“No soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre; soy un ser humano”

Como salió en Prensa Obrera Nº 999, hoy me toca a mí. Me llamo Javier, soy militante del Partido Obrero desde 2004 y soy gay (homosexual). Mi regional es San Fernando y, desde que estoy en el Partido, participé de todas las reuniones, asambleas, conferencias, hasta del Encuentro de la Mujer (que se realiza desde hace ya 20 años), incluyendo todas y cada una de las convocatorias del Partido y del Polo.


Sin embargo, en mi opinión, el tema de la homosexualidad es poco debatido: es verdad que sufrimos la discriminación. Esta discriminación es producto, a mi parecer, de que prevalece lo establecido, y su ejecución empieza por casa, lo que significa que el hombre es hombre, la mujer es mujer, y cualquier otro tipo de “novedad” es un pecado, un delito, una buena causa para hostilizar a quien reivindique el derecho a esa novedad, y con mucho más rigor si es él la novedad. ¿Quiénes son unos de los más ilustres responsables de haber instalado esta discriminación brutal contra la homosexualidad? ¿Quién lo dice, los promueve y lo bendice? La Iglesia. La misma institución que ha respaldado desde el Imperio Romano hasta la actualidad las mayores orgías conocidas de opresión, crímenes, vejaciones al ser humano? Desde el Vaticano se lanzan a perseguirnos a nosotros/as que hemos decidido con nuestro cuerpo hacer lo que queremos, o mejor dicho, con nuestro cerebro decidimos cómo darle placer a nuestro cuerpo.


Creo que tanta maldad institucionalizada expone que necesitan un chivo expiatorio para ocultar tantos años de esa “enfermedad” conocida como explotación y que sólo es curable con el “remedio” conocido como revolución.


Porque si esto no fuera así, sería inexplicable que mientras a nosotros/as nos tratan de enfermos, tienen como miembros jerárquicos a violadores (reincidentes y no arrepentidos) de mujeres y particularmente de niños.


Cada año que pasa hacen su colecta anual por los más pobres, y cada año que pasa (además de que nunca informan lo recaudado) los pobres son cada vez más pobres y los trabajadores estamos cada vez más explotados.


Mucha gente comparte una idea sobre el destino de esos recursos que recaudan: los bolsillos de ellos. Uno sólo de los murales del Vaticano representa un capital mezquino e inmundamente inhumano, que se podría destinar a construir un gran bienestar a gran parte de los que viven en Africa, por ejemplo, y ni hablemos de otros sitios del mundo como América Latina.


Pero, como ya sabemos, a ellos les conviene que haya gente con hambre. Usan la psicología de masas para que la mujer no se realice un aborto, pero ellos tampoco hacen nada por las miles de mujeres que mueren día a día en un valle de agonía y desesperación por embarazos que no desean y por futuros hijos que no podrán mantener dignamente. ¡Y sí! Fijémonos en nuestro país cuánta gente se muere de hambre. Y me pregunto, ¿ellos alguna vez se pusieron a pensar si por lo menos estuvieran una hora en nuestros cuerpos para que realmente sepan qué sentimos? Y yo respondo: no soy un enfermo. Soy un ser humano con deseos y sueños. Luché, lucho y lucharé por mis derechos.


No soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre. Soy un ser humano atrapado en un mundo dividido en clases antagónicas. Los que tienen el poder me usan para que la discriminación acentúe la explotación de la clase obrera. Para que los prejuicios me opriman no sólo mi cuerpo, sino también las ideas. Con ello en mi mente, hacen que este mundo sea inhabitable. Una tortura de la que me salvará la muerte cuando me vaya al paraíso de no sé dónde.


Este régimen que no reconoce nuestros derechos de minoría sexual y que tampoco permite contar con los recursos para una operación de cambio de sexo para el que así lo deseara.


Desde ya, la responsabilidad es del Estado capitalista. Por tanta miseria, por tantas muertes, por miles de abortos clandestinos, por los travestis que utilizan siliconas de avión y ponen en riesgo sus vidas como consecuencia de la desesperación en la que muchos de nosotros y de nosotras vivimos.


Agradezco haber conocido al Partido Obrero, donde no me he sentido discriminado jamás. Aunque debo señalar que veo el esfuerzo que hacen todos por progresar y superar los prejuicios. Pero es necesario reconocer que todavía nos falta mucho por mejorar. Aún así, el futuro es prometedor.


Compañeros, compañeras. Sigamos construyendo una organización independiente del Estado y de los partidos patronales para luchar por nuestros derechos. Sigamos construyendo el partido de la revolución socialista, el Partido Obrero. Y por último, tomo las consignas de Nachi por las que haré mis mejores esfuerzos:


Matrimonio civil e igualación de los derechos que poseen las parejas heterosexuales.

Aborto legal y gratuito para no morir.

DNI por género.

Adopción para las parejas homosexuales.