Mercedes le escribe a su hijo

Hoy viajaba a Capital y al pasar por una estación vi que estaba tu rostro pintado en la pared, al lado de Kosteki y Santillán, y también de Martín Suárez. Cuando pasaba con el tren miré tus ojos y le dije a tu hermana: “Mirá, aquí pintaron a tu hermano”. Ella me miró sin decir nada, pero leí en su mirada y vi lo que quiso decirme. Sus labios no pronunciaron palabra alguna, hubo un silencio tan grande entre las dos… Ninguna quería lastimar a la otra por temor de hacer algún comentario desgarrador; ella prefirió callar. Pero a mí me invadió un sentimiento tan profundo que cuando me di cuenta me corrieron las lágrimas. Yo había mirado tus ojos, hijo mío, sentí que me decías: “Mami, ayudame, te necesito”. Fue algo muy fuerte, yo no podía entender cómo estaba el rostro de mi hijo allí, como pidiendo justicia, y por qué. Yo pensaba que sólo se pintaban a los Miguel Angel, o a la Mona Lisa, nunca pensé que el rostro de mi niño estaría pintado en una pared, o yo tener que pegar afiches en las paredes y otros lugares con su rostro, pidiendo justicia; pero en este país hay que ser un Blumberg para que lo encuentren. Yo le pregunto a los grandes hombres de los tres poderes de este país: ¿dónde estaba este señor mientras a nosotras, las madres, nos mataban a nuestros hijos? Estoy segura de que miraba hacia otro lado.


Nosotros, los humildes, estamos desprotegidos, y mucho los de Zona Norte. Yo en mi casa pienso: ¿estará vivo o muerto mi hijo? Algunas madres tuvieron el consuelo de poder llorarlo y saben en qué lugar lo enterraron. ¡Yo no sé dónde está! Por eso es esta agonía y este tremendo dolor en mis entrañas, el hogar de mi hijo durante 9 meses. Y estos malditos uniformados me lo arrancaron, no se detuvieron a pensar que le partirían el corazón a una madre y destruían toda una familia que también lo parió. Sin mi Raúl la casa me queda grande, miro los lugares donde se sentaba en la mesa, los horarios de los sábados cuando él llegaba. Vivía con su novia, recuerdo las comidas que le gustaban… Recorro las calles por las que solía caminar, y lo hago buscando algo, una pequeña señal para poder encontrarlo, algo que me lleve al lugar correcto. Por eso me endurecí, porque necesito estar bien, no tiene que lastimarme nada de lo que encuentre en mi camino, seguiré luchando y estoy muy segura que voy a ganar esta lucha, solo pido a Dios ayuda.