María Elena Walsh (II). Arte y política

Pablo C.

Tengo que disentir con Hernán respecto de su crítica, no su primera aseveración (que las reseñas hacen una crítica sobre el carácter político de una personalidad pública). Soy violinista, y también admiro y disfruto artísticamente de ciertos personajes relevantes en la historia del arte. Pero creo que la función de Prensa Obrera no es la de recordarnos una vez más que tal o cual fue bueno en su profesión (lo cual abunda en publicaciones especializadas para tales fines), sino justamente poner de manifiesto la dimensión política que esta figura ha tenido, pesar desde una perspectiva revolucionaria cuánto ha favorecido o dificultado la lucha de los explotados, siempre hablando desde el punto de vista de una crítica política. Que un análisis de las limitaciones en este plano se traduzca en una desvalorización de otra esfera de su actividad (el arte en este caso) es, sí, una simplificación unívoca (que nos recuerda al stalinismo y su “realismo socialista”). Pero eso es si confundiéramos una caracterización política con una crítica artística, cosa que no sucede en Prensa Obrera, y aquí sí le pido al compañero que relea las reseñas (que siempre y metódicamente intentan clarificar esta distinción). Para ir más allá, en las revistas En Defensa del Marxismo hay varios artículos publicados sobre arte y política revolucionaria, que intentan definir o analizar las relaciones y las características diferenciadas de ambas actividades humanas.

En una asamblea, en el contexto de una lucha en la Universidad (año ’99), un compañero intervino citando a Alejandro Dolina, llamando a acabar con las tomas para no “hacerle el juego” a los que decían que los estudiantes no queríamos estudiar. Me entretiene su programa de radio, me parece un buen escritor, pero el día que pase a la posteridad espero que Prensa Obrera ponga las cosas en su lugar.