El problema es el colectivo unido, el cual si nace o se construye es minado de inmediato por el capital, generando controversias, diatribas, para debilitar las conciencias e implotar los colectivos. Pareciere egoísmo simple pero va mucho más allá de pensar que lo es. Es sin duda la manera grotesca como el capital empresarial destruye un colectivo de lucha, pulverizando conciencias y en algunos casos comprándolas. El capital genera también un sistema segregacionista excluyente de las coincidencias dignas, rompiendo así con toda forma de construcción de un colectivo fuerte y colosal.