La depredación humana en la pesca

En la Argentina, un país marítimo por excelencia, la mayoría de las empresas son extranjeras, aunque tengan por decreto bandera argentina.


Los buques factoría son españoles, rusos, japoneses, belgas; los roteros (calamar) coreanos, japoneses, así como los palangreros; etc.


Hablemos primero de los tripulantes de estos buques, en su mayoría coreanos, filipinos, chinos y sus oficialidades del mismo origen; llevan una pequeña dotación argentina, que es la que permite despachar el buque (cuando por ley la tripulación debe ser un 70% argentina, por decisión de una cámara de Mar del Plata en defensa de los tripulantes argentinos). Por ello se han perdido innumerables puestos de trabajo; esta gente trabaja como esclavos, sus sueldos rondan los 200 pesos, no tienen horario de trabajo, comen lo mínimo (arroz) y son golpeados, principalmente en los buques roteros, por los coreanos, que tratan a los chinos y filipinos como raza inferior.


Del mismo modo, los armadores también trafican con seres humanos argentinos, la tripulación  con libreta de embarque necesaria para despachar el buque, y luego (acá está el tráfico) embarcan chicos menores de edad, la mayoría del Norte del país, con engaños y les hacen una cédula de embarque de empresa y los sacan a navegar, les hacen firmar contratos que no están avalados por nadie, y que luego son incobrables; poderes para la familia que nunca llegan porque alguien se los queda. Los hacen trabajar 18 horas por 6 de descanso y a veces ni eso; con problemas de alimentación y, lo peor, expuestos a los flagelos que se ocultan, como la droga, el abuso sexual en viaje, como mínimo 30 días. Todo el mundo sabe que cuando un buque pesquero larga amarras, se pone en práctica la ley de la selva: ‘Sálvese quien pueda’, pensando siempre si cuando baje podrá cobrar, y si le habrá llegado el poder a su familia.


Esperemos que alguna vez los dirigentes sindicales y políticos que medran con esta situación apliquen la leyes que corresponden para protección de los tripulantes, y que cuando parta un buque de puerto haya un dirigente gremial para controlar embarques, condiciones a bordo, etc.


Las soluciones las hacen difíciles los deshonestos.