Movimiento de la Mujer: respuesta a Daniel Blanco

Lucía Ferreira S.M. de Tucumán

En la “Prensa Obrera” Nº 406 se ha publicado un artículo titulado “Sobre el movimiento de liberación de la mujer”, firmado por Daniel Blanco. Dado que dicho artículo es una crítica a las opiniones vertidas por mí en dos cartas que envié informando sobre el VIIIº Encuentro Nacional de Mujeres, voy a hacer algunas observaciones sobre estas nuevas opiniones.

 

En primer lugar voy a tocar un punto que pasé de largo en mi carta anterior, respecto a mi negación a participar en forma organizada desde el PO en dicho Encuentro. Creí poco importante e innecesario dar satisfacciones sobre este hecho porque para mí estaba (y está) perfectamente clara y coherente mi conducta. Además, importa poco lo que se piense, o se deje de pensar de ella. Pero dada la insistencia, creo que se merece una explicación.

 

Como relaté en mi primera carta, yo escuché de un dirigente nacional del PO —que se supone debe reflejar la posición oficial del partido, sino no estaría en ese puesto (era el mismo D.B. que escribe el artículo)— claras manifestaciones negadoras de la importancia del movimiento de la mujer. Además, y reafirmando lo anterior, hace ocho años que se vienen realizando los Encuentros y el partido lo ha desconocido, o bien, no le ha dado la menor importancia. De pronto, resulta que se iban a reunir cerca de seis mil mujeres en Tucumán y me proponen discutir, de la noche a la mañana, la cuestión de la mujer y llevar una posición para aprovechar ese ajuntamiento. Cuando un compañero me propuso esa intervención, yo le dije que me parecía una política oportunista (y empírica además), pues no se basaba en una asumición clara y consecuente del partido en torno a la lucha de la mujer. Un principio de honestidad y coherencia que trato de conservar —a pesar de todas las presiones en contra— me hizo resistir ese planteo y rechazarlo de plano. De lo que se trataba era ir a bajar “la posta” (y ahora me pregunto ¡¡¿qué posta se iba a bajar si recién el partido se apresta a discutir seriamente la cuestión?!!), largar una fraseología revolucionaria sabida de memoria, jactarse de la misma, lamentarse del atraso político de esas mujeres que “piden” soluciones a su realidad, redactar un informe despectivo con “brillantes” caracterizaciones arrolladoras, sentirse el más revolucionario de los revolucionarios y, luego, misión cumplida, y “chau, estúpidas mujeres”. A toda esa estupidez yo me he negado y me seguiré negando. Y me seguiré negando, estimados compañeros.

 

Esas mujeres se reúnen desde hace ocho años, buscando formas de llevar adelante su lucha en medio del descalabro de este país y de una sociedad que continuamente las humilla y las acosa, y se pretende llegar allí llevando la verdad revelada…

 

¡Y seguir en la ceguera!

 

Si yo no me hubiese negado no se habría generado toda esta discusión que, de una manera o de otra, con muchas o pocas ganas, todos terminan reconociendo que resulta necesaria. No podría haber sido más acertada mi negación y, si yo volviera atrás en el tiempo, haría exactamente lo mismo y más convencida aún.

 

Les aclaro que yo misma fui al Encuentro con una serie de prejuicios, creyendo que me iba a deparar con feministas furiosas que colocaban la diferencia de sexo por sobre todas las cosas. Pero, tuve la agradable sorpresa de encontrarme con un enorme conjunto de mujeres que discutían con mucha seriedad y mucho atino los problemas de las mujeres en este país. Mis prejuicios cayeron al suelo y asumí una mirada críticamente positiva, y fui la primera en apuntar las limitaciones que creía ver en dicho Encuentro. Me resistí a las críticas fáciles, apuradas, esquemáticas y, al mismo tiempo, manifesté en mi carta anterior que hasta podría cambiar de opinión si me presentaran críticas bien fundamentadas, lo que hasta el momento no ocurrió.

 

Quiero dejar claro, por las dudas me quieran interpretar mal, que sí considero necesario que se discuta el tema, que se intervenga de forma organizada, que se defienda una posición revolucionaria y que se hagan las caracterizaciones necesarias y, si corresponde, que sean demoledoras (pero sólo si corresponde que lo sean). Pero sobre todo, considero que los análisis deben ser rigurosos, lo que se dice rigurosos, es decir, comprender el fenómeno por entero, no detenerse en el discurso manifiesto, un dato recogido de un diario, o un prejuicio contra las personas que no llevan puesto un overol de trabajador.

 

Se acusa a la mujeres organizadoras de no convocar a un “cambio revolucionario” (aprovecho para señalar al autor del artículo que, contrariamente a lo que dice, en mi carta no reproduzco ningún párrafo que convoca a “protagonizar el cambio”). Pretender que un Encuentro de mujeres o de lo que sea (y no hablamos de partidos políticos) en las actuales circunstancias políticas del país, donde predominan las fuerzas burguesas y de centroizquierda, mientras la izquierda se encuentra aislada y desprestigiada, con el agravante de que el partido revolucionario deliberadamente calló su voz, proponga, así porque sí, un cambio revolucionario, es, discúlpenme, realmente delirante. Esa clase de análisis se resume a constatar lo obvio. Ahora bien, decir que en el Encuentro predominan las fuerzas del centroizquierda quiere decir exactamente eso: predominan, pero no es su propiedad. Y me tienta insistir: bueno sería mirar más allá del espejo.

 

Dado que la polémica se hace sobre datos muy parciales e impresiones personales, me tomé el trabajo de realizar una pequeña investigación sobre el Encuentro Nacional de Mujeres, entrevistándome con una de sus más activas organizadoras. Un conciso documento (que adjunto  sobre los antecedentes del Encuentro señala que “el origen de esta convocatoria amplia a las mujeres de nuestro país, nace del primer grupo de mujeres que asiste al FORO INTERNACIONAL DE MUJERES, realizado en NAIROBI —KENIA, AFRICA— en 1985, que tiene lugar paralelamente a la CONFERENCIA MUNDIAL PARA EL EXAMEN Y EVALUACION DE LOS LOGROS DEL FIN DEL DECENIO PARA LA MUJER (decenio instituido por las NACIONES UNIDAS en la CONFERENCIA MUNDIAL DEL AÑO INTERNACIONAL DE LA MUJER, junio y julio de 1975, México)”. Pero, por favor, no se apuren: de esto no se deduce necesariamente que la mujeres están haciendo el juego al imperialismo.

 

Según el mismo documento, los Encuentros que se realizan cada año, a partir de 1986, siguen la forma original del FORO Internacional.

 

Puntualizo a continuación los temas indagados en la entrevista:

 

 

 

1º) Financiamiento del Encuentro: el criterio es el autofinanciamiento, lo que significa pedir a todo el mundo, sin ninguna condición o compromiso, y reunir recursos a través de rifas, bonos, etc. Para el VIIIº Encuentro se obtuvo:

 

— 21.000 pesos del gobernador “Palito” Ortega.

 

—   5.000 pesos de OCCI (una organización eclesiástica internacional).

 

— Varios otros pequeños aportes (Caja Popular, Credicoop, un sindicato, etc.).

 

Según lo expresado por la informante, los 21.000 pesos fueron logrados a través de una gestión que hizo una de las organizaciones, que tiene buenas relaciones con Evangelina Salazar. Han sido destinados para pagar la comida a 1.500 participantes del Encuentro, las cuales recibieron tickets para comer en algún restaurante de la zona. No supo decirme qué interés tuvo Palito para ceder ese dinero, y luego concordó que tal vez el de apoyar la realización de un evento que significaría un importante ingreso de dinero a la provincia con la afluencia de esa cantidad de personas. Me comenta que, al advertir de la importancia del evento, Palito quiso aparecer en la apertura del mismo, pero la Comisión organizadora lo impidió, dado que no se aceptan condiciones y se trata de impedir cualquier intento de manipulación de los partidos políticos. Reconoce que existen grandes presiones en este sentido, pero hay un gran sector de mujeres que resiste tenazmente, defendiendo lo que llaman el “espíritu” del Encuentro: horizontalidad y autonomía. El dinero de la OCCI, que según me dice aún no llegó, está destinado a la impresión y distribución de las conclusiones del Encuentro, que debe ser enviado a todas las mujeres participantes. En fin, se trata de lograr dinero pero con el “arte” de lograr plata sin que ésta condicione.

 

El Encuentro cuenta con un régimen de becas para todas las personas que no pueden solventar sus gastos, a quienes se provee la comida y alojamiento gratuitos (en escuelas) y también en casas de familias. Se solicitó especialmente a las mujeres tucumanas  ofrecer alojamiento en sus casas. También se logró descuento en los hoteles que recibirían mujeres. La idea es lograr que todas las mujeres que desean concurrir al Encuentro puedan hacerlo.

 

2º) Composición social: no se hizo un análisis numérico, pero estiman que un 70% correspondía a mujeres de sectores populares, es decir, muchas mujeres de organizaciones barriales; maestras; empleadas; esposas de desocupados de IPASAM, de SOMISA y de Comodoro Rivadavia; grupos indígenas; obreras de Alpargatas; mujeres de los Valles; mujeres de organizaciones feministas, etc., y un 30% de profesionales e intelectuales. Dice que es especialmente dificultosa la participación de obreras fabriles debido al régimen de trabajo que tienen.

 

La participación de legisladoras ha sido muy pequeña y desapercibida pues, dice, la manera en que está organizado el Encuentro no resulta atractivo para las políticas, por cuanto éstas se vuelven una más del montón (no ocupan un lugar privilegiado ni pueden desplegar sus discursos).

 

 

 

3º) Comisión organizadora: en ella participan voluntariamente todas las mujeres que desean trabajar efectivamente en la organización. Todas las decisiones se toman por consenso. El criterio para decidir quién larga el discurso de apertura es el del trabajo, es decir, habló aquella que más se dedicó a la organización del Encuentro.

 

 

 

4º) No se encubren las afiliaciones políticas. La mujeres defienden las posiciones de sus partidos si lo tienen, y también lo dicen. Se trata de impedir que en la marcha se desplieguen carteles partidarios para evitar que las mujeres independientes se crean utilizadas por los partidos políticos y evitar que se produzcan disputas sectarias.

 

 

 

5º) Resultados: como principal resultado de los Encuentros apuntó su efecto multiplicador. Se han multiplicado, por ejemplo, las secretarías de la mujer en los gremios, o las acciones de las mujeres en los barrios, o en sus propios hogares. Considera que la lucha de las mujeres se debe desarrollar en las organizaciones intermedias, pues entiende que en Argentina no están dadas las condiciones para que las mujeres tengan una organización nacional única. Los países que lo intentaron han fracasado y con ello se han perdido también los encuentros de este tipo. El Encuentro es básicamente un espacio de intercambio de experiencias de las mujeres y es un incentivo a la lucha por los derechos de la mujer.

 

Espero que esta información resulte útil para avanzar en una caracterización objetiva del Encuentro Nacional de Mujeres. Quiero señalar que lo informado por esa mujer es perfectamente coincidente con lo que vi y viví en ese Encuentro, y luego relaté en mi primera carta. Es completamente falso que, como dice Daniel Blanco, los Encuentros sean un “foro para los discursos, y para que las fuerzas que sostienen al actual régimen político y al sistema capitalista puedan desplegar sin costo alguno toda su demagogia”. Así como también insisto que es incorrecta su arrolladora y previsible “conclusión”.

 

“No todo lo que reluce es oro”. Los resultados pueden no ser espectaculares y visibles a los ojos desavisados, pero pueden tener una consecuencia más profunda.

 

Y para no extenderme en esta carta ya demasiado larga, finalizo diciendo que entiendo que para algunas mentes puede resultar inconcebible que las mujeres, con inteligencia, se pongan en la tarea de dirigir sus propios destinos. Pero toda opresión tiene un límite. Y toda mujer lleva en su seno un íntimo deseo de liberación.