La “reducción de la jornada laboral” en la reforma venezolana


La reducción de la jornada laboral es otra de las cuestiones que más atraen a los trabajadores y trabajadoras (Art. 90), y es que esto ha sido parte histórica de la luchas de la clase obrera en general, y de los comunistas en particular, reivindicando el derecho al tiempo libre que debe tener la clase. Pero veamos la realidad del asunto. En primer lugar, cabe señalar que en nuestro país prácticamente la mitad de la población trabajadora se encuentra ocupada en el sector informal, por lo que en nada afectará esta disposición sus ritmos y condiciones de trabajo. Sólo para la mitad de la clase trabajadora del país podría llegar a tener efecto esta disposición.


Luego de aclarado esto, conviene recordar que Chávez y los ministros han dicho que no se trata de disminuir la productividad, que ésta debe ¡mantenerse! Sabemos que la manera de mantenerla puede ser, incorporando nuevos trabajadores, nueva tecnología o intensificando la jornada de trabajo. Con seguridad se puede esperar que el sector patronal, buscando lo más fácil y lo que más le convenga, no dudará en tratar de hacer efectiva la última opción. De ser así, se tratará de hacer producir o rendir lo mismo en menos tiempo, es decir, mantener con las 6 horas la cuota de explotación (plusvalía) que obtienen hoy con 8 horas, con lo que en realidad podría hacerse más intensivo el desgaste físico y mental de los trabajadores y trabajadoras.


Es que para que realmente se opere una reducción de las horas y la carga de trabajo, que implique liberación de tiempo para el trabajador o trabajadora, sin afectar su salario, lo fundamental es la existencia de una correlación de fuerzas favorable de la clase trabajadora con respecto a sus patronos. El tiempo de trabajo es central en la dinámica de la economía capitalista, pues se trata del tiempo por el cual se compra la fuerza de trabajo, la única "mercancía" capaz de general valor, es así columna vertebral en la generación de más o menos plusvalía. Por eso ha sido motivo de grandes disputas y luchas históricas y lo sigue siendo hoy en cada lugar de trabajo. De allí que la nominación formal en una ley no implica ninguna garantía real de cumplimiento, porque se pone en juego la tasa de ganancia de los capitalistas.


Por eso, vista esta disposición formal en el marco de la política real del gobierno de cada vez más acercamientos con sectores del empresariado nacional, en una "alianza" para impulsar la producción y la industria "nacional", de su afirmación de que no debe disminuir la productividad, junto a su rechazo a la autonomía de los sindicatos y el intento de avanzar en controlar las organizaciones obreras, todo hace augurar que entre la enunciación y la ejecución real de la misma, estará de por medio la lucha entre el interés de las ganancias patronales y la lucha de la clase trabajadora. Y precisamente, aspectos que suman contra las luchas obreras, como son la garantía de la continuidad del poder de los capitalistas y los mecanismos de control del movimiento de masas, forman parte fundamental de esta propuesta de Reforma.


Contra toda esta charlatanería, los y las socialistas planteamos una salida verdaderamente obrera revolucionaria para el problema de la desocupación y el salario. ¡La distribución de todas las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, con salario igual a la Canasta Básica, indexado automáticamente al aumentar la inflación! Se divide el total de horas de trabajo nacional entre el total de las personas dispuestas para trabajar y así se determina la duración de la jornada de trabajo semanal, con un salario igual al costo de la canasta básica (es decir, no 614.000, sino, como mínimo, 1.750.000) que aumenta automáticamente (diariamente) al variar la inflación. Así se busca garantizar empleo para todos y todas y un salario digno.


Los capitalistas pegarán el grito en el cielo, dirán que eso es insostenible, que no pueden mantenerlo, que los llevaría a la quiebra, etc., etc. Pero eso es entonces una confesión de que son incapaces de manejar la economía del país, pues, ¡eso no es socialismo aún!, lo único que se plantea es garantizar empleo (el único derecho real de los trabajadores en el capitalismo) y salario digno para vivir, y si los capitalistas dicen que no pueden hacer otra cosa que no sea condenar a grandes franjas de las masas trabajadoras a la precariedad e indigencia (por desempleo, trabajos miserables, etc.), entonces demuestran que ya no puede seguir en sus manos la economía de país, que deben darle paso a la economía manejada por los propios productores de las riquezas, los trabajadores. "Ya que ustedes los capitalistas confiesan que no pueden garantizarnos condiciones mínimas decentes de vida, entonces déjennos a nosotros manejar la economía del país", dirán los trabajadores y trabajadoras. Pero nada tiene que ver con esto la propuesta de Reforma Constitucional.